Estando de vacaciones con unos amigos en la playa, decidí entrar en el mar, aprovechando que la marea estaba bastante baja. Ya mar adentro, notamos que había mucha corriente. Unos surfistas se acercaron a aconsejarnos que saliéramos del agua cuanto antes ya que estaba muy fuerte, y que nadáramos en cierta dirección. Cuando quisimos hacerlo, comenzaron a venir grandes olas, una tras otra. Nos resultaba prácticamente imposible nadar. Sentía cómo las olas me sacudían. Cuando lograba salir para tomar aire, me cubría otra ola. Apenas abría la boca para intentar respirar lo que entraba era agua.
De pronto empecé a tener miedo, porque sentí que sólo tenía agua dentro de mí en lugar de aire. Entonces vino una ola muy alta, y ya no logré salir a la superficie. Cuando uno retiene la respiración debajo del agua siempre tiene una reserva de aire. Pero yo ya había agotado cualquier reserva.
De pronto pensé: "Bueno, aquí me quedé". No obstante, algo dentro de mí se rebeló: "No, yo no me puedo quedar aquí". Al instante recordé cuál era la fuente espiritual y verdadera de mis pensamientos. Pensé que no era yo quien luchaba contra la ola, después de todo, yo contra la ola sola no podía. Sólo hay una fuerza que es más poderosa que la ola, y de hecho es la fuerza que controla todo, porque es todopoderosa. Esa fuerza es Dios y así mismo Dios es fuerza: omnipotencia. Además, Dios es omnisciencia, y yo no necesitaba contarle o pedirle nada, porque ya lo sabe todo. Y Él estaba allí conmigo porque es omnipresente.
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