Repasemos por un momento los hechos que llevaron a lo que en la historia cristiana se conoce como el día de Pentecostés.
Las autoridades habían reprimido brutalmente al pequeño pero creciente movimiento cristiano. Habían crucificado a Cristo Jesús y obligado a sus seguidores a esconderse. Pero aquella mañana, se había reunido un grupo que había visto reaparecer vivo a Jesús después de haber estado tres días en la tumba, y pocas semanas después, lo vio desaparecer en una nube. Nada remotamente parecido había ocurrido durante siglos desde la época de Elías.
Cuando esos seguidores estaban reunidos "unánimes juntos",Hechos 2:1. de pronto percibieron la presencia de Dios con tanta intensidad, que se sintieron como en el cielo aunque se encontraban sentados en una simple casa. El efecto que esto tuvo en ellos fue maravilloso. Algunos, que por temor se habían mantenido callados, comenzaron a contar lo que habían aprendido de Jesús a todo aquel dispuesto a escucharlos. Si bien, todavía enfrentaban una feroz oposición, algo había cambiado. Después que el Espíritu se hubo derramado sobre ellos aquel día, los discípulos comenzaron a enfrentar la oposición con renovada confianza. Aunque eran públicamente condenados, puestos en prisión y golpeados, se negaron a dejar de predicar y sanar en el nombre de Cristo. Fue así como la iglesia creció en amor, en unidad y en número.
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