Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana estaba viviendo una situación difícil. Mi esposo y yo nos habíamos divorciado; nuestro hijo vivía con él y había empezado a tomar drogas. Esta adicción había cambiado su carácter y se peleaba con frecuencia con la gente que lo rodeaba; nunca estaba a gusto con nada.
Un día, conocí a un estudiante de la Ciencia Cristiana que había sido adicto a las drogas e incluso estuvo en la cárcel, y fue sanado totalmente mediante la oración. Esto me alentó.
Como vivo lejos de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, celebraba los servicios religiosos sola en mi casa, aferrándome de todo corazón al estudio de las Lecciones Bíblicas que se delinean en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Cuando veía a mi hijo trataba de compartir con él las verdades espirituales que estaba aprendiendo sobre la identidad espiritual del hombre, sobre su herencia de libertad de todo mal. Muchas veces rechazaba lo que le decía, no obstante yo continuaba orando por él.
Después de un tiempo, mi hijo vino a vivir conmigo y lo invité a estudiar las Lecciones Bíblicas y él aceptó gustoso. Incluso participaba en el servicio religioso y cantaba himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, que a él le gustaban mucho. Al poco tiempo, me dio dinero para que le comprara sus propios libros, la Biblia y Ciencia y Salud. Después encontró trabajo, y parecía estar más contento. Sin embargo, en casa el trato era un poco difícil y seguía tomando drogas.
Cuando oraba, siempre comenzaba por establecer en mi pensamiento lo que es Dios, el Amor divino y Su creación espiritual y armoniosa, que jamás puede ser alterada. Trataba de ver a mi hijo como Él lo hizo, perfecto, hecho a Su imagen y semejanza y sin ningún defecto.
Recordaba que el primer capítulo del Génesis dice que Dios les dio al hombre y a la mujer dominio sobre todos las cosas. Esto para mí quería decir que mi hijo era capaz de percibir su perfección innata que reflejaba de Dios. Por ser linaje de Dios, él no podía tener ningún deseo que no fuera puro y limpio. Yo lo veía gobernado por el Principio divino, siempre actuando bajo Su control.
Yo mantenía mi pensamiento firmemente en todo lo que era bueno y bello acerca de él, Recordaba el relato de la Biblia, cuando Jesús fue a la tierra de los gadarenos y salió a su encuentro un hombre que estaba “endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros”. Pero Jesús lo sanó, y cuando la gente de la ciudad fue a ver lo que ocurría, “hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio” (véase Lucas 8:27-36). Así persistía en mi oración, segura de que el bien triunfaría. Poco después pude comprobar esto cuando un día nos invitaron a una fiesta, y cual no sería mi sorpresa al ver que mi hijo se presentó bañado, vestido de traje y corbata y muy bien afeitado. Lo vi contento y sentí la convicción de que la oración realmente da resultado.
Ciencia y Salud nos enseña a rectificar lo que pensamos de los demás, y a mí me enseñó a desprenderme de la falsa imagen del hombre que quería presentarme la mente mortal. Yo sabía que aunque mi hijo continuaba tomando drogas, no soltaba sus libros. Estaba interesado en aprender y estaba avanzando espiritualmente.
Un día, tuvimos un desacuerdo y se fue de la casa. Yo continué orando por él y dos meses después recibí una carta donde me decía que estaba muy agradecido a Dios y a mí porque ya no tenía absolutamente ningún deseo de continuar con las drogas. Estaba completamente limpio, y con mucha gratitud porque no había tenido ningún efecto secundario. Había sanado por completo de la adicción.
Esto ocurrió hace ya muchos años. Hoy mi hijo está casado y tiene su propia familia. Sigue estudiando la Biblia y está sumamente agradecido por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana.
