Uno se pierde muchas cosas al viajar en la oscuridad, especialmente el recorrido de 45 minutos desde el Aeropuerto de Reno al Lago Tahoe en Nevada.
Recientemente, hice ese viaje a la medianoche y, como el personaje de la canción “Cautious Man” (hombre cauteloso) de Bruce Springsteen, “no vi otra cosa más que la ruta”. Dos días después, regresé a Reno y me di cuenta de los grandiosos paisajes que la oscuridad me había impedido ver. El recorrido en una mañana soleada reveló un panorama de colinas y montañas que fueron un festín de belleza para mis ojos aclimatados a las zonas urbanas.
Y esto me hizo pensar. ¿Qué podemos decir de las gloriosas vistas que nos estamos perdiendo si viajamos en la oscuridad mental de creer que la vida es exclusivamente material?
Por ejemplo, de acuerdo con el discernimiento de Mary Baker Eddy, hay “nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos” desenvolviéndose en cada etapa de nuestra experiencia (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 66). Estas son hermosas vistas de la vida espiritual, la vida verdadera que solo puede discernirse mediante una percepción divina y más profunda —el sentido espiritual— que cada uno de nosotros tiene inherentemente.
En contraste, el materialismo vela esa belleza divina. “Nuestros puntos de vista falsos sobre la vida ocultan la armonía eterna, y producen los males de que nos quejamos”, escribe Mary Baker Eddy (Ciencia y Salud, pág. 62).
¡La armonía eterna es un paisaje increíble como para perdérselo! De manera que vale la pena mantener la guardia contra la opinión falsa de que la vida material es la naturaleza de nuestra existencia. No lo es. Como mucho, un sentido material de la vida es una perspectiva limitada de algo que es enteramente más glorioso, y en el peor de los casos, incluye los argumentos de pesadilla de aquellos “males de que nos quejamos”: el pesar, la soledad, la escasez, la enfermedad, el pecado.
Otra forma de describir la armonía eterna es ver la vida como Dios la ve. La Biblia dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). ¡Qué panorama más maravilloso! Y comprendiendo que esto era verdad, Cristo Jesús describió que el reino de Dios, o reino de los cielos —es decir, Dios gobernando supremo, sobre todo— está siempre cerca (por ejemplo, Marcos 1:15). El Salvador estaba señalando la libertad que sentimos siempre que estamos espiritualmente conscientes de que somos gobernados por las leyes del bien de Dios.
No obstante, Jesús también estaba profundamente consciente de que el pensamiento humano puede estar atascado en la oscuridad de definirse a sí mismo materialmente. Para experimentar ese reino de los cielos, el Salvador dijo que teníamos que cambiar nuestro corazón y mente, y “creer en las buenas nuevas” (Mark 1:15, J. B. Phillips, The New Testament in Modern English).
De acuerdo con la Ciencia Cristiana, estas buenas nuevas es que el reino de Dios es verdaderamente lo único que está cerca. Comprendemos esta perspectiva sanadora a medida que cedemos a la idea espiritual de que solo hay un Ego, o inteligencia gobernante, una Mente divina. El hecho de comprender y aceptar esta verdad universal puede cambiar lo que experimentamos.
Por ejemplo, Ciencia y Salud dice que una comprensión de este Ego único, o Mente, “hace el cuerpo armonioso; hace de los nervios, los huesos, el cerebro, etc., siervos, en lugar de amos” (pág. 216).
Como muchos, he tenido la oportunidad de probar este punto de vista en mis viajes. Aquel viaje que hice recientemente de Londres a Nevada fue uno de nueve vuelos que realicé en doce días, incluidos el viaje transatlántico y a través de los Estados Unidos, que me llevaron por varios husos horarios diferentes. Sin embargo, nunca sufrí de cansancio por viajar, algo que en una ocasión me había preocupado mucho.
El cambio se produjo cuando me presentaron la idea divinamente científica de que no tenemos que arrodillarnos con deferencia servil ante las creencias materiales comúnmente asociadas con el cuerpo. Mediante la oración, percibí que todo momento de bienestar es totalmente independiente del tiempo, pues resulta del hecho eterno de que el Espíritu divino es la verdadera sustancia del hombre, y que nosotros somos verdaderamente ese hombre espiritual. Esta perspectiva de la fuente que sostiene el bienestar de todos, incluso el mío, me ha traído la constante libertad de poder adaptarme muy rápidamente al ritmo de cada nuevo huso horario en el que he aterrizado.
Sobre esa base, salí a la carretera para ver lugares de interés ni bien llegué a Alaska, uno de mis destinos de ese reciente viaje. Un glorioso día con el cielo azul, mis anfitriones me llevaron por la Autopista Seward hacia las elevadas cumbres del Alyeska Resort. ¡Este es un paseo por carretera que definitivamente uno no quiere perderse por manejar en la oscuridad!
De igual manera, al transitar por las autopistas y carreteras de nuestra vida, es crucial permitir que la luz del entendimiento espiritual ilumine el infinitamente hermoso ambiente del Espíritu que está siempre cerca, en el cual “vivimos, y nos movemos, y somos”, de acuerdo con el Apóstol Pablo (Hechos 17:28). Con este fin, ahondar en la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy nos capacita para sacar a la luz este reino de los cielos, como nada más puede.
Y vale la pena hacerlo. En este reino el bien es mucho más que lo mejor que puede percibirse materialmente, y mucho de lo que se percibe con los sentidos materiales dista tanto de ser bueno. De modo que, estos “libros de texto de la Ciencia Cristiana” —como la Sra. Eddy denomina a la Biblia y Ciencia y Salud— son invalorables para reconocer la naturaleza inmutable y el alcance infinito de la bondad. Ayudan a elevar nuestro pensamiento por encima del sentido material hacia el sentido espiritual, el cual percibe la verdad permanente de quiénes somos como ideas de la Mente divina.
Y, por supuesto, si bien es un gozo estar de pie junto al Lago Tahoe o viajar por Alaska, no necesitamos estar en un hermoso lugar para ver estas vistas sanadoras. La salud y la armonía que caracterizan el reino de los cielos, se perciben y prueban por medio de la oración humilde, dondequiera que nos encontremos.
Tony Lobl
Apareció primero el 17 de agosto de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 30 de enero de 2017.
