En un momento de mi vida pasé por una etapa donde parecía que muchas cosas que consideraba buenas iban desapareciendo o estaban en peligro de hacerlo. Había finalizado una relación amorosa con la cual me sentía muy ligada y al mismo tiempo, en mi trabajo hicieron una reestructuración que generó una nueva escala de grado de puestos. Esto me obligaba a concursar nuevamente por la posición que ya tenía, con el riesgo de que si no aprobaba perdería el cargo. La situación me parecía muy injusta y no me sentía en condiciones anímicas de enfrentar este desafío.
Comencé a tener una anormal caída del cabello, lo que me hacía sentir alarmada y con una tristeza muy grande. Un día, le pedí ayuda mediante la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien, entre otras cosas, me dijo que no podía perder nada del bien que Dios me había dado, pues yo era completa. Esta idea me impactó.
Esa tarde, iba de camino al supermercado, absorta en mis pensamientos y orando con esa nueva idea, cuando de pronto, un joven se me echó encima y me quitó el monedero que llevaba debajo del brazo. Con un acto reflejo que me sorprendió, le quité de su mano el monedero y lo apreté contra mi pecho. Él forcejeó conmigo intentando recuperarlo, mientras yo le decía que se fuera y me dejara en paz. Al final, así lo hizo, retirándose en una motocicleta que pasaba, sin hacerme daño alguno. En ningún momento tuve miedo ni un mal sentimiento hacia él.
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