Durante más de un año y medio tuve una herida abierta en una pierna que no cicatrizaba. Por más que oraba con constancia por eso, no sanaba. Admito que tuve momentos de impaciencia y mucha voluntad humana, pues quería que la curación se produjera ya. Percibí que duda había algo en mi pensamiento que trababa la curación.
Un día, leí en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que cuando la curación parece tardar en manifestarse, es bueno recordar que la actividad purificadora del Cristo ya está sucediendo y que es inevitable e irreversible. Si nos convencemos de esto, no puede producirse otra cosa que la curación. Dios es el único sanador y sana a través de la luz de la Verdad, el Cristo, y la oración nos lleva hacia la luz, hacia la comprensión espiritual de nuestra verdadera y única identidad completa y perfecta. Nada puede frenar el poder sanador de la Mente omnipotente y la actividad del Cristo. También, al estudiar el libro Ciencia y Salud para obtener ideas me encontré con esta frase: “Tal como piensa un hombre, así es él”.Ciencia y Salud, pág. 166. Continué orando con estos conceptos diariamente, teniendo presente que la perseverancia era esencial para lograr la curación.
Un día, una de mis hijas me preguntó sobre la herida y me dijo: “Mamá, ¿no tendrás una herida que llevas en el corazón? ¿Por qué no oras con eso?”
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!