A lo largo de los años, no he dudado en orar con regularidad por mis propias finanzas, ya fuera para eliminar una sensación de escasez, obtener un mejor entendimiento de que la provisión de Dios es segura, o confiar en Su sabiduría para hacer donaciones sensatas. Sin embargo, nunca se me ocurrió orar con más abnegación por la economía nacional o mundial, dejándola librada en cambio a los movimientos de las tendencias del mercado y las políticas de los gobiernos.
No obstante, cuando el gobierno de mi país, Nigeria, anunció recientemente que la economía había caído en una recesión, sentí que era un llamado para mí no solo para orar por mis propias finanzas específicamente, sino también por la economía en general.
Como estudiante de la Ciencia Cristiana, baso mi forma de pensar y vivir en las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús. De modo que, fue natural para mí recurrir a la Biblia. Mi estudio reveló que Jesús al predicar se refiere a la economía en varias ocasiones, señalando que la economía de Dios, no la economía humana, gobierna y sostiene a individuos y naciones. Y señala que la base de esta economía divina es la verdad de que Dios, o el Espíritu —no la materia— es la fuente de la provisión.
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