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la curación metafísica

El abrazo infinito del bien

Del número de marzo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Joni tiene en su sitio Web una frase de Dante que fluye cual río desde el horizonte: "El bien infinito tiene brazos muy amplios".

Joni ha sentido el tierno abrazo de esos brazos amplios. Ha sentido que el bien fluye a lo largo de su vida. De vez en cuando, las aguas de la experiencia se han agitado y producido mucha espuma, incluso se han enfurecido, pero la han llevado, inexorablemente, hacia delante.

Joni asistió desde pequeña a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde le enseñaron sobre el alcance infinito de la bondad de Dios. Allí aprendió a confiar en que la bondad divina siempre le dará lo que necesite, incluso amor, salud y trabajo. Aprendió que, como ella dice, "la curación espiritual es tan natural y fundamental como la luz de la mañana. Es algo con lo que podemos contar".

Hace poco conversé con Joni sobre reflexiones que ha tenido acerca de la naturaleza de Dios y cómo se produce la curación. En nuestra conversación, comentó cómo podemos experimentar plenamente la totalidad y la armonía que todos deseamos. Dijo que es muy natural apoyarse en el modelo metafisico de atención a la salud en el cual la manera en que pensamos es tan fundamental. Comencé la conversación pidiéndole que me dijera cuál fue su momento decisivo, cómo llegó a ser practicista y maestra de la Ciencia Cristiana. Ella me contó que llegó a un punto muy bajo en su vida, la batalla que peleó para superar la desesperación, su dramática transformación y la senda de progreso que tomó.

El momento decisivo se produjo durante mi último año en la universidad. Estaba especializándome en inglés en la Universidad de Kalamazoo, en Michigan, Estados Unidos. Me sentía sumamente deprimida. Había tenido problemas de depresión en diferentes momentos de mi vida, pero nunca como lo que experimenté entonces. Sentía que mi vida era más sombría que nunca. Estaba muy atrasada en mi trabajo de tesis y lo único que quería era escapar de esa pesadilla. Durante las vacaciones del Día de Acción de Gracias, me quedé en la universidad a trabajar. Aquel fin de semana todo se definió. Aunque había tratado de encontrar respuestas buscando ayuda a mi modo, sentía que nada daba resultado.

Empecé a pensar en la manera de suicidarme: ¿Cuál sería la forma más fácil? ¿Qué pasaría? Mientras pensaba en esto, me vino calladamente un pensamiento: "El suicidio no va a resolver tus problemas, tienes que enfrentarlos". Al principio ese pensamiento me enfadó. ¿Qué clase de consuelo era ése? Pero luego empecé a escuchar. Sentí que algo realmente importante estaba detrás de ese mensaje, algo más grande y más profundo me estaba llamando, tratando de captar mi atención. Así que resolví escuchar. Decidí que insistiría, que haría todo lo que fuera necesario para escuchar. Aunque me tomara toda la noche, toda mi vida, yo escucharía. Me quedaría esperando hasta que recibiera la respuesta. No había nada más importante.

Dijiste que te vino el pensamiento de que el suicidio no resolvería los problemas que estabas enfrentando ¿Por qué no? ¿Qué quieres decir?

Más allá de las tinieblas en las que vivía y mi deseo de escapar, sentía la profunda tranquilidad de que la vida era demasiado grande como para poder destruirla. Cuando me vino ese pensamiento callado del que hablé, comprendí que no podía escapar de la Vida, Dios. No podía escapar de la autenticidad y bondad de mi propia vida, de la vida que Dios mismo había creado. Lo que tenía que desaparecer eran las tinieblas, no yo. En cierta forma comencé a ver que la depresión era tan solo una pantalla de humo, una distracción que trataba de impedirme responder a un llamado espiritual más profundo, el llamado de vivir con el poder, la gracia y la autoridad que Dios nos ha dado a todos.

De pronto, la inquietud de mi conflicto interno ya no me pareció tan perturbadora. Sentí que la luz, el progreso y la seguridad eran inevitables. Todo se tranquilizó, como si todo se hubiera detenido en completa paz.

Me lo imagino. He pasado muchos momentos así en mi vida, la luz atravesando las tinieblas, tormentas interiores que se han calmado, dejándome con esperanza. Tú le dijiste "No" a la muerte y "Sí" a la Vida porque escuchaste a los ángeles. Y estoy usando la palabra "Vida" como sinónimo de Dios. Le dijiste "Sí" a Dios, y "No" al opuesto de Dios, o sea a la muerte. Y asimismo, cuando hablo de ángeles no me refiero a seres misteriosos con alas, sino a los ángeles que Mary Baker Eddy define como "pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad ..."Ciencia y Salud, pág. 581. Estos ángeles de la Vida te inspiraron. Te hablaron calladamente de tu eternidad. Te dijeron que no puedes morir. La Vida es un Principio inmortal, con el cual tú y yo y todos los demás coexistimos y al cual expresamos, así como los rayos coexisten con el sol y lo expresan. Pienso que esos ángeles te movieron para que vieras tu naturaleza incorpórea, tu inmortalidad, tu unidad científica con la Vida divina inmortal e incorpórea. Cuéntame qué sucedió después.

Percibí que estaba mentalmente más tranquila que nunca. No sólo estaba dispuesta a escuchar, sino que quería escuchar. Entonces empecé a sentir que el vasto e infinito amor de Dios atravesaba esas tinieblas y esa desesperación. Me vinieron dos mensajes ... más ángeles. Primero, tuve la profunda sensación de pertenecer a algo, de que en el plan más grande de todas las cosas yo era esencial y necesaria, que era amada. Aunque nada había cambiado a mi alrededor, me sentí completamente liberada. Me sentí yo misma. Supe que estaba percibiendo la presencia de Dios. El segundo pensamiento-mensaje fue: "Joni, has estado siempre sentada a la vera de todo lo que has hecho en la vida, absorbiendo como una esponja todo pensamiento, sentimiento y situación. No tomas partido por nada. Usa las herramientas que tienes, lee la Biblia y Ciencia y Salud. Deja que ellos te ayuden a diferenciar entre lo que es real y lo que no lo es. Deja que te ayuden a reconocer la totalidad del bien y el amor que Dios siente por ti y por todos".

Ese segundo mensaje me ayudó a comprender por qué había estado tan inmóvil y los cambios que debía hacer de inmediato. A partir de ese día pasé tiempo estudiando la Biblia y Ciencia y Salud. Busqué respuestas espirituales y me esforcé por recurrir a Dios más conscientemente porque Él es mi brújula, mi ancla, mi Vida. Al hacerlo, empecé a sentir verdadera alegría, totalmente independiente de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Aunque mis amistades más cercanas no estuvieron en la universidad el siguiente trimestre, me sentí completa. Terminé mi tesis y me gradué con honores. Mis consejeros se sorprendieron mucho porque el proyecto no había tenido un buen comienzo, pero yo sabía que esos logros eran el resultado directo de recurrir a Dios. Sentí un alivio muy grande al darme cuenta de que nunca estaba sola, que ya no tendría que salir con buenas ideas o determinar el curso de algo por mí misma, que merecía ser amada, y que era inseparable de Dios, como una expresión directa de todo lo que Dios incluye. ¡Sentí una enorme sensación de libertad!

Puedo sentir tu libertad. Hemos hablado un poco de que Dios es la bondad divina, es la Vida, el Principio divino. ¿Qué más piensas de Dios?

Dios, mi amado Dios, cómo se puede poner en palabras la grandeza del Amor divino y sostenedor que lo abraza y lo incluye todo, hacer ahora mismo una pausa para sentir esta presencia apacible y omnipotente que lo abarca todo. El Amor que es Vida—el origen, el aliento, la fuente, el impulso de todo ser. El Amor que es Verdad—el bien que está presente y lo es Todo, es la verdad inexorable. El Amor que es Espíritu, Alma—el impecable orquestador de la vida, de pura gracia, belleza, paz, incesantemente real, la base única e indivisible, el fundamento, la esencia, la sustancia y naturaleza de todo lo que es.

Déjame agregar que Mary Baker Eddy define a Dios en Ciencia y Salud como "El gran Yo soy; el que todo lo sabe, que todo lo ve, que es todo acción, todo sabiduría, todo amor, y que es eterno; Principio, Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia".ibíd., pág. 587. Ahora, cuéntanos que sucedió después que sentiste que Dios te rescataba de una aterradora depresión.

Bueno, solicité entrar en el Cuerpo de Paz. Me dijeron que podía pasar un año y medio hasta que me mandaran a algún destino, pero seis meses después estaba en África. Enseñé inglés durante dos años a estudiantes de secundaria en Bobonong, Botswana. Pero antes de ir allí, tomé Instrucción en Clase en la Ciencia Cristiana. Fue la clase más importante que haya tomado en mi vida. Fue interesante que si bien mis estudios en la universidad me habían costado mucho trabajo, esta clase me ofreció un nivel totalmente nuevo de estudio, inspiración y vivencia práctica, y disfruté cada minuto de ella. Todas mis incógnitas sobre la vida fueron contestadas. Aunque sabía que lo que estaba aprendiendo imponía considerables demandas a mi vida diaria, sentí profunda tranquilidad y la certeza de que no había nada en la experiencia humana que pudiera estar lejos del alcance, el toque y el tierno amor de Dios. A partir de ese momento, supe que lo único que realmente quería hacer era practicar la curación en la Ciencia Cristiana. Esto respondió a mi anhelo de desarrollar una actividad individual, espiritual y social, a mi anhelo de encontrar respuestas, de poder ayudar a los demás, de responder de una forma más grande y universal, partiendo de mi propio pensamiento y vida.

Cuando salí del Cuerpo de Paz no sabía muy bien qué hacer. Busqué programas de postgrado en Chicago, y mientras leía un catálogo pensé: "¿Qué quieres estudiar realmente?" Yo sabía la respuesta: La Ciencia Cristiana. Luego me vino este pensamiento: "Entonces estudia eso, haz de la Ciencia Cristiana tu programa de postgrado, dedica tu vida a la práctica de la curación en la Ciencia Cristiana". A partir de ese día, eso fue lo que hice. Durante los primeros dos años de mi práctica, hice varios trabajos ocasionales: enseñé, fui revisora de manuscritos, camarera, ama de llaves. También serví como capellán voluntaria en un centro de salud mental en Chicago. Pero en mi corazón yo sólo tenía un trabajo: ser testigo de la totalidad y la bondad de Dios. De modo que en 1991, comencé a anunciar mi práctica de curación en el directorio del Journal. Pasé a ser miembro del Cuerpo de Conferenciantes en 1995 y serví en esa capacidad durante diez años. Posteriormente, en 2003, tomé clase Normal y me gradué de maestra de la Ciencia Cristiana. Sin duda es una aventura constante.

El teólogo e historiador inglés Thomas Fuller, del siglo XVII, dijo: "Siempre está más oscuro antes del amanecer". Tu gran aventura amaneció del momento más tenebroso que tuviste en la universidad.

Así es, y cuando pienso en esa época tan oscura, recuerdo que nunca dudé si el bien finalmente triunfaría o no. Aprendí que por más problemáticas que parezcan las cosas, sólo pueden impulsarnos hacia adelante, hacia la curación, para que descubramos la libertad, el propósito y el bien inherente a nuestra naturaleza que Dios nos ha dado.

Hace poco me dijiste que consideras que la curación no es tanto un suceso, como el "resultado de ser, sin esfuerzo y sin costura". ¿Qué quisiste decir con eso?

La curación no consiste en obtener algo que no tenemos, sino en recordar, percibir, quiénes somos realmente. Todos anhelamos encontrar la forma de ser sanos, completos, saludables, de volver a un estado original de pureza e integridad, de sentirnos en unidad y en sintonía con la armonía y la paz. Hay algo respecto a estos anhelos que no puede reprimirse. No desaparecen. Funcionan como una protesta ante cualquier lucha, como un mensaje o vislumbre interior de que ser sanos es innato. Estos anhelos nos instan a deshacernos de los fragmentos de lo que parece ser nuestro destrozado yo y descubrir que la bondad de nuestra identidad inmaculada no tiene costura alguna.

La experiencia me ha demostrado que debemos regresar a ese tranquilo reservorio que tenemos dentro para encontrar la verdadera fuente, las respuestas, la sabiduría y la certeza. Debemos descubrir que lo que anhelamos encontrar en cada aspecto de nuestra vida no está "allá afuera", sino a nuestro alcance, y que ya lo incluimos. Tenemos que confiar en esos apremios interiores, ser pacientes al aprender a escuchar, lo suficientemente humildes para perseverar, mientras el mundo trata de enfurecer todo a nuestro alrededor manifestándose como clamor, temor o distracción. Mary Baker Eddy comentó acerca de esto lo siguiente: "Pensar en ello acalla toda queja; el fuerte oleaje de las agitadas aguas de la vida se desvanece en espuma, y por debajo hay una estable y profunda calma".Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 19. La Ciencia Cristiana me ha enseñado que la curación no es un suceso, sino un descubrimiento. En su sentido más puro, la curación es como un agradable despertar, un silencioso reconocimiento de que todo aquello de lo que nos sentimos separados está realmente aquí: salud, paz, alegría, amor, libertad, abundancia, valía, propósito, oportunidad. Estas formas de bondad están aquí porque Dios está aquí. Cada uno de nosotros es una expresión constante, individual e inmediata de todo lo que Dios es. De modo que expresamos inteligencia, belleza, gracia, bondad, es decir, expresamos mucho más bien de lo que podemos empezar a comprender.

Estás hablando de un modelo de curación radicalmente diferente de los modelos populares, ¿no es así?

Correcto. Tenemos que dejar de tratar de arreglar las cosas. En lugar de eso necesitamos buscar la salud, la integridad, la unidad y la armonía inherentes que están por siempre establecidas en Dios. Anhelamos el bien porque es nuestro derecho natural, es nuestra naturaleza, no porque hayamos sido separados del bien o porque esté ausente.

¿Podrías dar un ejemplo? ¿Cómo funciona este modelo de curación que afirma que ya somos sanos?

Hace un tiempo recibí una llamada de alguien que se estaba preparando para tener su primer bebé. Aunque ella se esforzaba por parecer muy entusiasmada, estaba en estado de pánico. Acababa de ir al médico y le habían dicho que el nacimiento sería prolongado y muy doloroso. Mientras me contaba lo que le preocupaba, recurrí a Dios, escuchando esas potentes y tranquilas corrientes de Verdad. De pronto sentí que debía decirle que este nacimiento no era algo que se iba a producir, sino que ella y el bebé ya eran completos, que vivían, se movían y tenían su ser en Dios, con suficiente espacio para ser y hacer todo lo que fuera necesario. Dios gobierna y sostiene el desarrollo y manifestación de nuestros momentos con gracia, alegría y libertad. Percibí claramente que yo no tenía que resolver esa situación ni dejarme envolver por tratar de arreglar todas las creencias humanas acerca del nacimiento y la creación. Lo único que tenía que hacer era escuchar a Dios, el Espíritu. La conversación cambió de inmediato, fue como si encendieran una luz. Su temor dio lugar a la alegría, la paz y la seguridad. Para cuando terminamos la llamada telefónica ella había vuelto a ser la misma de siempre, alegre, animada, rebosante de felicidad.

Dos semanas después, justo cuando me preparaba para dormir, me llamó para decirme que habían comenzado las contracciones. Hablamos brevemente del gran amor que Dios sentía por ella y el bebé, y le dije que estuviera en completa paz, que oraría con ella y que me llamara cuando quisiera. Al hacer una pausa en mi oración para escuchar, tuve la sensación más apacible y certera de que todo ya estaba completo, expresándose exactamente de la manera que debía ser. Supe que ella y ese bebé estaban totalmente a salvo en las manos de Dios. Me sentí tan tranquila que me pareció natural acostarme. No obstante, nuevamente escuché y tuve la certeza de que Dios estaba a cargo de todo, yo no necesitaba orar por ello, atenderlo, ni pensarlo mejor. Durante la noche me desperté un par de veces, pero fue siempre con la claridad y tranquilidad de que Dios era Dios, que todo estaba en orden y a salvo para esta mamá y su bebé.

Me llamó por la mañana para decirme que ella y su esposo ahora tenían una hermosa niña. Me contó que dos horas después de haberme llamado habían ido al hospital. Después de revisarla, el médico le dijo que se fuera a su casa y regresara por la mañana que ellos inducirían el parto, que el saco amniótico no se había roto por completo y que se preparara para una noche larga y difícil. Ellos regresaron a su casa, pero volvieron al hospital tres horas más tarde. El personal médico le dijo que se fuera otra vez a su casa, pero ella insistió: "Por favor, revísenme porque creo que el bebé está por nacer". La bebé nació media hora después. Las enfermeras y los médicos no podían creer lo natural que había sido el parto. Cuando le trajeron a la bebé, ésta estaba llorando, pero su mamá comenzó a hablarle y la niña abrió los ojos, la miró, dejó de llorar y sonrió.

A mí me ha conmovido mucho el sentido tan claro que tuvo esta madre de que Dios es el Padre y Madre de su hija. Ella respeta la integridad espiritual y la perfección de esta bebé como hija de Dios, lo cual, a su vez, profundiza su respeto por su propia perfección e integridad. Toda esta experiencia estuvo rodeada de una gracia sublime. Pone de relieve y confirma la certeza del cuidado que Dios nos brinda a cada uno de nosotros, de que el bien nunca puede ser interrumpido, y que nosotros no necesitamos trabajar duramente para alcanzarlo. También es una indicación de que tenemos que recurrir a Dios y sólo a Él para saber la verdad acerca de nosotros. La presencia divina del Cristo está siempre aquí para recordarnos quiénes somos y qué es verdad, para restaurar nuestro sentido de las cosas, y producir a su vez la curación.

Ser testigo de la presencia transformadora de Dios es algo muy poderoso, pues nos eleva y nos da una vislumbre de la sustancia y relevancia espiritual de nuestra vida. La presencia transformadora de Dios nos abre los ojos y nos ayuda a comprender que la vida no es algo casual que está al alcance de quien la tome primero, sino que procede del Principio divino, el Amor, que gobierna el universo con orden, ternura y gracia. Cada uno de nosotros tiene el potencial de experimentar esto y de ayudar a otros a hacer lo mismo.

También me dijiste que has estado pensando mucho en la Ciencia divina, y que nadie puede apartarse del alcance de esta Ciencia.

Así es. La Ciencia divina es universal. Nadie está fuera de ella. Nadie está fuera de la presencia, el conocimiento, el gobierno y el poder divinos.

En cierto sentido, de eso hablas en tu sitio Web, ¿no es así?, cuando incluyes esa cita de Dante: "El bien infinito tiene brazos muy amplios".

Por eso me gusta tanto esa cita. Nadie, en ningún lado, puede estar fuera del abrazo infinito del Amor. La bondad es algo muy básico; algo con lo que todos nos podemos identificar y que todos anhelamos. Es una cualidad fundamental y universal del ser. Si podemos reconocer el bien, podemos comenzar a comprender la omnipresencia de Dios. Para mí, de esto se trata la Ciencia divina. Esta Ciencia nos ayuda a reconocer lo que ya es verdad, lo que es real acerca de quiénes somos, qué nos pertenece a todos, y cómo podemos experimentar la libertad ahora mismo. Me encanta la definición de Ciencia que da Mary Baker Eddy en su libro No y Sí: "Definida divinamente, la Ciencia es la atmósfera de Dios; ... "No y Sí, pág. 9. ¡Qué concepto increíble! ¿Acaso no vivimos todos en la atmósfera de Dios? Todo lo que existe vive, se mueve y expresa la sustancia y presencia de Dios, Su naturaleza, esencia y carácter. Lo que Dios es, y las leyes que explican al Divino, no pueden reducirse a una denominación, secta o religión en un sentido teológico u organizacional. Es demasiado grande para eso. Es infinito. Le pertenece a todos; nadie está fuera de la bondad de Dios. Nadie puede estar separado de la seguridad, la libertad, la integridad, la santidad del Amor divino y su gobierno del ser que lo abarca todo. Y Dios no puede ser privado de que alguien Lo exprese.

Pensar acerca del mundo bajo esta luz me da esperanza, aliento y certeza. Todos pertenecemos a Dios. Cuando seguimos la simple admonición de Jesús de conocer lo que es verdad, buscar lo que es verdad, honrar lo que es verdad, por más diferente que sea la perspectiva de otra persona, nuestra experiencia se transforma en una travesía de descubrimiento para amar y nutrir, que respeta la integridad divina que todos ya incluimos.

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