Estando con casi tres meses de embarazo comencé a tener una hemorragia muy fuerte, por lo cual mi familia me llevó a una clínica. El médico que me atendió diagnosticó que el embarazo no iba a llegar a buen término y que era necesario hacer un aborto. Luego ordenó que se me hiciese una ecografía.
De inmediato me puse a pensar en lo que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana y recordé un pasaje muy hermoso de la Biblia, que relata la historia del profeta Eliseo cuando la ciudad donde vivía es sitiada por el ejército de Siria. En esa instancia el criado, muy asustado, le preguntó a Eliseo: “¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?” Y el profeta le contestó: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Luego Eliseo oró a Dios y le dijo: “Te ruego que abras sus ojos para que vea. Entonces el Señor abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”. 2 Reyes 6:15–17. Esta oración hizo que el siervo viera que en realidad el Amor divino los estaba protegiendo.
Yo pensé que si Dios los había protegido a ellos, a mí también me daría esas bendiciones. De modo que oré para que la doctora que me estaba haciendo la ecografía abriera los ojos y viera que mi bebé estaba protegido en Dios. Poco después, me dijo que estaba maravillada porque podía ver que el bebé estaba bien. Luego me recomendó que simplemente guardara reposo.
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