Un domingo por la mañana, apurada porque tenía que salir, me tropecé en el primer peldaño de una escalera empinada de madera y caí desde más de dos metros de altura, golpeándome fuertemente en la cabeza. Perdí la consciencia y mi yerno me levantó del suelo y me acostó en un sillón del salón. Mi hija inmediatamente comenzó a orar y llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana para que nos apoyara con su oración. Luego volvió a llamarla porque yo no reaccionaba. A los pocos minutos abrí los ojos pero estaba totalmente confusa; no sabía dónde me encontraba, no recordaba lo que había ocurrido y tampoco recordaba nada de lo que había sucedido en los últimos meses de mi vida. Pero a pesar de la aparente confusión había algo firme en que apoyarme: sabía que Dios estaba conmigo, cuidando de mí todo el tiempo. No podía soltarme de Su mano, no podía separarme ni por un instante de Su abrazo tierno y protector.
Durante varios días continué orando como he aprendido a hacerlo en la Ciencia Cristiana; estableciendo en el pensamiento que mi verdadera identidad, por ser espiritual, nunca se había golpeado. Yo era una idea de Dios, y una idea no podía haberse caído. Luego me fue fácil rechazar la sugestión de que pudiera haber alguna consecuencia de algo que realmente nunca había sucedido.
Poco a poco los recuerdos fueron viniendo (aunque el accidente en sí nunca lo pude recordar), desapareció el dolor, y después de algunos días también desapareció un ruido intenso que había quedado en mis oídos. A la semana siguiente tuve que viajar y para entonces ya no quedaba ningún vestigio de lo ocurrido.
Esta experiencia me demostró la importancia de orar y reconocer a diario nuestra identidad espiritual. La Biblia afirma: "Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano".Salmo 37:24. Por eso es tan efectivo refutar desde un principio todo incidente, accidente o enfermedad, sabiendo que no tiene existencia real, y establecer de inmediato la verdad espiritual de que vivimos, nos movemos y somos en el Espíritu.Véase Hechos 17:28.
A mí me gusta comenzar el día con mi desayuno espiritual: la oración. Me ayuda a poner en orden el pensamiento. Cuando oramos estamos en comunión con Dios, reconociendo Su presencia, Su protección, para nosotros y nuestra familia. Eso nos brinda tranquilidad y nos prepara para tener un día armonioso.
En mi oración también reconozco que hay un solo Creador, un solo Dios, el Espíritu, que lo creó todo "bueno en gran manera". Él es la fuente de todo el bien, y disfrutamos de ese bien en nuestra experiencia cuando aceptamos sólo el testimonio del sentido espiritual que nos dice que lo real es la salud y la armonía. Por lo tanto, cualquiera sea la circunstancia humana que estemos enfrentando, debemos mirar más allá de las apariencias materiales y reconocer únicamente la verdad espiritual, sabiendo que la Mente divina nos está guiando.
Conocer nuestra relación con Dios es también fuente de fortaleza. La Biblia afirma: "Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas".Eclesiastés 9:10. Esto me hace pensar que no debemos limitarnos. Que cuando Dios nos pone delante un trabajo para hacer ya nos equipa con todo lo necesario para hacerlo. Nuestras herramientas espirituales son los buenos pensamientos, la seguridad en el bien, la inspiración que es movida por el amor que reflejamos del Amor divino, y estas herramientas constituyen la provisión de pensamientos que nos ayudarán a solucionar armoniosamente cualquier situación.
Otro aspecto importante de la oración es la gratitud. Siempre pienso que la gratitud es una puerta abierta al cielo porque cuando uno siente gratitud está reconociendo la presencia de Dios. Entonces cualquiera sea el problema, un accidente, una enfermedad, o incluso un conflicto o un malentendido, todo viene a resolverse en ese agradecimiento que reconoce la presencia del Amor.
Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dijo: "Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes".Juan 11:41, 42. Esa certeza, de dar las gracias incluso antes, sabiendo que el Padre siempre nos escucha, siempre responde, es la que nos sostiene en momentos difíciles. No hay lugar para el temor cuando tenemos confianza en Dios, el Amor omnipresente, y entonces podemos afirmar que todo está resuelto de antemano.
La oración nos da la fuerza que necesitamos para oponernos a todo lo que no venga de Dios, y llena nuestro corazón con la gratitud que siempre nos levanta, para mostrarnos que en realidad, nunca hemos caído.
Y ahora, algunas palabras de su hija
Hace más de cinco años que mi familia y yo vivimos la maravillosa curación que tuvo mi mamá después de una aparatosa caída en la escalera de mi casa. Pero a pesar del tiempo transcurrido, recuerdo como si fuera hoy la fuerza que me impulsó a confiar en la oración para ayudarla. La posibilidad de contar instantáneamente con este recurso, me dio una paz muy grande, y me brindó la certeza de que la vida de mi mamá estaba a salvo, que nunca se había apartado del tierno cuidado de Dios.
En aquél entonces yo estaba embarazada de seis meses esperando gemelos, y recuerdo que las ideas de la practicista que con tanto amor nos ayudó con su oración, me dieron en todo momento la fortaleza y la calma que necesitábamos.
La curación fue completa y muy rápida, sin períodos de convalecencia, y sin que quedara ninguna secuela. Y al igual que mi mamá yo seguí orando hasta poder afirmar en el pensamiento que como ideas espirituales nunca podemos caernos de los brazos del Amor.
Bucarest, Rumania
