Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana estaba viviendo una situación difícil. Mi esposo y yo nos habíamos divorciado; nuestro hijo vivía con él y había empezado a tomar drogas. Esta adicción había cambiado su carácter y se peleaba con frecuencia con la gente que lo rodeaba; nunca estaba a gusto con nada.
Un día, conocí a un estudiante de la Ciencia Cristiana que había sido adicto a las drogas e incluso estuvo en la cárcel, y fue sanado totalmente mediante la oración. Esto me alentó.
Como vivo lejos de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana, celebraba los servicios religiosos sola en mi casa, aferrándome de todo corazón al estudio de las Lecciones Bíblicas que se delinean en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Cuando veía a mi hijo trataba de compartir con él las verdades espirituales que estaba aprendiendo sobre la identidad espiritual del hombre, sobre su herencia de libertad de todo mal. Muchas veces rechazaba lo que le decía, no obstante yo continuaba orando por él.
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