Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El pensamiento y la salud

Del número de marzo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La comprensión de nuestra identidad espiritual como la expresión del ser de Dios puede producir una extraordinaria transformación.

¿En qué consiste la salud o estar sano? ¿Qué lo compone? Los que están a cargo de la atención a la salud se han planteado estas preguntas desde la antigüedad. Y actualmente se suma, además, el creciente interés en las influencias mentales sobre la salud. Hace poco leí un libro que me fascinó: Why People Get Sick: Exploring TheMind Body Connection (Por qué se enferma la gente: Explorando la conexión mente-cuerpo).Why People Get Sick: Exploring The Mind Body Connection. Darian Leader and David Corfield. El mismo examina este tema, debatido por tanto tiempo en el campo de la atención a la salud, respecto a los factores mentales que influyen la salud de una persona. Recuerdo que en una ocasión leí que cuando le preguntaron a Louis Pasteur —"considerado el padre de la medicina moderna" — por qué la misma medicación afectaba a los pacientes de manera diferente, él comentó que tenía que ver con el "terreno" del paciente, refiriéndose a la perspectiva mental. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, era contemporánea de Pasteur, y a través de su práctica de la curación espiritual ella ahondó profundamente en las influencias mentales que afectan la salud para bien o para mal. Finalmente aprendió que la consciencia espiritual, o el reconocimiento de Dios y Su naturaleza totalmente buena, establece la salud; mientras que factores en el pensamiento humano, como el temor o el egoísmo, debilitan el sentido espiritual y, por lo tanto, la salud. Su descubrimiento de la Ciencia Cristiana demuestra que la salud siempre ha dependido de nuestra creciente comprensión de la naturaleza divina y de nuestro compromiso de vivir constantemente las cualidades que reflejamos naturalmente de este Dios bueno y afectuoso. La comprensión de nuestra identidad espiritual como la expresión del ser de Dios puede producir una extraordinaria transformación. Y esta transformación no sólo se produce en nosotros, sino también en aquellos que mantenemos en nuestro pensamiento, como lo comprobó mi abuela hace años.

A principios del siglo XX, mi abuela, que anhelaba ser más útil a los demás, comenzó a estudiar un nuevo libro que encontró anunciado en un negocio, cerca de donde ella compraba sus comestibles. Como tenía pocos recursos, no podía comprar el libro, pero todos los días al ir de compras se detenía y leía algunas páginas. El libro cautivó su esperanza y sus deseos de tener una vida más fructífera, y le contestó muchas de las preguntas que se había planteado con su ardiente estudio de la Biblia. Regresaba a su casa todos los días muy contenta y llena de entusiasmo, ansiosa de compartir lo que había aprendido. Sin embargo, en su casa nadie estaba interesado. Todas las tardes ella salía al patio a colgar la ropa que lavaba para obtener más dinero para vivir. En la casa de al lado vivía un niño a quien ponían regularmente afuera en un corralito para que tomara aire fresco. La apariencia e incapacidad para comunicarse como los otros niños de su edad llamó la atención de mi abuela. (Posteriormente, se enteró de que el niño había nacido con ese problema.) Como no lograba encontrar a alguien con quien compartir lo que estaba aprendiendo de Ciencia y Salud en su casa, mi abuela comenzó a contárselo a este niño. Ella le explicó lo que estaba aprendiendo de la naturaleza de Dios y cómo este niño pequeño, por ser la imagen y semejanza misma de Dios, expresaba esa naturaleza totalmente buena por derecho divino.

Iniciar sesión para ver esta página

Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 2010

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.