De chica, acostumbraba jugar con mis primos y hermanos en una piscina circular. El juego consistía en caminar alrededor en círculo hasta que las corrientes del agua eran tan fuertes que podíamos levantar los pies y dejar que nos arrastrara la corriente. Pero, si queríamos detener la corriente, nos parábamos firmes en el fondo de la piscina. Tratar de nadar contra esas corrientes nunca funcionaba, porque por lo general nos cansábamos muy pronto o nos arrastraba el agua. Pero el hecho de plantar nuestros pies con firmeza siempre lo lograba, y el agua se tranquilizaba.
He empezado a comprender cuán profunda es esta analogía con el hecho de demostrar que la Verdad es poder. Pero hablaremos de eso más adelante.
Poder es la habilidad de producir un efecto. También puede significar potencia, influencia o energía. Y en los asuntos humanos la verdad puede representar nuestro más elevado entendimiento de honradez, justicia y pureza. Declarar la verdad al poder ha sido una forma de desafiar las injusticias sociales y ayudar a establecer justicia. Sin embargo, he aquí un punto más para considerar: Si se acepta que el mal, la malicia, el odio o la injusticia tienen algún poder real, las reformas no serán suficientes para transformar cómo vivimos o cómo podemos traer curación. Pero Cristo Jesús nos dio una forma de comprender el poder y la Verdad de una manera que desarma el mal y continúa transformando y sanando hoy en día.
Jesús elevó las ideas de la verdad y el poder a lo absoluto y espiritual. Enseñó que solo hay un poder, y ese es Dios, la Verdad divina, la Mente y el Amor. Comprender que Dios es omnipotente, y que la Verdad es una luz que desecha las tinieblas del sufrimiento humano, es entender esta declaración de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
Cristo Jesús no dio ningún poder o influencia a la enfermedad, a la dolencia o al pecado. Hacerlo sería deshonrar a Dios. Por ejemplo, en la historia sobre el hombre paralítico en el estanque de Betesda, después de decirle: “Levántate, toma tu lecho, y anda”, no agregó “…si puedes”. Su oración sanadora fue un mandato. Y el hombre se levantó y caminó (véase Juan 5:3–8).
El descubrimiento que hizo Mary Baker Eddy de la Ciencia Cristiana, enuncia claramente los preceptos prácticos y reiterativos, es decir, la Verdad espiritual, que respaldan las enseñanzas de Jesús y explica que la Verdad es Dios, el bien que no tiene oposición. La Verdad omnipotente es una constante sin variable alguna. Dios es la Mente, y la “Mente demuestra omnipresencia y omnipotencia… su poder se despliega, y su presencia se siente en quietud eterna y Amor inamovible” (Mary Baker Eddy, Retrospección e Introspección, págs. 88-89). Las corrientes del pensamiento errado de temor, ira y vulnerabilidades humanas, puede que parezcan girar alrededor de nosotros, pero la Verdad espiritual, el Amor, es inamovible. Como en la analogía de la piscina que mencioné antes, nuestros esfuerzos por nadar contra la corriente son frustrantes y cansadores. Pero cuando nos plantamos —mantenemos firme nuestra consciencia— en la comprensión de la omnipotencia de la Verdad, las corrientes de pensamientos erróneos muy pronto se extinguen, entonces la estabilidad y la quietud de la Verdad reinan en el pensamiento y en la experiencia.
Orar de esta manera libera la esperanza deprimida y abre el pensamiento a la curación. Puesto que Dios, el bien, es el único poder, nada tiene poder para distraernos o impedirnos experimentar curación e integridad. Saber que Dios, la Verdad, es el único poder, nos da fortaleza cuando anhelamos sanar un error, cualquiera sea. ¿Por qué? Porque al reconocer que Dios es el único poder, no podemos realmente dar poder a ningún tipo de discordancia, ya sea por creer en ella, luchar obstinadamente contra ella, o bien, estar de acuerdo con ella. La oración sanadora y eficaz incluye saber que no existe ningún poder que se oponga a Dios. La autoridad proviene del Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Dios, el bien, es la única causa y tiene la única facultad para producir un efecto. El mal, la malicia, la injusticia, etc., son la supuesta ausencia del bien. Para que el mal tenga algún supuesto poder o influencia, alguien necesita creer en él, porque no tiene ningún poder propio. En una ocasión, la Sra. Eddy le dijo a su secretario: “El error viene a ti en busca de vida, y tú le das la única vida que tiene” (Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified Edition, p. 98).
Una de las maneras en que el error viene a nosotros en busca de vida es en forma de resistencia, cuando nos mantenemos firmes en favor de esta Verdad. Tal como cuando nos poníamos en contra de las corrientes en la piscina y sentíamos inmediatamente la resistencia, así es posible que sintamos cierto empujón a medida que el temor y la duda empiezan a perder su fuerza, y nuestro pensamiento cambia y se afianza en la Verdad. La Verdad es el único poder y es siempre victoriosa.
Es posible que alguien esté de acuerdo con la declaración de la Sra. Eddy de que vivimos en “este período revolucionario” con grandes cambios, maravillas y una actividad sin precedente. Algunos puede que consideren que vivimos en tiempos tumultuosos. Pero ten en cuenta de que vivimos en una era donde el pensamiento está cambiando de una base material a una base espiritual, metafísica, y está “volviéndose de la materia hacia la Mente como la causa de todo efecto” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 268).
Podemos apresurar el progreso de esta era negándonos a dar algún poder al mal o a la discordia, liberándonos del temor y la frustración. Podemos sentir el valor moral de “[declarar] la verdad a toda forma de error” (Ciencia y Salud, pág. 418), y con regularidad plantar nuestros pies firmemente en el fundamento de la verdad sanadora del Cristo —en todo lo que es puro y perfecto— la idea verdadera del poder espiritual. Nosotros, también, podemos orar con convicción. Esta convicción —reconociendo que la Verdad, Dios, es el único poder— invierte las corrientes de temor y discordia, y trae la estabilidad de una paz rejuvenecida y el progreso sanador.
Kim Crooks Korinek
Apareció primero el 13 de julio de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 8 de mayo de 2017.
    