Muy temprano una mañana, cerca de la 1:30 de la madrugada, me desperté de repente con una inusual sensación en el costado y la parte baja de la espalda. Enseguida sentí un dolor intenso, y me costaba mucho respirar. Mis jadeos y movimientos bruscos para encontrar una posición cómoda despertaron a mi esposa, que me preguntó si quería su ayuda mediante la oración. Le indiqué que sí, mientras rodaba de la cama al suelo, buscando comodidad en una superficie más firme.
Me sobrevino un profundo temor y fui tentado a dejar que se apropiara de mi pensamiento. Cuando me di cuenta de que tenía una gran curiosidad de saber cuál era el problema en lugar de rechazarlo como una sugestión completamente falsa, pude alejar rápidamente mi pensamiento de los síntomas y comenzar a darme un tratamiento de la Ciencia Cristiana. Yo sabía que el hombre es una idea espiritual creada por Dios y que está gobernado absolutamente por la ley divina. Silenciosamente declaré que por ser el reflejo de Dios, yo era inmortal, perfecto, y no estaba sujeto a las leyes mortales sobre la salud y el cuerpo.
Al buscar mi libertad reconociendo la verdad sobre mí mismo, comencé a negar en voz alta toda sugestión de que la idea de Dios, el hombre, pudiera ser vulnerable a un ataque. Invertí con firmeza el cuadro que me presentaba como un mortal enfermizo, recordándome que no estaba hecho de materia, y que Dios no estaba ausente en ese mismo momento, o alguna vez.
A pesar de que me resultaba bastante difícil respirar y estaba luchando por permanecer consciente, seguí refutando cada síntoma como una declaración falsa, contrarrestándola con un hecho espiritual. Estaba afirmando la verdad de mi ser espiritual, hecho a imagen y semejanza de Dios. Me dije a mí mismo que el cuerpo no puede actuar por su cuenta, sólo parece hacerlo (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 393).
Me pasó por la cabeza que esta podría ser mi última experiencia terrenal, pero con calma reemplacé ese temor al contemplar algo que había estado considerando recientemente en relación a la oración: que Dios no tiene necesidad de escuchar nuestras oraciones. En otras palabras, incluso la petición más ferviente, insistente y desinteresada no incentiva a Dios a hacer algo más, porque Él ya ha provisto todo lo que necesitamos. En ese momento sentí el valor para confiar plenamente en la omnipotencia de Dios, seguro de que Él ya conocía todas mis necesidades.
Al considerar estas y muchas ideas similares, vislumbré cuán absurda era la sugestión de que algo desemejante a Dios —como un órgano defectuoso o enfermo (o incluso uno sano)— pudiera ser parte de una idea espiritual (yo). Me di cuenta de que en realidad todo es una expresión espiritual de Dios, y es imposible que las ideas de Dios estén enfermas, sean atacadas o se transformen en víctimas.
Tranquilo y confiado, volví a la cama y dormí en paz el resto de la noche. A las seis de la mañana me desperté entusiasmado por seguir estudiando los escritos de la Sra. Eddy. En particular, me sentí guiado a revisar un profundo pasaje de la Sra. Eddy que me había venido al pensamiento durante la noche, cuando oraba en busca de inspiración. Aparece en el contexto de una conversación sobre las curaciones de Jesús y afirma: “Los cristianos están bajo órdenes tan directas ahora, como lo estaban entonces, de ser semejantes a Cristo, poseer el espíritu-Cristo, seguir el ejemplo de Cristo, y sanar a los enfermos así como a los pecadores” (Ciencia y Salud, pág. 138).
Esta curación ocurrió hace más de diez años. Desde entonces, los síntomas no han vuelto a manifestarse como tampoco ningún vestigio del problema. Esta experiencia es una prueba práctica de que la curación no es simplemente un “milagro” ocasional, sino el resultado seguro que podemos esperar de la oración basada en la comprensión espiritual.
Ciertamente, estoy agradecido a mi esposa por su ayuda mediante la oración y por esta curación rápida y permanente; no obstante, palabras tan sencillas no pueden describir mi alegría al saber que podemos confiar sin reserva en Dios para satisfacer todas nuestras necesidades en todo momento, cualesquiera sean las circunstancias.
Jon Lang
Lee's summit, Missouri, EE. UU.
Apareció primero el 17 de julio de 2017 como original para la Web.
Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Abril de 2017.