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siempre activos y alertas

Una vida activa a cualquier edad

Del número de mayo de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

CHRISTIAN SCIENCE JOURNAL


Hace varios años, mi esposa y yo viajamos al estado de Washington para pasar el verano como anfitriones de campamento en el Parque Nacional del Monte Rainier. Esto me permitiría escalar la montaña, lo que llevaría dos días. Hacía ya más de 30 años que residía en el estado de Colorado, así que había vivido en regiones muy altas, más recientemente a 3300 metros de altura en una montaña cerca de Denver. A lo largo de los años, había llegado a la cima de muchos picos de 4300 metros de altura que tiene ese estado. El Monte Rainier tiene una elevación de 4400, así que no era mucho más alto y yo no me sentía intimidado. Siempre había querido escalar sobre hielo y nieve con sogas, hachas de hielo y crampones, pero debido a mi carrera nunca había tenido la oportunidad ni el tiempo disponible para realizar una escalada importante. Como ahora estaba jubilado, podía practicar y entrenar de antemano, además de tener el beneficio de una escuela de escalamiento y servicio de guía. Me pareció que era una actividad que podía realizar.

Cuando llegó el día de nuestra sesión de entrenamiento en un glaciar cercano, previo a la escalada, me sorprendí al ver que yo era por lo menos 25 años mayor que mis compañeros. En el camino al lugar de entrenamiento, tuve dificultades para mantener el mismo ritmo que ellos, me retrasé, y llegué tarde. Al fin del día, era claro que no podía desempeñarme al nivel requerido, y continuar con el grupo podría significar un peligro para los otros escaladores. Fue el día de mayor esfuerzo físico que jamás haya tenido, además de un decepcionante desafío mental. La tentación más difícil de superar era la creencia de que yo era “demasiado viejo” como para participar en un deporte de hombres jóvenes. Fue interesante que el experimentado entrenador y guía de nuestro grupo — que había llegado a la cima del Everest ocho veces — nunca sugirió que la edad pudiera ser un problema, sino que sólo era necesario tener un mayor entrenamiento antes de volver a escalar.

Luego me enteré que un hombre de 83 años hacía poco había escalado esa montaña. Allí me di cuenta de que la edad y el paso de los años nunca gobiernan mi habilidad de tener una vida activa. Con el tiempo empecé a comprender mucho más claramente la lección de esta experiencia. No era suficiente que yo me apoyara en un programa de entrenamiento físico y en una comprensión superficial de que por ser el reflejo perfecto de la Vida infinita (Dios), yo siempre expresaba fuerza, agilidad y vigor. Así como antes de dar algún examen es necesario hacer algo más que estar en buena “condición” académica, yo tenía que hacer algo más que estar en buena condición física y prepararme metafísicamente para la escalada.

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