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Su herida se cicatriza y también su corazón

Del número de mayo de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante más de un año y medio tuve una herida abierta en una pierna que no cicatrizaba. Por más que oraba con constancia por eso, no sanaba. Admito que tuve momentos de impaciencia y mucha voluntad humana, pues quería que la curación se produjera ya. Percibí que duda había algo en mi pensamiento que trababa la curación.

Un día, leí en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que cuando la curación parece tardar en manifestarse, es bueno recordar que la actividad purificadora del Cristo ya está sucediendo y que es inevitable e irreversible. Si nos convencemos de esto, no puede producirse otra cosa que la curación. Dios es el único sanador y sana a través de la luz de la Verdad, el Cristo, y la oración nos lleva hacia la luz, hacia la comprensión espiritual de nuestra verdadera y única identidad completa y perfecta. Nada puede frenar el poder sanador de la Mente omnipotente y la actividad del Cristo. También, al estudiar el libro Ciencia y Salud para obtener ideas me encontré con esta frase: “Tal como piensa un hombre, así es él”.Ciencia y Salud, pág. 166. Continué orando con estos conceptos diariamente, teniendo presente que la perseverancia era esencial para lograr la curación.

Un día, una de mis hijas me preguntó sobre la herida y me dijo: “Mamá, ¿no tendrás una herida que llevas en el corazón? ¿Por qué no oras con eso?”

Yo le contesté que sí, en efecto, la tenía, y le agradecí su ayuda. Esa “herida”, que tampoco sanaba era debida al divorcio de nuestro hijo y su esposa después de 23 años de casados. Ellos habían venido disfrutando de un hermoso hogar, buena posición económica, dos hijas amorosas y buenas, por lo cual aparentemente allí no faltaba nada. Continué orando para “soltar” ese tema que me dolía tanto y que me era difícil aceptar. Oré para saber que mis hijos son ante todo los hijos de Dios y que sólo Él sabía lo que sería mejor para ellos. Yo sólo debía perdonar y amar y no tratar de hacerme cargo de las cosas. Dios conoce nuestras verdaderas necesidades y el aprendizaje que cada uno debe hacer. Solté la tristeza y la desilusión, y durante los momentos de insomnio que tuve por varias semanas, seguí orando mucho.

Tiempo después, cuando una de mis nietas cumplió años, mi ex-nuera nos invitó a una reunión familiar en su casa. Asistirían varios amigos, los padrinos de mi nieta, los abuelos y otros familiares. Finalmente, mi marido y yo nos armamos de amor y fuimos. Nos encontramos en una reunión muy agradable, muy armoniosa, y todos tenían mucha alegría de vernos. Cuando regresamos a casa, agradecimos mucho a Dios por habernos unido en el sincero afecto que se sintió en el ambiente de la reunión. A los pocos días, mi herida en la pierna se cicatrizó perfectamente y nunca más tuve ese problema.

Nada nos puede quitar el gozo de amar al prójimo como Dios lo ama. Por esta nueva oportunidad de aplicar lo que aprendemos en la Ciencia Cristiana, doy infinitas gracias.

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