Hace unos años, yo vivía en el piso 25 de un edificio de apartamentos muy alto, y a mis nietos les encantaba visitarme. Una de las cosas que más les gustaba era andar en el ascensor, y nunca dejaban de notar que después que llegaba al piso 12, saltaba al número 14. Al principio, se sintieron un poco confundidos.
Les hablé acerca de las supersticiones y de que mucha gente creía que el número 13 era un número de mala suerte, al punto de que muchos edificios altos ni siquiera tenían un piso 13. “Pero se están engañando”, exclamó uno de ellos, “¡No importa cómo lo llamen, sigue siendo el piso 13!”
Esto me hizo pensar más profundamente en qué consiste una superstición. Noté que todas ellas tienen algo en común: la ecuación que dice “si… entonces”. “Si vives en el piso 13, vas a tener mala suerte”. O, “Si un gato negro se te cruza en el camino, vas a tener un día terrible”. Empecé a preguntarme si muchas de las afirmaciones de la mente humana basadas en la ecuación “si… entonces” no podrían calificarse como algún tipo de superstición; que a pesar de que yo no creo que los gatos negros y los pisos 13 traigan mala suerte, ¿no estaba, acaso, creyendo en las formas de creencias supersticiosas más modernas?
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