El terrorismo es una preocupación crónica para el mundo moderno. Por momentos, se mantiene en estado latente en el fondo del pensamiento, eclipsado por otras noticias, y en otros se agudiza y domina la atención del público al punto de excluir casi todo lo demás.
Ya sea que se trate del impacto que tienen los actuales incidentes terroristas o la inquietud ante la posibilidad de que se produzcan, este tema necesita de constante oración de parte de tantas personas como sea posible. Y a veces es mejor y más fácil atender los problemas cuando no son apremiantes.
Con mayor o menor crudeza, el terrorismo ha estado últimamente en las noticias tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo. Los incidentes abundan, y hay países bajo sospecha por participar en actividades terroristas, mientras que los ciudadanos de regiones como Sudán y el Congo oriental ven a diario su seguridad amenazada por las facciones en guerra.
Entre la gran variedad de reacciones que el público manifiesta ante estas situaciones, vale la pena considerar tres en particular. La primera reacción es la complacencia. La gente se engaña al pensar que como en este momento las cosas parecen seguras, podemos desviar nuestra atención hacia otro lado. La segunda es el temor. La mayoría de las personas viven en constante ansiedad porque piensan que nunca podrán sentirse en completa paz, porque algo puede suceder. Y la tercera reacción es el desaliento, producido por la preocupación de que ningún gobierno, y menos aún un individuo, está en condiciones de hacer algo respecto al terrorismo, debido al gran alcance que tiene y a sus incontrolables maquinaciones.
Pero el terrorismo es un mal, y el mal puede ser destruido mediante la oración. Y la oración, como se practica en la Ciencia Cristiana, puede guiar y guiará a la humanidad para evitar estas peligrosas reacciones. La oración eficaz contribuye a que toda situación preocupante se reduzca a una condición del pensamiento, donde podemos dominarla mediante el poder de razonamiento y la comprensión espiritual.
Los pensamientos que recibimos de Dios nos arman para protegernos.
Mary Baker Eddy escribió un artículo titulado “Caminos que son vanos”, cuyas ideas se pueden aplicar para Ilegar a la raíz de las causas mentales del terrorismo. El mismo explica cómo cada persona puede librar una batalla con el mal en su propia consciencia, por el bien de todos. Las primeras líneas demuestran con claridad la necesidad de orar constantemente por los peligros que el mundo enfrenta hoy:
Ciertos individuos abrigan la noción de que la curación por la Mente en la Ciencia Cristiana debería tener dos aspectos, y sólo denunciar el error en general, sin decir nada en particular del error que está maldiciendo a la raza humana. Porfían en tener una paz falsa y conveniente, colando mosquitos y tragando camellos. Son demasiado cobardes, demasiado ignorantes o demasiado malvados para poner al descubierto el mal oculto que daña a los individuos y a la sociedad, y se justifican negando que este mal exista. Este método errado de encubrir el pecado a fin de mantener la armonía, ha dado rienda suelta al mal, permitiéndole primero arder en rescoldos y luego estallar en Ilamas devoradoras. Lo único que pide el error es que lo dejen en paz; así como en la época de Jesús los espíritus inmundos clamaban: “Déjanos; ¿qué tienes con nosotros?” La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 210.
Estas poderosas palabras indican cómo enfrentar todo tipo de amenaza teniendo en cuenta que las mismas representan las maquinaciones del magnetismo animal—“la acción voluntaria e involuntaria del error en todas sus formas”. Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 484. Toda reacción de complacencia, temor y desaliento ante ciertas circunstancias, es el resultado directo de esa influencia magnética errónea. No obstante, no debemos sentirnos desamparados. La oración y la iluminación espiritual pueden ayudarnos a alcanzar la simple y clara comprensión de la supremacía absoluta de Dios que se necesita para destruir la creencia en el mal y traer verdadera armonía y curación a una situación.
No siempre es fácil subestimar el poder del mal cuando toma la forma de un asesino suicida, una amenaza terrorista o algo tan catastrófico como fue el ataque a las Torres Gemelas. Pero tenemos un fuerte aliado en los pensamientos vitales y verdaderos que Dios nos envía a cada momento. Estos pensamientos nos brindan las armas que necesitamos, capacitándonos para detectar los ataques, tanto sutiles como agresivos, contra nuestra seguridad, paz y tranquilidad, tal como demuestran las experiencias que esta revista ha estado publicando, en las que como resultado de la oración muchas personas han sido protegidas de algún daño o sanado de una enfermedad.
Puede que usted nunca haya pensado que enfermarse, envejecer, tener un accidente o perder a un ser querido también constituye un acto terrorista. No obstante, todo aquel que ve amenazada su paz y armonía es en verdad rehén de la creencia de que la humanidad está separada del único Dios, del bien. Toda circunstancia en la que nos sentimos impotentes debido a un temor repentino o al desaliento, constituye una “amenaza terrorista”. La seguridad se halla en que la humanidad tome consciencia de que Dios está continuamente en unidad con Su creación espiritual.
Mediante el poder de Dios podemos revertir y sanar progresivamente los problemas personales y, con paciencia, incluso los males del mundo. Esto contribuirá a disminuir los terrores de hoy y a impedir los del futuro.