Hace años, vi una atracción de carnaval en la que los pisos bajo tus pies se movían e inclinaban cuando caminabas por ellos. Lo divertido era tratar de mantener el equilibrio mientras luchabas por llegar al final.
Las épocas de revueltas e inestabilidad a veces se parecen un poco a eso, excepto que, por lo general, no son divertidas. Si nos sentimos inestables e inseguros acerca del futuro, y ya no tenemos las cosas con las que estábamos contando para tener estabilidad, esos tiempos nunca son de por sí buenos o deseables. No obstante, pueden transformarse en una bendición, si nos impulsan a ver más allá de las confianzas materiales, y descubrir que no podemos estar separados de Dios.
La Biblia está llena de pasajes que nos alientan y ofrecen profundos puntos de vista acerca de la relación inalterable que tenemos con nuestro Padre-Madre Dios. En el libro de los Salmos, por ejemplo, vemos la profunda confianza que tenía el Salmista en Dios, como un refugio de los cataclismos de la materialidad: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza… Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (46:1–3, 7).
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