Cómo asegurar y mantener la salud y la seguridad es uno de los debates más importantes de nuestros tiempos. Sin embargo, este tema no es nuevo. La Biblia nos ofrece una enseñanza muy importante acerca de cómo enfrentar las luchas de la vida mediante el poder de Dios, dándonos una instrucción práctica sobre cómo experimentar salud y protección en nuestra propia vida.
Un ejemplo es la historia de Daniel, quien fue arrojado a un foso de leones como castigo por contravenir una ley del rey Darío, en la que mandaba que todo aquel que orara a un hombre o a un dios que no fuera el rey sería arrojado al foso de los leones (véase Daniel, Capítulo 6).
Daniel sabía por experiencia que su obediencia a Dios y su compromiso con Él lo protegerían. Encontraba consuelo y fortaleza al saber y confiar en que nunca podía estar fuera del cuidado del Dios infinito, y cada día se tomaba el tiempo para orar y reconocer que Dios estaba siempre presente.
Cuando el rey Darío fue a ver cómo estaba Daniel después de pasar esa noche en el foso de los leones, Daniel le respondió: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño”. Daniel sintió tangiblemente que Dios estaba presente. Los ángeles de Dios se lo habían revelado.
Esos pensamientos angelicales me estaban abrazando a mí, dándome una mayor percepción del amor infinito de Dios.
Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que fundó el Christian Science Monitor, ayuda a explicar el simbolismo bíblico de los ángeles. Dice que los ángeles son “pensamientos de Dios que pasan al hombre”, y que estos pensamientos puros ayudan a neutralizar el mal (pág. 581). Estos mensajes celestiales provienen directamente de Dios y nos vienen a cada uno de nosotros; los mismos nos ayudan a comprender mejor que la creación de Dios –la cual nos incluye a todos, los hijos espirituales de Dios– es exclusivamente buena.
Este pensamiento espiritualizado o mejorado en realidad trae el poder de Dios a nuestra vida de formas tangibles y maravillosas.
Pocos días antes de salir de viaje de negocios a Inglaterra, se me desarrolló un sarpullido en la espalda. La condición no era dolorosa, sino perturbadora, y se inflamaba durante la noche, por lo que me resultaba difícil dormir. Para cuando llegué a Inglaterra, hacía tres días que no dormía.
Oré para reconocer que no podía estar separado del amor de Dios. Una idea que aprecié mucho fue esta maravillosa promesa de los Salmos de que estaría seguro: “[Dios] a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (91:11). Esto me ayudó a entender que a medida que reconociera la presencia de Dios, los pensamientos angelicales me elevarían para alcanzar una mejor comprensión de la armonía eterna de la creación de Dios.
En uno o dos días, el molesto sarpullido desapareció casi por completo. Sin embargo, todavía luchaba para poder dormir por la noche, y me estaba resultando bastante difícil hacer mis actividades normalmente.
De modo que continué orando. Pensaba en la maravillosa promesa de Dios en la Biblia: “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros” (Isaías 66:13). Este mensaje celestial literalmente comenzó a transformar mi pensamiento. Me dio un mejor entendimiento del hecho de que mi verdadera identidad era espiritual, y que las amorosas leyes de Dios preservan la vida y la salud.
Una cita de Ciencia y Salud destaca mi situación perfectamente: “Los pasos del pensamiento, al ascender por encima de los puntos de vista materiales, son lentos, y presagian una larga noche al viajero; pero los ángeles de Su presencia –las intuiciones espirituales que nos dicen que ‘la noche está avanzada, y se acerca el día’– son nuestros guardianes en las tinieblas” (pág. 174). Allí estaba yo, un viajero fatigado pasando largas noches sin dormir; sin embargo, aun durante aquellas oscuras horas, Dios estaba enviando “los ángeles de Su presencia” para ayudarme a entender mejor mi identidad espiritual indestructible. Como una madre sosteniendo en sus brazos a un niño pequeño, esos pensamientos angelicales me estaban abrazando a mí, dándome una mayor percepción del amor infinito de Dios; eran mis “guardianes en las tinieblas”.
A partir de ese momento, la curación fue completa. El sarpullido desapareció, y dormí normalmente el resto del viaje. Tampoco tuve ningún problema ajustándome a la hora para dormir, cuando regresé a casa en un huso horario diferente.
Cualquiera sea la situación en la que parezcamos estar, podemos escuchar en oración al ejército de ángeles que Dios está eternamente enviándonos para bendecirnos.
Apareció primero el 27 de julio de 2017 como original para la Web.
Este artículo fue adaptado de un artículo publicado en el Christian Science Sentinel del 13 de marzo de 2017, y republicado en el Christian Science Monitor del 28 de marzo de 2017.