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actualidad latina

Como en casa

Del número de marzo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace un tiempo le pregunté a mi amigo Julio cuál era el desafío más grande que enfrentaba al vivir y trabajar en los Estados Unidos. "Extraño mucho a mi familia que está en México", me dijo. "Creo que la soledad es lo más difícil".

Al hablar con él y sus amigos sobre esto, unos se quejaron de la discriminación, otros mencionaron que el idioma era una barrera para ellos y que no se sentían cómodos como en su propia cultura. En síntesis: se sentían alienados, aislados de lo que los rodea, apartados de todo lo que les resulta familiar, y a la deriva, sin rumbo definido.

Pienso que me puedo identificar con lo que siente mi amigo. Por mi trabajo, viví en diferentes países por cierta cantidad de años, y con mi familia siempre sentíamos que éramos los recién llegados. Teníamos que hacer nuevas amistades, aprender un nuevo idioma y cultura, probar diferentes tipos de comida, y aprender a manejarnos en el nuevo lugar. Esto nos forzó a encontrar primero nuestra compañía en Dios.

Esa fe en la omnipotencia de Dios nos brindaba una base sólida e invariable. Sabíamos que no podíamos apartarnos de la infinita Presencia de Dios, así que siempre estábamos en un lugar conocido: el amor de Dios. La Biblia nos promete: "Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra".Salmo 139:9, 10. Ésta es una promesa verdadera: Dios está siempre donde nos encontramos. A medida que fuimos reconociendo que Dios es la esencia de nuestra vida, nuestros afectos se expandieron y encontramos cada vez más amigos en nuestro nuevo lugar, y nos sentimos menos extranjeros.

Cuando regresé para radicarme en los Estados Unidos, después de vivir muchos años en América Latina, África, el Medio Oriente y Europa Oriental, también me sentí desconectado de la sociedad. Mi situación familiar había cambiado. Mientras mi esposa y yo estuvimos fuera, nuestros padres habían fallecido sin que pudiéramos verlos por última vez, y nuestras familias parecían haberse separado. Extrañaba el intercambio natural de saludos y la calidez de las amistades que había tenido en el exterior. ¡No lograba encontrar la comida que me gustaba! Y en cierta medida también hallé barreras con el idioma, ya que la jerga popular había cambiado tanto, que a menudo no estaba seguro de lo que mis colegas me decían. Una vez más, era hora de orar para percibir que nunca habíamos estado separados de la calidez del amor de Dios.

A veces, parece que nos encontramos en "el extremo del mar", lejos de amigos, familia y los usos y costumbres a los que estamos habituados, pero podemos sentir la mano de Dios, dirigiéndonos, guiándonos y protegiéndonos de todo mal. También nos brinda consuelo, y si Lo seguimos, puede guiarnos para tener amistades sinceras. Mary Baker Eddy, fundadora de esta revista, escribió: "Dios es universal; no está confinado a ningún punto determinado, no está definido por dogma alguno, ni es propiedad de ninguna secta. No más para uno que para todos, Dios es demostrable como Vida, Verdad y Amor divinos; y Su pueblo son aquellos que Le reflejan—que reflejan el Amor".Escritos Misceláneos, pág. 150. El pueblo de Dios son "aquellos que Le reflejan", y eso incluye a toda la humanidad. En consecuencia, nos movemos siempre en el amor de Dios, rodeados de su familia universal. Siempre nos podemos sentir en casa.

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