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Original Web

La quietud de la oración: el punto de partida para la paz y el progreso

Del número de septiembre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Adaptado de un artículo publicado en sentinel.christianscience.com, el 26 de noviembre de 2018.

Apareció primero el 25 de junio de 2019 como original para la Web.


La inmigración, la equidad, la identidad y la honestidad en el carácter y en la política, fueron algunos de los temas que surgieron en una reunión a la que asistí con un pequeño grupo de personas de Brasil, Francia y los Estados Unidos. Para todos nosotros era obvio que hay mucho que sanar en estas áreas, y en otras, en nuestro mundo.

No obstante, lo que más me impresionó durante esa reunión fue la convicción del grupo de que la oración sistemática y eficaz puede llegar a aquellos corazones que anhelan estabilidad, paz y progreso. Realmente, he encontrado que cuando nos sentimos sumamente abrumados por un airado mar de circunstancias, podemos mantenernos quietos mentalmente en oración y afianzar nuestro pensamiento en Dios, el Principio eterno, el Amor divino, el cual trae paz y curación.

 Después de la reunión, me vino al pensamiento un tema del libro de Isaías en la Biblia: “Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás” (43:2, NTV).

Desde la época bíblica hasta hoy, muchos conflictos en épocas muy convulsionadas han sido transformados al ceder a Dios. Esto puede romper el mesmerismo del temor e impulsar al pensamiento a actuar con decisión.

Fundamental en la Biblia es la vida de Cristo Jesús, quien sabía que el poder de Dios no es simplemente más grande que el tumulto; es el único poder que existe. De esta forma Jesús probó que las condiciones humanas nunca están más allá del control de Dios. Su profundo manantial de convicción espiritual no solo le dio calma y certeza en medio de la agitación, sino que también lo impulsó a tomar medidas decisivas. Por ejemplo, al enfrentarse a una multitud que lo odiaba y quería hacerle daño, Jesús pudo caminar entre ellos ileso. La hostilidad no logró distraerlo de su misión de sanar a los demás (véase Lucas 4:28-40).

La Verdad no puede ser silenciada, y el Amor no se abruma.

Nosotros también podemos experimentar el poder profundo y rejuvenecedor que fluye del Dios totalmente benévolo y misericordioso, que viene al conocer nuestra relación inseparable con Dios, el Amor divino. Es al estar en comunión con Dios que se revelan nuestra paz, ecuanimidad y aplomo inquebrantable. En su libro Retrospección e Introspección, Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “La mejor clase espiritual del método de acuerdo con el Cristo para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es poder estacionario, quietud y fuerza; y cuando hacemos nuestro este ideal espiritual, viene a ser el modelo para la acción humana” (pág. 93).

 La Verdad no puede ser silenciada, y el Amor no se abruma. E incluso cuando la condición humana parece ser tergiversada y reaccionaria, “el reino de Dios” que Jesús dijo está dentro de nosotros (Lucas 17:21, KJV) permanece intacto; no puede ser perturbado.

Al permitir que esta realidad espiritual nos inspire, y estar gobernados por Dios desde adentro, estaremos en posición de ayudar a revelar la armonía necesaria. Incluso aunque nuestra contribución para tener un mundo mejor y más armonioso sea modesta, vamos más allá de sentir que tenemos (o podemos) hacer todo por nuestra propia cuenta sin Dios. El Amor divino está trabajando dentro de nosotros y por medio de nosotros, dándonos el valor, el descanso, la inteligencia, la compasión y la fortaleza que nos reviven y provocan e impulsan el progreso en todo el mundo para mejorar las condiciones humanas.

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