De chica, acostumbraba jugar con mis primos y hermanos en una piscina circular. El juego consistía en caminar alrededor en círculo hasta que las corrientes del agua eran tan fuertes que podíamos levantar los pies y dejar que nos arrastrara la corriente. Pero, si queríamos detener la corriente, nos parábamos firmes en el fondo de la piscina. Tratar de nadar contra esas corrientes nunca funcionaba, porque por lo general nos cansábamos muy pronto o nos arrastraba el agua. Pero el hecho de plantar nuestros pies con firmeza siempre lo lograba, y el agua se tranquilizaba.
He empezado a comprender cuán profunda es esta analogía con el hecho de demostrar que la Verdad es poder. Pero hablaremos de eso más adelante.
Poder es la habilidad de producir un efecto. También puede significar potencia, influencia o energía. Y en los asuntos humanos la verdad puede representar nuestro más elevado entendimiento de honradez, justicia y pureza. Declarar la verdad al poder ha sido una forma de desafiar las injusticias sociales y ayudar a establecer justicia. Sin embargo, he aquí un punto más para considerar: Si se acepta que el mal, la malicia, el odio o la injusticia tienen algún poder real, las reformas no serán suficientes para transformar cómo vivimos o cómo podemos traer curación. Pero Cristo Jesús nos dio una forma de comprender el poder y la Verdad de una manera que desarma el mal y continúa transformando y sanando hoy en día.
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