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Veamos la materia por lo que no es

Del número de octubre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de agosto de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Julio de 2017.


Después de aprender, aunque sea un poco, sobre lo que la Ciencia Cristiana enseña de la realidad y omnipresencia de Dios, del Espíritu divino, nuestro pensamiento es posible que rebose naturalmente de profunda felicidad. ¡Qué noticia más maravillosa y alentadora!: ¡El Espíritu y su manifestación del todo buena, constituye realmente la totalidad de la existencia! 

A medida que continuamos investigando la absoluta omnipresencia y naturaleza del Espíritu y, lo que es más importante, empezamos a integrar esta comprensión espiritual a nuestra vida diaria mediante experiencias de curación, no podemos menos que sentirnos impulsados a examinar en profundidad la consecuencia natural de que el opuesto del Espíritu, es decir, la materia, debe ser una ilusión.

¿Qué hay realmente detrás de esta decepción llamada materia? Puesto que Dios, el Espíritu infinito, en realidad es Todo, ¿qué hace que la materia parezca estar presente en primer lugar? ¿Puede acaso la materia ser una construcción de la mente mortal, o lo que la Biblia llama mente carnal (según versión King James)? 

Es interesante notar lo que Mary Baker Eddy dice sobre esto en la página 71 de su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Cierra los ojos, y puede que sueñes que ves una flor, que la tocas y hueles. Así aprendes que la flor es un producto de la así llamada mente, una formación del pensamiento más bien que de la materia. Cierra los ojos nuevamente, y puede que veas panoramas, hombres y mujeres. Así aprendes que también estos son imágenes que la mente mortal mantiene y desarrolla y que simulan la mente, la vida y la inteligencia”.

Luchar contra una ilusión desde una perspectiva mental dentro de la ilusión misma, es realmente un disparate.

Indudablemente, puede parecer que la materia existe y se ve amenazadora desde ciertas perspectivas. Sin embargo, ¿qué pasaría si la gran sorpresa fuera que en realidad jamás está presente? ¿Qué tal si donde para nosotros aparece la materia, solo estuviera el Espíritu y su manifestación? A medida que nuestro pensamiento se vuelve cada vez más espiritualmente consciente, y deja de lado la sensación de que hay una individualidad separada de Dios, y recurre en oración a Dios en busca de guía y se detiene a escuchar, se pone al descubierto que la apariencia de vida en la materia, y todas las limitaciones y males que la acompañan, son ilusiones, y solo existen en creencia.

La forma de poner las ilusiones siempre al descubierto es conocer la realidad. Todas las cosas que provienen de Dios, que es nuestro Padre-Madre, la Mente, son verdaderamente reales. Como afirmó Cristo Jesús: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre” (Mateo 11:27).

Puede ser útil considerar cómo estas ideas hacen una diferencia en la práctica. En una ocasión, recuerdo que estaba trabajando muy duro para realizar una importante tarea que me habían pedido. Estaba trabajando seriamente en ella, y trataba y trataba de hacerla. Además de mis esfuerzos, estaba orando a cada momento, sin éxito alguno. De hecho, empecé a empeorar en mi desempeño y me sentía atado de manos por lo que yo consideraba que eran las limitaciones de la materia. Pero en un momento de desesperación, me di cuenta de que me estaba viendo a mí mismo como un estúpido mortal batallando infructuosamente dentro de este supuesto contexto de la materia.

Intelectualmente, yo sabía que el Espíritu es Todo y que la materia es una ilusión. No obstante, hay una diferencia entre conocer algo intelectualmente y realmente sentir la verdad acerca de ello. La llamada de atención vino cuando reconocí que yo no estaba realmente viendo a la materia como una ilusión si murmuraba o me enojaba contra ella. Luchar contra una ilusión desde una perspectiva mental dentro de la ilusión misma, es realmente un disparate. ¡No era de sorprender que me sintiera tan frustrado!

Como resultado de este pequeño discernimiento espiritual, con mucha gratitud cambié mi enfoque. En lugar de verme como una persona material, torpe y limitada, me vi como la propia expresión inteligente del Espíritu. Percibí que la materia no era y nunca podría ser, la alegre expresión del Espíritu. El Espíritu infinito está siempre expresándose en su creación, el hombre (tú y yo y todos), y es perpetuo, está siempre genuinamente aquí, y podemos tener la certeza de que es real.

Ante este cambio de pensamiento, llegué a considerar que la materia, incluidas sus limitaciones, es una formación ilusoria del pensamiento mortal y, por lo tanto, jamás es verdaderamente una amenaza. Como podrán suponer, esta fue una gran lección para mí, y muy pronto estaba realizando mi tarea mejor de lo que yo hubiera imaginado posible.

En una charla ante una gran multitud, Mary Baker Eddy explicó: “El Espíritu inteligente, el Alma, es sustancia, mucho más inexpugnable y sólido que la materia; pues ésta es temporal, mientras que aquél es eterno, la esencia y expresión del ser” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 103).

Puesto que la existencia real está basada en la omnipresencia del Espíritu, reconocer que la materia es una ilusión en cualquier situación, es al menos la mitad de la batalla. Lo que resta por hacer es desafiar la creencia mortal con la admisión humilde y sincera de que solo el Espíritu, junto con su manifestación, está presente, es real y activo. El Espíritu divino permanece eternamente intacto en su función como “la esencia y expresión del ser”, para que todos recurramos a ella en busca de consuelo y curación.

Apareció primero el 3 de agosto de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Julio de 2017.

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