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la curacion metafisica

El deseo de sanar

Del número de marzo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


Se ha dicho que muchas niñas de escuela primaria en algún momento sueñan con tener un caballo, y que muchos varones adolescentes que practican deportes sueñan con competir en las Olimpiadas y/o jugar en las ligas mayores, ya sea de béisbol, rugby, fútbol o cualquier otro deporte. No obstante, sólo un pequeño porcentaje de ellos cumple sus sueños.

De manera similar, es probablemente cierto que casi todas las personas que han tenido una curación en la Ciencia Cristiana sienten el deseo de sanar a otros, pero sólo un pequeño porcentaje cumple ese sueño tanto como les gustaría.

Esto plantea algunos interrogantes: ¿Por qué razón una simple curación en la Ciencia Cristiana inspira el deseo de sanar a otras personas? ¿Por qué tan solo unos pocos logran cumplir ese sueño? ¿Cómo se puede cumplir ese deseo?

Por qué surge el deseo

Al mirar desde la ventana de mi estudio en este momento, veo del otro lado de la calle un cantero de arbustos en flor. El cielo está cubierto, pero a pesar de que la luz del sol no brilla tanto el amarillo de esas flores resplandece y es tan radiante como una enorme fogata.

El arbusto, una forsitia, no lo hace por sí mismo. Un botánico diría que son las leyes materiales de la naturaleza los que hacen que florezca, pero hay algo más. Para el Científico Cristiano que discierne las ideas espirituales donde los objetos materiales parecen estar—para el pensador espiritual que trata de comprender la metafísica que "resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos de los sentidos por las ideas del Alma"Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 269.—la forsitia es una idea divina gobernada por las leyes de Dios que hace que la misma florezca con ese vibrante color espiritual.

Algo semejante ocurre con el deseo de sanar a los demás en la Ciencia Cristiana. El anhelo que una sola curación produce en nuestro corazón no es nuestro. Nosotros no generamos ese amor tan tierno. Un psicólogo puede que ofrezca una explicación humana, pero para el Científico Cristiano, cuyo corazón de pronto se ve gratamente conmovido por un afecto antes desconocido, es el poder del Espíritu Santo, el vívido sentimiento del Cristo, el amor de Dios por toda Su creación, resplandeciendo en él. Queremos sanar porque no podemos evitar querer sanar. El amor, puro e inocente como un niño, que produjo la curación entraña un deseo natural e irreprensible de compartirlo. Los dos están tan unidos como la luz y el calor. Somos como un niño pequeño que involuntariamente sonríe cuando su papá entra en la habitación. Somos como la forsitia que llamea y la luciérnaga que fulgura naturalmente. Dios está haciendo en nosotros tanto "el querer como el hacer, por su buena voluntad".Filipenses 2:13. Deberíamos sentirnos cómodos con este deseo y permitir que Dios lo alimente.

La curación en la Ciencia Cristiana, que para muchos parece misteriosa, entraña el descubrimiento o el discernimiento—a veces muy pequeño, otras grandioso—del cosmos espiritual que se encuentra más allá de la materia. Es el más grande de los descubrimientos; mucho más grande y profundo que el que hace el astrónomo que ha vislumbrado una nueva galaxia y no ve el momento de compartirlo con el mundo, o el descubrimiento hecho por un físico quien calcula matemáticamente y luego verifica una nueva partícula, y está ansioso de contárselo a sus colegas.

El descubrimiento espiritual en la Ciencia Cristiana es más grande que éstos, porque es el discernimiento más allá de la materia misma, es el discernimiento de la verdadera sustancia espiritual, de aquello que es materialmente invisible. Acompaña la curación en la Ciencia Cristiana porque ésta se basa en la comprensión espiritual. Revela lo que realmente existe allí donde parece estar la materia. Es una vislumbre de la realidad cósmica. Y trae con ello lo que se podría llamar la reverencia del amor, el urgente deseo de compartir este descubrimiento con otros mediante la curación. Este deseo no debe sorprendernos porque es muy natural. Algunos quieren gritarlo desde las azoteas, como me dijo un amigo hace poco. Otros simplemente quieren que Dios los guíe a tener experiencias en las que puedan calladamente compartir, mediante la curación, aunque sea un poco de lo que ellos han percibido. Pero para todos es el amor más altruista. No es por reconocimiento personal o para obtener ganancias. Es para la gloria de Dios.

Jesús dijo simplemente: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo".Juan 5:17. La Sra. Eddy fue de igual manera fuertemente conmovida por este amor, y puso su sentimiento en estas simples palabras:

Es mi oración hacer el bien, por Ti, Señor; de amor ofrenda pura es, do guía Dios.Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 253.

Por qué el deseo no siempre se lleva a cabo

La mayoría de los niños se ven enfrentados con la competencia. Si no es cuando los empujan porque otro chico quiere subir primero al autobús de la escuela, es el deseo de que los elijan primero en el equipo, o de sentarse más cerca del que está contando un cuento. Algunos dicen que es parte de la naturaleza humana, pero cuando yo era niño, mi papá criaba perros cocker spaniel, y vi que hasta los cachorros recién nacidos, que son temporalmente ciegos, competían entre sí para mamar.

La competencia está arraigada en la vida humana, aparece muy precozmente y se extiende hasta la edad adulta. Hasta los discípulos compitieron ante su Maestro para determinar quién sería el más grande,Véase Marcos 9:33, 34. y la esposa de Zebedeo trató de promover a sus dos hijos hablando con Jesús.Véase Mateo 20:20–23. Pero no se trata simplemente de quién tiene la granja o la compañía de camiones más importante, quién vive en la casa más grande, quién es elegido para ocupar el puesto más alto o corre más rápido los 100 metros. A nivel más profundo, ¿no se trata acaso de quién ha de tener las ideas que tendrán preponderancia?

Toda tendencia del pensamiento humano hacia lo que es bueno, moral y puro, honrado e inteligente, progresivo y noble, enfrenta resistencia. Cualquier cosa que sea mejor que las normas de la materia aceptadas actualmente, encuentra oposición porque es una amenaza a las condiciones de la materia. Lo que se opone al Cristo, a la bondadosa Verdad de Dios de que todas las cosas son espirituales, es lo que Pablo llamó la mente carnal, o la insistencia mesmérica de que la materia y sus leyes gobiernan el universo.

Para aquellos que anhelan practicar la curación mediante la Ciencia Cristiana, la oposición de la mente carnal es particularmente intensa. La razón es que la teología de la Ciencia Cristiana embiste con mayor profundidad y éxito contra las teorías de la materia que contra ningún otro concepto. Pone de manifiesto la falsedad de la materia en la ciencia, la teología y la medicina. En soberbia autodefensa, estos sistemas resisten la Ciencia Cristiana con más persistencia y sutileza, que cualquier otro sistema de pensamiento que compite con ellos y se basa en la materia. Los Científicos Cristianos hemos descubierto que siempre que hacemos el bien a nivel espiritual, el mal parece estar presente para oponerse a ese bien tan ciertamente como una pelota lanzada al aire tiene que caer. Incluso parece que cuanto mayor es nuestro amor por servir, más insistentes son las distracciones del mundo. Un practicista me contó que en una ocasión, cuando tenía que hacer un trabajo importante de oración por un paciente, ¡comenzó a distraerse pensando en cuánta gasolina le quedaba en su automóvil!

La Sra. Eddy llama a estas distracciones que nos apartan del amor tierno, propio del Cristo, magnetismo animal. Ese es el término científico que usa para referirse al intento de abatir—mediante las tentaciones que nos vienen al pensamiento—nuestro natural afecto por el bien y sustituirlo por una atracción hacia el mal. Pasa de ser una competencia, a una abierta agresión. Es, o bien malicioso contra la santidad, o ignorante de la santidad. La forma maliciosa no sólo reprime el deseo que tiene un Científico Cristiano de sanar a otros, sino que intenta hacerle daño en el proceso. La forma ignorante es demasiado torpe como para valorar el bien, y con indolencia prefiere el mal.

Los argumentos que vienen al pensamiento de que uno no puede sostenerse a sí mismo y a su familia mediante la práctica de la Ciencia Cristiana, o que no tiene suficiente entendimiento como para sanar a otras personas, o que uno nunca atraería pacientes, todos ellos son obvias sugestiones del magnetismo animal. También son mentiras. Dios sostiene lo que Él inspira. Cada una de estas sugestiones es una vulgar oposición al deseo natural de sanar mediante el sistema que Dios ha dado al mundo en la Ciencia Cristiana, la cual es el Consolador que Jesús prometió.Véase Juan 16:7. Todo lo que se opone al cumplimiento de la profecía del Maestro se opone a Dios y a Su Cristo y no tiene autoridad verdadera.

Cómo llevar a cabo el deseo

Si no se ha encontrado un mentor en la práctica de la Ciencia Cristiana, o si no se tiene confianza en la habilidad para sanar, el amor tierno de Dios compensará esas limitaciones tan ciertamente como el sol sale por la mañana. "El amor nunca deja de ser", promete Pablo.I Corintios 13:8. Si uno todavía no comprende cómo elegir a los pacientes con sabiduría, o cómo equilibrar la ley humana con los estatutos divinos, o no entiende por qué no se debe tratar de mezclar el tratamiento de la Ciencia Cristiana con sistemas inferiores, o la diferencia que existe entre la oración científica, el tratamiento espiritual y la manipulación mental, puede encontrar todas estas respuestas en Ciencia y Salud. En este libro no hay nada que no esté dicho para guiar totalmente al sanador espiritual. Asimismo, muchos pueden recibir apoyo mediante la Instrucción en Clase de un maestro autorizado de la Ciencia Cristiana que se anuncie en The Christian Science Journal y en El Heraldo de la Ciencia Cristiana.

La cuestión es que Dios es quien despierta en los Científicos Cristianos todo deseo humilde y sincero de sanar a otros, y ese mismo Dios sustenta y responde a ese deseo. Es como las fuerzas que causan que la forsitia florezca y a su vez envían la lluvia y los rayos del sol para nutrir sus pimpollos. "No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino".Lucas 12:32.

Sin duda, ese deseo de bendecir a los demás mediante el amor y la curación propia del Cristo, puede estar totalmente protegido. El sistema de la Ciencia Cristiana no es más impotente ante el mal ignorante o malicioso, que los rayos del sol ante una nube cargada de lluvia, o la primavera ante la amenaza de ser detenida por el invierno. La ley y el amor de Dios son supremos sobre toda sugestión del mal. "El mal no es supremo; el bien no carece de poder; ni son primarias las llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu".Ciencia y Salud, pág. 207.

Tener el deseo de sanar mediante la Ciencia Cristiana es un deseo santo. Proviene de Dios. El Dios que impulsa el deseo, lo apoya y lo lleva a cabo en todos aquellos que confían en Él. La Ciencia Cristiana enseña que Dios es todopoderoso, de manera que el mal carece de poder sin importar qué forma parezca asumir. El mal no es más influyente que los fantasmas que, como bien sabe la gente razonable, son imaginarios. Ninguno de ellos ha tenido nunca verdadera influencia. Si alguien cree en ellos, sólo tiene que despertar y percibir la verdad de que Dios es todo, y así liberarse de esa creencia, como cuando despierta de un sueño nocturno.

La Ciencia Cristiana tiene un destino universal. Dios la envía para salvar a toda la humanidad—a todo individuo—delmal. No se trata de una teología hecha por los hombres que se esfuerza por explicar los misterios cósmicos del bien y del mal. No son teorías humanas que como una pistola de juguete se dispara contra un animal enfurecido y peligroso que anhela la dominación material, tampoco es una choza frágil que se usa para protegerse contra un violento tifón. Es el puerto seguro de la humanidad. Es el mensaje final y divinamente inspirado de la curación espiritual que Dios envía al hombre y que define toda la realidad. Su descubridora es Mary Baker Eddy. Ella la comprendió mejor que nadie en su época y en la nuestra, y describe su descubrimiento de la siguiente manera: "No es una búsqueda de sabiduría, es sabiduría: es la diestra de Dios que tiene asido al universo—todo tiempo, espacio, inmortalidad, pensamiento, extensión, causa y efecto; que constituye y gobierna toda identidad, individualidad, ley y poder".Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 364.

La curación espiritual es la esencia de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy fundó la Iglesia de Cristo, Científico, y pidió que todos sus miembros fueran sanadores.Véase Manual de La Iglesia Madre, pág. 92. El deseo de sanar a otros es tan natural para el Científico Cristiano como es el deseo del petirrojo de cantar y de la forsitia de florecer. Todo aquel que responde a este deseo está respondiendo a un llamado de Dios y está a salvo. No existe mal que se oponga, retrase o frustre el plan que tiene Dios para Sus "pequeños", que somos todos nosotros.

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