Hace unos años, teníamos un pequeño negocio de artículos escolares, muy convenientemente ubicado frente a una escuela primaria.
Un día lunes, al abrir el negocio, comprobamos que faltaba gran parte de la mercadería. Esto nos sorprendió, considerando que ese fin de semana lo habíamos dejado bien surtido.
Con el estudio de la Ciencia Cristiana había aprendido que el hombre creado por Dios no puede caer de su estado de perfección espiritual y me negué a aceptar que pudiera ser menos que honrado y bueno. Este entendimiento me ayudó a mantenerme optimista y me dio ánimos para guardar en mi pensamiento que el hombre como emanación del Espíritu, no puede perder nada, a pesar de los comentarios, sospechas e indagaciones que me rodeaban.
Así pasó una semana. El sábado siguiente, al mediodía, comenzamos a escuchar como un rumor, una conversación que duró largo rato. Fue entonces que al asomarnos vimos en el murito de la escuela a un grupo de muchachos que deliberaban. De pronto, cruzaron la calle y vinieron a hablarnos. Nos confesaron que ellos habían sacado la mercadería y le pidieron a mi esposo que los acompañara hasta un galpón cercano. Allí le mostraron todo lo que faltaba y otras cosas más, como abrigos y gorros sustraídos anteriormente de la escuela.
Ese reconocimiento del hombre perfecto por tener su origen en Dios, no sólo nos bendijo a nosotros, sino a esos muchachos también. Éste es un motivo más para sentirme agradecida a Dios porque pude comprobar los frutos que se producen cuando nos mantenemos firmes en esta Verdad amorosa y liberadora.
Montevideo, Uruguay