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Lanzamiento espiritual

Una conversación con Michael Pabst

Del número de enero de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un espectacular día de verano, varios alas delta despegaron alegremente de la cumbre de una montaña en los Alpes de Alemania. Michael Pabst, que en aquel entonces tenía poco más de veinte años, se adelantó para lanzarse.

Sus pies apenas se habían apartado de la montaña cuando vio a lo lejos que una nube tormentosa comenzaba a moverse a través del valle en su dirección. "Los vientos fuertes dentro de una nube tormentos pueden partir un ala delta en dos", dice Michael. "En nuestro curso de entrenamiento para obtener la licencia de deslizador, nos habían hablado claramente de este peligro". Michael trató frenéticamente de guiar el ala delta hacia abajo al lugar de aterrizaje, pero en lugar de eso se elevó, absorbido dentro de la nube. "Me sentía completamente impotente y entré en pánico", recuerda. Pero justo cuando la nube negra estaba encima de él, un versículo de Salmos le vino al pensamiento: "Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar".Salmo 93:4. Escuchó y sintió claramente que había un poder muy superior a la fuerza del viento que lo envolvía.

¿Qué ocurrió después? Michael cedió al poder de Dios. Le vino el pensamiento: "La Mente divina está a cargo. Éste es el show de Dios". Su temor empezó a desaparecer. Poco a poco pudo maniobrar el ala delta fuera de la nube, mientras la enorme sombra negra empezaba a retirarse. "Después de lo que me pareció una eternidad", recuerda riendo, "la alarma de mi altímetro indicó, gracias a Dios, que estaba perdiendo altura". La turbulencia que había cerca del suelo era tan fuerte que dio una vuelta en el aire, pero aterrizó sobre sus pies, "como un gato". Salió de debajo del aparato a salvo.

A lo largo de los años, Michael ha adquirido mucha práctica en aterrizar sobre sus pies, mientras continúa aprendiendo a ceder al poder de Dios en todas las facetas de su vida. Michael es practicista y maestro de la Ciencia Cristiana, y vive en Boston, Massachusetts. Actualmente, es miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana y es uno de los Fideicomisarios de la Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Cuando nos sentamos a conversar comenzamos hablando de las recientes estadísticas acerca de Dios y la religión.

Michael, hablemos un poco acerca de la receptividad. Mary Baker Eddy escribió: "El estar dispuesto a llegar a ser como un niño y dejar lo viejo por lo nuevo, dispone el pensamiento para recibir la idea avanzada".Ciencia y Salud, pág. 332-324. Es interesante que ella relacione a un niño con la palabra avanzada. ¿Por qué crees que consideraba que estas dos palabras se relacionaban entre si?

Por lo general, cuando pensamos en los niños los identificamos con la pureza, la inocencia, incluso con la ingenuidad. Pero ¿has notado que un niño de cinco años comienza casi todas sus frases preguntando "¿Por qué?" Los niños son increíblemente inquisitivos y quieren comprender las cosas. Ese deseo es lo que nosotros necesitamos para recibir la "idea avanzada" de la que habla la Sra. Eddy. El ser adultos nos hace pensar que sabemos todo. Ese es el enemigo del progreso espiritual.

Jesús dijo que a menos que nos hagamos "como niños", no [entraremos] en el reino de los cielos".Mateo 18:3. Él esperaba que fuéramos como un niño, y esto me hace pensar que ese niño ya forma parte de nuestra naturaleza divina. De manera que el anhelo de conocer a Dios, de sentir Su presencia, ya está en cada uno de nosotros. Simplemente es necesario ponerlo al descubierto.

Un artículo publicado en el Christian Science MonitorThe Christian Science Monitor, January 14, 2009. menciona los hallazgos del Grupo Barna en una encuesta reciente en los Estados Unidos. Los investigadores llegaron a esta conclusión: "Actualmente un número cada vez mayor de personas consideran que ellos mismos son sus propios teólogos". Además, un gran porcentaje (71 por ciento de los adultos) dice que "está más dispuesto a desarrollar sus propias creencias religiosas que a aceptar las enseñanzas de una iglesia en particular". ¿Cómo interpretas estos hallazgos?

Estas noticias no son de ninguna manera una amenaza. Demuestran que hay libertad de espíritu, que la gente tiene el deseo de desafiar la tradición, y que no están tan dispuestos a aceptar algo simplemente porque otra persona dice que es verdad. Quieren usar su propio intelecto, su criterio, sus ideas. Debido a la vasta interconexión que existe actualmente en el mundo, tenemos acceso a mucha más información que nunca antes habíamos tenido, de modo que, por supuesto, esta riqueza de datos que tenemos disponible nos impulsa a llegar a nuestras propias conclusiones.

Pero entonces surge la pregunta: ¿Nos ayuda acaso toda esta información a comprender mejor la verdad del poder de Dios? En principio podríamos decir que sí, por supuesto que ayuda. Pero tenemos que tener cuidado de no imponer nuestras opiniones teológicas humanas acerca de la naturaleza de Dios a otras personas. Entonces la pregunta fundamental es: ¿Cómo encontramos el camino a la verdad absoluta? La gente recurre a la Biblia para intentar responder a esta pregunta, pero invariablemente surge el argumento: ¿Quién tiene la interpretación correcta de la Biblia? Y podemos ver que el camino hacia la verdad tiene mucho que ver con el hecho de que la Verdad, Dios, necesita comunicarse con nosotros, en lugar de que nosotros tratemos de descubrir la verdad intelectualmente. Necesitamos escuchar a Dios y ser guiados por Él, quien es la Verdad misma.

¿Entonces, esta iniciativa de pensar por nosotros mismos y de formar nuestras propias conclusiones—en lo que se refiere a definir nuestra propia vida espiritual—es un fenómeno mundial?

Definitivamente. Es ese anhelo semejante al de un niño que opera en el pensamiento de la gente lo que hace que quieran encontrar su identidad espiritual, porque ser encuadrados en términos humanos no satisface. El impulso de querer hacer propia la verdad es muy natural. Uno podría decir incluso divinamente natural, porque es el Cristo—nuestra naturaleza más elevada—el que nos revela lo que está ocurriendo realmente, es decir, la Mente divina gobernando benignamente a su creación. A ti, a mí, a todos.

Ciencia y Salud dice: "La Verdad eterna está cambiando el universo. A medida que los mortales se despojan de sus pañales mentales, el pensamiento se despliega en expresión".Ciencia y Salud, pág. 255. Me fascina la manera en que Mary Baker Eddy respondió a la pregunta: "¿Qué es la verdad?" Ella comenzó su búsqueda espiritual haciéndose esa pregunta de manera muy parecida a lo que la gente dice en esos estudios. "Lo que me dicen ya no me sirve". Ella anhelaba comprender a Dios en sus propios términos. Después de mucha investigación, descubrió la Ciencia Cristiana.

Ella describió su travesía de la siguiente manera: "Yo sabía que el Principio de toda acción armoniosa de la Mente es Dios y que las curaciones se producían en los primeros tiempos de la curación cristiana mediante una fe santa y enaltecedora; pero tenía que conocer la Ciencia de esa curación, y llegué a conclusiones absolutas mediante la revelación divina, la razón y la demostración".ibíd., pág. 109.

Considero que el proceso que ella describe es una revelación increíble, el orden mediante el cual llega a sus conclusiones: la revelación, la razón y la demostración divinas. Parece casi lógico tratar de saltar esta secuencia, y decir: "Bueno, la revelación divina parece demasiado grandiosa, no sé qué es eso, así que voy a empezar con la razón". Pero eso no funciona. Nuestro enfoque tiene que empezar con la revelación divina. Esta revelación, esta inspiración, tiene que ser la fuerza impulsora en nuestra búsqueda de la verdad; de otro modo, a mi parecer, terminamos dejando que la mente humana trate de descifrar las cosas, y volvemos una vez más a nuestras opiniones humanas. De manera que de esta revelación divina proviene la razón. Y eso nos lleva a abrir la mente humana al poder divino para que podamos decir: "Sí, eso tiene sentido para mí". ¿Qué ocurre entonces? Uno cede al poder de Dios, a la Mente divina. Entonces, finalmente, llegamos al tercer paso, la demostración—curación y armonía—el resultado maravilloso e inevitable de la comprensión espiritual.

Mucha gente en todo el mundo—no tan solo los Científicos Cristianos o aquellos que han leído Ciencia y Salud—se están dando cuenta de que los conceptos materiales acerca de nuestro cuerpo, tanto la composición física como mental, no nos ofrecen respuestas definitivas. Una sola es la Mente que impulsa el universo. Un concepto meramente humano del cuerpo como si fuera un "cascarón" objetivo donde mora un ser pensante, nunca nos dará las respuestas espirituales que anhelamos. Mientras definamos o redefinamos la vida como se presenta a los sentidos físicos, nunca comprenderemos la verdad del ser. ¿Qué es la verdad? Poncio Pilato hizo eta pregunta hace 2000 años, y ciertamente no fue el primero. Esta pregunta ha estado en el pensamiento desde hace miles de años. Y eso es así porque el anhelo de saber la verdad es parte integral de nuestra naturaleza.

Los datos de la encuesta también revelaron una tendencia creciente a no asistir a las iglesias o lugares de adoración. ¿Cómo coincide esta tendencia con el anhelo universal de conocer la verdad que acabas de describir?

La iglesia está aquí para responder a las necesidades más profundas de cada uno de nosotros. Estamos en un momento de la historia en que esta agitación del pensamiento humano está amenazando a la sociedad en lo más profundo, porque lo que la gente considera que es sustancia—y, por lo tanto, invariable—es precario. Esto hace que la gente tenga mucho miedo, y vemos este temor expresado a nivel económico, social, político, y por supuesto en lo que respecta a la religión. Hay un anhelo de encontrar seguridad. Las personas no siempre la encuentran en su gobierno o en lo que su ministro pueda decirles ni en las inversiones financieras, como tampoco en los tratamientos médicos modernos. Entonces, ¿qué hacen? La primera reacción es la confusión, incluso el pánico. No obstante, el anhelo de sentir seguridad es legítimo. Es un anhelo espiritual. Y es aquí donde es tan esencial tener un significado más elevado de Iglesia.

¿Qué quieres decir con "un significado más elevado" de Iglesia?

Hay mucha más "iglesia" manifestada en el mundo actualmente que lo que vemos expresado en edificios físicos. La Iglesia, en su significado espiritual, es en realidad una transformación en nuestro corazón, en nuestra alma misma. Es la salvación, y es progreso. En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy describe la Iglesia, en parte, como aquella institución que despierta "el entendimiento dormido".ibíd., pág. 583. Podemos preguntarnos: "¿Cuánta Iglesia he experimentado hoy?" ¿Es acaso la hora que paso dentro de un edificio, o es el entendimiento dormido que es despertado por el poder omnipresente de Dios? Y en la medida en que este despertar del pensamiento siga produciéndose, la Iglesia nunca podrá desaparecer. Siempre existirá la necesidad de que la Iglesia se exprese de maneras tangibles y significativas.

¿Piensas que cuando la gente encuentra resistencia contra la iglesia en su propio pensamiento, en realidad está rechazando términos específicos relacionados con la religión y reacciona negativamente ante ellos como, por ejemplo, la palabra Dios?

Pienso que es sumamente necesario sanar nuestro concepto de ciertos términos que han llegado a percibirse de manera equivocada. Necesitamos elevar espiritualmente las palabras y conceptos que han sido distorsionados a lo largo de los siglos, e incluso cambiado su significado original. Así que cuando mencionas a "Jesús", muchísima gente automáticamente supone que estás hablando de Dios, porque tantas personas creen que Jesús es Dios. No obstante, Jesús nunca se refirió a sí mismo como Dios, y nunca dio esa idea. De hecho, expresó lo contrario muy claramente. Por ejemplo, dijo: "Las palabras que yo hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras".Juan 14:10.

Como Jesús con tanta frecuencia se refería a Dios como su Padre, es fácil pensar que Dios es un hombre que está allá arriba en el cielo, con una disposición paternal, como una especie de ser humano espriitual. Pero en la Ciencia Cristiana comprendemos que Dios es Amor, es una presencia, un poder; es una Mente, la única inteligencia, que gobierna el universo. Como humanos estamos limitados a usar palabras, de manera que tenemos que hablar de Dios en términos limitados. Sin embargo, Dios es ilimitado. La mente humana siempre llega a conclusiones basadas en su propia experiencia.

Cuando los alemanes vieron una locomotora por primera vez, la llamaron "caballo de fuego". La describieron en base a su experiencia con los conceptos que conocían. De modo que cuando usamos palabras como "Padre amoroso" para describir a Dios, tratamos de expresar cómo se siente nuestra experiencia con Dios. Pero esos términos pueden ser limitantes. Por ejemplo, tal vez no todos hayan tenido una experiencia agradable con su padre humano. Así que tenemos que asegurarnos de que esta relación individual y sagrada que tenemos con Dios no sea oscurecida por la interpretación humana. Como dijimos antes, tenemos que permitir que Dios, la Verdad, nos defina Su naturaleza mediante una revelación divina y pura.

Al escuchar términos como arrepentimiento, pecado, oración, iglesia, muchas personas, por el concepto que tienen de esas palabras, dirán: "No use ese término conmigo, yo no creo en eso, no trate de hacerme creer en él". Un ejemplo es la palabra arrepentimiento. Generalmente se asocia con un pecador desdichado. Así que cuando alguien escucha la palabra, supone que lo están identificando de esa manera. Pero necesitamos redimir ese término; arrepentimiento no significa que debemos sentirnos culpables y castigarnos a nosotros mismos. Arrepentirse es transformar la manera en que pensamos, eso es el verdadero arrepentimiento. Cuando llegamos a percibir el significado más espiritual de esas palabras, nos liberamos de los antiguos conceptos.

¿Entonces eso es lo que Jesús quiso decir cuando habló de la necesidad de poner "el vino nuevo" en "odres nuevos"?Marcos 2:22.

Así es, y también lo que dice Ciencia y Salud: "No podemos llenar vasijas que ya están llenas. Hay que vaciarlas primero".Ciencia y Salud, pág. 201. Pero entonces surge la pregunta: ¿Cómo las vaciamos? Para mí no es tanto un proceso de tirar el vino viejo, como de ceder, permitir que la verdad vaya llenando nuestra consciencia. Verter la verdad naturalmente desplaza el error. Y esa verdad se vierte mediante el amor. Es el amor lo que siempre nos guía para comprender la verdad.

Por ejemplo, alguien me llama para pedirme tratamiento en la Ciencia Cristiana, y dice: "Estoy muy enfermo". Dependiendo del estado de pensamiento de la persona, yo no creo que sea muy útil decir: "Oh, usted no está enfermo, eso es sólo una ilusión". Considero que es mucho más útil y sanador encontrar a esa persona en el lugar donde se halla mentalmente, a menudo compartiendo con ella apenas algunos conceptos de la Verdad, con mucho amor. Ayudándola a sentir la presencia de Dios donde quiera que se encuentre. Eso abre el pensamiento para recibir más de la verdad acerca de su ser espiritual y perfecto.

Cuando hablas de "recibir", entiendo que te refieres a la "revelación divina" de la que estábamos hablando antes, a que necesitamos ser tocados por Dios, el Amor. Entonces podremos ceder a ese magnífico poder. No se trata de hacer algo en términos humanos, sino de ser en términos espirituales, ¿no es asi?

Por supuesto. Hasta los ateos tienen un sentido espiritual. Ellos anhelan algo más. Hace dos años di una conferencia que terminó con el relato de una hermosa curación que yo había presenciado en mi práctica como sanador de la Ciencia Cristiana. Yo quería que la gente se fuera con una ilustración del poder del amor de Dios, que transforma vidas, corazones y cuerpos. Justo antes de que la gente se pusiera de pie para salir, un señor se levantó y dijo: "No creo ni una palabra de todo lo que usted acaba de decir, porque no creo en Dios. Yo soy ateo". Mi corazón realmente se conmovió mucho por él. Yo estaba tan lleno del espíritu de la conferencia y sentía de manera tan tangible la presencia del amor de Dios, que no vi otra cosa más que un alma en busca de consuelo.

Por un momento, escuché la guía de la Mente divina para saber qué decir que pudiera enriquecerlo. Entonces le respondi: "Bueno, quiero que sepa que yo tampoco creo en el Dios en el que usted no cree". Y luego razoné: "Sin embargo, usted sí cree en el bien, cree en los valores morales y también en las buenas prácticas en los negocios y en su vida personal, ¿no es cierto?" Y él dijo: Sí, por supuesto". Allí mismo estaba ese anhelo por el bien, esa inclinación espiritual de la que estábamos hablando antes. Él continuó: "Pero hay tantas religiones—cristianismo, judaísmo, Islam—y todos creen en un Dios. ¿Cuál de ellos tiene al Dios correcto". Y yo le contesté: "Pienso que todos necesitamos ponernos a la altura de la exigencia de Jesús de probar que nos amamos los unos a los otros. El amor que expresamos hacia nuestros hermanos y hermanas prueba lo que sabemos de Dios". Él respondió: "Sí, pero yo le comenté a alguien que no creo en nada de esto, y se apartó de mí unos pasos y me dijo: 'Tú me das miedo'. Así que ¿cómo es posible que alguien que ama a Dios pueda tener miedo de un ateo?"

Yo sonreí y caminé por el pasillo hacia él. Y cuando me acerqué le estiré la mano y le dije: "Yo no tengo miedo, y quiero probárselo. Quiero estrechar su mano". Él no dijo nada pero estrechó mi mano. Fue un momento hermoso, y de pronto, todos en el salón, donde había unas 100 personas, comenzaron a aplaudir; fue algo que yo no había pensado ni esperado. Lo hermoso fue que no había nada personal en esto, porque lo que se manifestó en ese momento no fue simplemente un intercambio entre dos personas, fue la omnipresencia de Dios en operación. El hombre saludó con la mano a todos, nos deseó buenas noches y se fue. Una ujier me dijo después que al comienzo de la conferencia, el hombre le había dicho que había venido para probar que estábamos equivocados. Yo espero que en lugar de eso se haya ido con algo que le tocó el corazón.

Necesitamos perseverar en lo que tenemos en común los unos con los otros, no en lo que nos separa. Los Científicos Cristianos no tenemos las únicas respuestas ni estamos por encima de otros buscadores de la Verdad. Pero sí nos esforzamos por vivir lo que hemos aprendido y manifestar este aprendizaje mediante el amor en todos los aspectos de la vida.

Veo que el deseo de ceder a Dios forma parte de nuestra naturaleza. Pero ¿qué podemos hacer cuando luchamos con una enfermedad y ya nos hemos rendido al temor y a la frustración?

A menudo no nos damos cuenta en qué medida hemos adoptado o reconocido una influencia inconsciente o hipnótica en nuestro pensamiento. Puede que tengamos los síntomas de una enfermedad sin siquiera saber cómo "ocurrió". Pero podemos saber de inmediato que el Amor divino está presente. Tenemos el derecho de decir en cualquier momento: "No, yo no voy a ir por ese camino. Mi verdadera naturaleza es espiritual, Dios es la fuente de mi ser y la fuente de mi salud, la ley de mi vida". A veces tener una renovada vislumbre de la relación inseparable que tenemos con Dios produce una curación instantánea, y en otras ocasiones puede que tengamos que luchar por más tiempo. Pero mientras continuemos cediendo al poder de Dios, habrá progreso. Mientras haya movimiento en el pensamiento, habrá curación.

Hace unos años, tuve una paciente que durante décadas había estado en silla de ruedas. Un día, un médico me avisó que la habían llevado inconsciente al hospital y que tenía una infección en las piernas que estaba envenenando su sangre. El doctor me informó que le estaban dando de baja en el hospital porque ella quería apoyarse únicamente en el tratamiento en la Ciencia Cristiana.

Después de la llamada del médico, pensé en algo que la paciente me había dicho. Hacía 50 años ella había tenido una relación muy intensa y emocional con un hombre. Él se había aprovechado de sus sentimientos y luego la había dejado. Ella me dijo que le había costado muchos años superar esa relación. Entonces me di cuenta de que su odio no había sanado y que ese era el veneno que estaba sintiendo. Juntos exploramos un sentido más elevado de perdón. No una persona esperando que otra se disculpe. En lugar de eso, reconocimos que nada ni nadie se había interpuesto entre Dios, quien es enteramente bueno, y ella. En una semana o dos, esta mujer tuvo un cambio en su pensamiento—podríamos decir, un renacer—cuando los conceptos equivocados y egocéntricos cedieron y percibió su naturaleza espiritual. Volver a identificarse con su naturaleza espiritual y su bondad le dio la libertad que había estado siempre esperándola. Le permitió ver y sentir que ella tenía la capacidad de perdonar, porque en realidad nadie había podido separarla nunca del bien.

Se produjo un cambio enorme en mi amiga. Sus piernas y pies recuperaron su condición normal. Ella pudo levantarse y caminar otra vez. ¿Qué había ocurrido, realmente? Ella cedió y reconoció que el amor se estaba manifestando. Es tan tentador pasar el tiempo rumiando sobre el problema humano. Pero pensar en ello no ayuda porque comienza con el problema. Tenemos que mirar más allá del problema y comenzar con la solución: la realidad espiritual y divina. El efecto del tratamiento en la Ciencia Cristiana—que es en realidad una forma de escuchar la perspectiva de Dios acerca de la situación—es que las imágenes atemorizantes van desapareciendo del pensamiento porque pierden realidad, y eso produce la curación.

No obstante, a veces uno escucha a la gente decir: "Yo estoy orando por esto, pero está empeorando". Entonces tenemos que preguntar si realmente se está escuchando a Dios o si la mente humana está tratando de usar las ideas de la Ciencia Cristiana como una forma alternativa de medicina, tratando de resolver el problema material por medios mentales. Cuando llegamos a comprender qué es verdad mediante la Ciencia Cristiana, que nuestra única identidad es espiritual, esta comprensión tiene el efecto de transformar en nada lo que sea que haya atemorizado a la mente humana. El estado temeroso del pensamiento y sus síntomas desaparecen porque jamás fueron reales.

Tantas veces los pacientes me preguntan qué pueden "hacer", y yo les digo "No hagas nada. No es lo que tú haces lo que te hace comprender la verdad. Es Dios el que te hace comprenderla". "El Espíritu imparte la comprensión..."ibíd., pág. 505.

Bueno, Michael, eso completa el círculo. Lo que estábamos hablando al principio, que esta receptividad a la Verdad es innata en cada uno de nosotros, y que tiene que manifestarse inevitablemente.

Así es. Necesitamos recordar que todo el bien nos pertenece por reflejo. Lo que experimentamos como receptividad tiene su fuente en Dios, es una cualidad de Dios. La vastedad de la Verdad infinita se comunica a sí misma. Este hecho viene a nuestra experiencia como un anhelo por comprender cada vez mejor a Dios, y nada puede detener este anhelo.

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