En septiembre de 2015, el auto que manejaba fue embestido por una camioneta grande justo adelante de la puerta del conductor. Me llevaron al hospital, donde las radiografías mostraron que no había huesos rotos. Sin embargo, el fémur izquierdo estaba muy golpeado y el médico me dijo que tardaría unos tres meses en sanar.
Durante los meses siguientes, oré de vez en cuando por la curación, pero mayormente sólo esperaba a que el hematoma y el malestar desaparecieran. Sin embargo, más de dos años después, todavía me dolía ese muslo, especialmente cuando me acostaba sobre el lado izquierdo.
Una noche en el trabajo, noté que la pierna me dolía de una manera inusual, lo que me llevó a orar por la situación. A la mañana siguiente, mientras estaba sentada en la iglesia escuchando el preludio de la música y orando, recibí una idea. Visualicé el accidente como había ocurrido, y luego pensé: “¿No estaba vigente la ley de Dios en ese momento?”. Obviamente, eso no era posible, porque nunca hay un momento en que la ley de Dios, la ley de la armonía, no esté funcionando y sea soberana. Por lo tanto, lo que parecía haber sido un accidente, un momento en que la ley del bien no estuvo activa, era simplemente una ilusión, un espejismo. Y algo que no tenía realidad no podía haberme lastimado.
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