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Original Web

Nuestras oraciones por la economía

Del número de septiembre de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

 Apareció primero el 6 de julio de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel, del 6 de febrero de 2017.


A lo largo de los años, no he dudado en orar con regularidad por mis propias finanzas, ya fuera para eliminar una sensación de escasez, obtener un mejor entendimiento de que la provisión de Dios es segura, o confiar en Su sabiduría para hacer donaciones sensatas. Sin embargo, nunca se me ocurrió orar con más abnegación por la economía nacional o mundial, dejándola librada en cambio a los movimientos de las tendencias del mercado y las políticas de los gobiernos. 

No obstante, cuando el gobierno de mi país, Nigeria, anunció recientemente que la economía había caído en una recesión, sentí que era un llamado para mí no solo para orar por mis propias finanzas específicamente, sino también por la economía en general.

Como estudiante de la Ciencia Cristiana, baso mi forma de pensar y vivir en las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús. De modo que, fue natural para mí recurrir a la Biblia. Mi estudio reveló que Jesús al predicar se refiere a la economía en varias ocasiones, señalando que la economía de Dios, no la economía humana, gobierna y sostiene a individuos y naciones. Y señala que la base de esta economía divina es la verdad de que Dios, o el Espíritu —no la materia— es la fuente de la provisión.

La oferta de ideas correctas de Dios es abundante, ilimitada y continua, es siempre suficiente para responder a las necesidades de Sus hijos.

Jesús, constantemente, aparta el pensamiento de sus discípulos, y de otros, de la materia al Espíritu; de confiar en las riquezas materiales a apoyarse únicamente en las riquezas espirituales para satisfacer la necesidad humana. Mediante parábolas y prédica, Jesús enseña que estos tesoros espirituales, que Dios otorga, son más valiosos que los tesoros materiales, son confiables, continuos y abundantes, y deben desearse sobre todo lo demás. Por ejemplo, al responder a un joven que le preguntó qué cosa buena debía hacer para tener vida eterna, Jesús dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). Instaba a sus seguidores a buscar el reino de Dios, la sustancia del Espíritu, como la más importante prioridad. Esta instrucción me resultó útil al orar por la economía.

También fue útil esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Si deseas conocer el hecho espiritual, lo puedes descubrir revirtiendo la fábula material, ya sea que la fábula esté a favor o en contra, ya sea que esté de acuerdo con tus nociones preconcebidas o sea completamente contraria a ellas” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, (pág. 129).

Razoné que la fábula que era necesario revertir en el pensamiento era que nuestro país estaba sujeto a la economía humana y, por lo tanto, en recesión; sujeto a la ley material de la oferta y la demanda bajo la cual la oferta es con frecuencia insuficiente para responder a la demanda. Mientras que la economía humana insiste en que los recursos pueden ser escasos y limitados, la economía del Espíritu revela que la oferta de ideas correctas de Dios es abundante, ilimitada y continua, es siempre suficiente para responder a las necesidades de Sus hijos. 

Cristo Jesús probó lo inmediato y práctico que es apelar a los recursos ilimitados de la economía de Dios. En una instancia, pudo pagar los tributos o impuestos de él y de Pedro, con dinero que tomaron de la boca de un pez. En otra ocasión, alimentó a cinco mil personas con tan solo cinco panes y dos peces, probando que el Espíritu infinito, no la materia, es realmente nuestra fuente de provisión.

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, explica: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 307).

De esa forma, aprendemos del ejemplo de Jesús, dilucidado en la enseñanza de la Ciencia Cristiana, que la oración no consiste en pedir a Dios alguna conveniencia material, sino en reconocer que el Amor divino (un nombre de las escrituras para Dios) ya está proveyendo las ideas espirituales prácticas que necesitamos a cada momento. Las mismas representan las verdaderas riquezas que garantizan nuestra felicidad y éxito. 

Siempre que se presenta el cuadro de escasez, el hecho espiritual es que nuestra provisión del bien ya está en su lugar, antes que una demanda humana lo pida. En Isaías, encontramos que Dios dice, tranquilizándonos, que antes que llamemos, Él responderá; y mientras aún estemos hablando, Él escuchará. (véase Isaías 65:24).

Al orar por la economía de mi país, me di cuenta de que era importante, no solo aceptar que la provisión de Dios es infinita y continua, sino también identificar cuáles son las demandas de la economía divina. Percibí que una de las demandas es reconocer que la Vida es Dios, el Espíritu, y que el Espíritu es Todo y creó todo lo que es real y sustancial. Esto eliminó totalmente de mi pensamiento la creencia de que la materia pudiera ser sustancial, ya sea como una fuente de riqueza o como la riqueza misma.

Entendí claramente que a fin de probar lo práctica que es la ley de la oferta y la demanda de Dios, tengo que trabajar honesta y sinceramente con las habilidades y talentos que Dios me dio. La Sra. Eddy escribe: “La bondad y la filantropía comienzan con el trabajo y nunca dejan de trabajar. Lo único digno de tenerse en cuenta es lo que hacemos, y lo mejor de todo no es demasiado bueno, sino que es economía y riquezas” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 203).

La disposición de servir a otros desinteresadamente, aunado a la gratitud de dar lo que tengo, me trajo bendiciones. Y me han probado algo que dijo Jesús y que el Apóstol Pablo mencionó a los ancianos de la iglesia en Mileto: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).

La expectativa de que vería evidencias de los “tesoros celestiales” de Dios, de una forma que era tanto tangible como significativa para mí, fueron uno de los primeros resultados de mis oraciones. Aparte de esperar expectante el bien y estar menos ansioso respecto a la recesión, me di cuenta de que los informes de la prensa manifestaban más esperanza acerca de la economía. También me sentí contento al ver que las finanzas de la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que pertenezco, comenzaron a mejorar constantemente. Y en mi propia experiencia, se nos presentaron a mí y a mi familia nuevas y gratificantes oportunidades de trabajo, aun durante el período de recesión, a medida que pensaba menos en los altibajos de la economía humana, y confiaba más en la economía divina única.

Al llegar a comprender cuán importante es la economía para la estabilidad del mundo, tiene sentido orar por la economía, ya sea en tiempos de recesión o en tiempos de abundancia. Cualquiera sea el cuadro económico humano, como el Salmista, podemos empezar a orar con confianza a partir de este hecho glorioso: “De Jehová es la tierra y su plenitud” (Salmos 24:1). Todos los hijos de Dios están sujetos únicamente a la ley divina que gobierna la economía mundial, articulada en esta dulce promesa: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

 Apareció primero el 6 de julio de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel, del 6 de febrero de 2017.

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