Repasemos por un momento los hechos que llevaron a lo que en la historia cristiana se conoce como el día de Pentecostés.
Las autoridades habían reprimido brutalmente al pequeño pero creciente movimiento cristiano. Habían crucificado a Cristo Jesús y obligado a sus seguidores a esconderse. Pero aquella mañana, se había reunido un grupo que había visto reaparecer vivo a Jesús después de haber estado tres días en la tumba, y pocas semanas después, lo vio desaparecer en una nube. Nada remotamente parecido había ocurrido durante siglos desde la época de Elías.
Cuando esos seguidores estaban reunidos "unánimes juntos",Hechos 2:1. de pronto percibieron la presencia de Dios con tanta intensidad, que se sintieron como en el cielo aunque se encontraban sentados en una simple casa. El efecto que esto tuvo en ellos fue maravilloso. Algunos, que por temor se habían mantenido callados, comenzaron a contar lo que habían aprendido de Jesús a todo aquel dispuesto a escucharlos. Si bien, todavía enfrentaban una feroz oposición, algo había cambiado. Después que el Espíritu se hubo derramado sobre ellos aquel día, los discípulos comenzaron a enfrentar la oposición con renovada confianza. Aunque eran públicamente condenados, puestos en prisión y golpeados, se negaron a dejar de predicar y sanar en el nombre de Cristo. Fue así como la iglesia creció en amor, en unidad y en número.
Una manera de describir el cambio que ocurrió el día de Pentecostés podría ser que los discípulos de estar a la defensiva, pasaron a estar a la ofensiva. ¿Qué produjo el cambio? ¿Qué les dio el valor de salir y demostrar el camino del Cristo para escapar del pecado, el sufrimiento y la muerte, a un mundo que lo necesitaba desesperadamente? Es importante responder a estos interrogantes si queremos que el poder del Espíritu Santo se haga cargo de nuestra vida y de nuestras iglesias, y nos haga mejores modelos y sanadores para los que nos rodean.
Mary Baker Eddy definió esta postura ofensiva cuando escribió: "La espiritualidad asedia abiertamente al materialismo. ¿En qué bando estamos peleando?"Ciencia y Salud, pág. 216. Esto invita a la reflexión. La verdad es que parece como si el materialismo estuviera asediando la espiritualidad, en vez de ser al revés. La agresividad de los argumentos de que sólo las soluciones materiales pueden traer seguridad a nuestra vida, tiende a intimidar y desmoralizar incluso a aquellos que confiarían naturalmente en Dios y en la vida espiritual para dar una mejor respuesta a sus necesidades.
No obstante, fortalece mucho pensar que la espiritualidad—esa semejanza divina que, como Jesús probó, es nuestra naturaleza verdadera—está realmente a la ofensiva contra las afirmaciones de que la materia y el mal tienen el control. En lugar de sentir que el materialismo nos está atacando, podemos tomar consciencia de lo que está ocurriendo realmente. El Espíritu es el Amor divino, y el Amor es un verbo, es acción. El Amor actúa constantemente a través de nosotros, su creación. El Amor divino, expresado a través del amor sanador que sentimos mutuamente, asedia abiertamente la mentira de que el materialismo pueda predominar sobre la espiritualidad.
Una manera de describir el cambio que ocurrió el día de Pentecostés podría ser que los discípulos de estar a la defensiva, pasaron a estar a la ofensiva.
Somos llamados a pelear del lado de la espiritualidad. Los combatientes no sirven de mucho si no pueden ver al enemigo. Los guerreros espirituales necesitan estar alerta a las formas que adopta el materialismo y neutralizarlas. Una forma es la sugestión de que Dios no puede sanar, o que obra a través de medios materiales que pueden o no dar resultado (es decir, que la materia es suprema). Otra forma es que no somos capaces de comunicarnos con Dios (es decir, que somos mentes materiales separadas). La Ciencia Cristiana derrota estas mentiras con la verdad de que el Espíritu es Todo y que la materia no existe. La Mente divina es una y nosotros somos uno con ella.
Otra forma que asume el materialismo es apartarnos de la iglesia. No obstante, la descubridora de la Ciencia Cristiana, quien cuidaba como una madre del progreso espiritual de los Científicos Cristianos, fundó una Iglesia para ayudarlos a crecer y los llamó a participar en ella de todo corazón.Véase Manual de la Iglesia, págs. 44 y 45. El materialismo presenta la iglesia como una organización material en decadencia. En vez de ceder a esta sugestión, podemos iniciar nuestra ofensiva espiritual y construir en nuestro corazón una iglesia llena de amor e inspiración.
No es poco significativo que el Espíritu Santo haya descendido sobre los discípulos cuando estaban "unánimes juntos", estando uno con Dios y en unidad el uno con el otro. Cuando nos unamos en la fortaleza colectiva de nuestra práctica diaria de la espiritualidad, el amor Pentecostal estará allí presente con toda su fuerza sanadora.
