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Una felicidad duradera

Del número de marzo de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué te hace feliz? ¿Una rosa blanca, un libro interesante, una buena película, grata compañía?

Todos anhelamos tener una felicidad duradera que no dependa de logros humanos o materiales, sino que sea parte intrínseca de nuestra naturaleza espiritual y, por ende, permanezca con nosotros para siempre. Cristo Jesús insistió en que, para obtenerla, primero debíamos buscar el reino de Dios que ya está presente en cada uno de nosotros, y que todo lo demás se manifestaría naturalmente, por añadidura.Véase Mateo 6:33.

"Cristo nos hizo libres",Gálatas 5:1. afirma el Apóstol Pablo. El Amor divino nos ha dado la capacidad para liberarnos de los pensamientos que tratan de convencernos de que sólo podemos encontrar felicidad en la materialidad.

Durante el año hay varias celebraciones que invitan a la reflexión y a la renovación interior. Pero, ¿qué pasaría si hiciéramos esto todos los días, si nos esforzáramos por comenzar cada mañana reconociendo que nuestra verdadera identidad—y la de todos—es espiritual y perfecta? ¿Acaso no veríamos los desafíos que se nos presentan desde una perspectiva diferente? Por ejemplo, si en lugar de pensar en todos los errores que se cometen, pensáramos en ideas constructivas para traer soluciones, se abrirían incluso puertas que jamás imaginamos y veríamos infinitas posibilidades de progreso.

No podemos estar siempre a la espera de que otro dé el primer paso. La humanidad toda está compuesta de pensadores inteligentes y nuestra manera de pensar es importante para el logro de la felicidad. La felicidad es responsabilidad de todos, por lo que cada uno debe aportar su granito de arena espiritualizando su pensamiento, un poquito hoy, otro poquito mañana.

Como bien afirma, Mary Baker Eddy en uno de sus escritos: "La felicidad es espiritual, nacida de la Verdad y el Amor. No es egoísta; por lo tanto, no puede existir sola, sino que requiere que toda la humanidad la comparta".Ciencia y Salud, pág. 57.

En este número de El Heraldo una colaboradora nos habla acerca de la resurrección en la era moderna, otro de la influencia tan grande que tiene el pensamiento en nuestra salud. Mientras que un tercero nos plantea el importante desafío de dejar de dar preponderancia a la materia y reconocer la supremacía que tiene la Mente divina en nuestra vida diaria. Como siempre, publicamos experiencias de curaciones, en esta oportunidad de enfermedad bronquial, de insomnio y de una seria caída.

Confiamos querido lector en que estas páginas te invitarán a reflexionar acerca de tu identidad espiritual y a encontrar esa felicidad por la que sí vale la pena luchar.

Con gran afecto,

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