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Original Web

Podemos redimirnos del gobierno del hombre fuerte

Del número de septiembre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 18 de junio de 2019 como original para la Web.


Desde el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, hasta la limpieza étnica de los musulmanes rohingya, a la consolidación de poder en manos del presidente de China, y tantas otras alarmantes acciones alrededor del mundo, es como si el dominio del hombre fuerte pareciera avanzar. Sin embargo, cada 27 de enero, Día Internacional de la Conmemoración del Holocausto, se nos recuerda cuán trágicamente puede apartarse de su curso la nave del estado cuando un “hombre fuerte” autoritario asume el mando.

Yo crecí bajo la sombra de esa historia. Mi padre, que era judío, se escapó de la Alemania de Hitler, solo para terminar prisionero en el régimen de un hombre fuerte en el otro lado del espectro político: la Unión Soviética de Stalin. A medida que fui creciendo y estuve cada vez más consciente de cuán susceptible seguía siendo el mundo, a tener gobiernos de dirigentes autocráticos, me sentí impotente ante el curso de la historia. Estaba mentalmente bajo el yugo del factor miedo con el que prospera el gobierno del hombre fuerte, aunque vivía en una de las naciones más libres del mundo.

Lo que lentamente, pero con seguridad, cambió eso fue la nueva comprensión de la naturaleza del bien y del mal que he adquirido por medio del estudio de la Ciencia Cristiana. La misma saca a la luz la verdad de que la bondad de Dios está siempre presente y es todopoderosa, y enseña cómo probar esto poco a poco. A medida que cedemos a la comprensión de esta realidad divina, surgen las soluciones: la enfermedad sana, la escasez desaparece y se tiene lo suficiente, la alegría y la bondad aumentan en nuestras relaciones. Cuando se acumulan pruebas como estas de que el bien estaba presente allí mismo donde el opuesto parecía estar, se vuelve más claro que esta verdad debe aplicarse para todos, bajo cualquier circunstancia. En consecuencia, sentimos que es natural ayudar a los demás a ser libres al comprender y experimentar esta presencia divina tan liberadora.

Y nosotros podemos ayudar. Podemos compartir las ideas sanadoras que tanto amamos con aquellos con quienes interactuamos. Podemos ayudar con una oración específica a aquellos que recurren al tratamiento en la Ciencia Cristiana. Y podemos orar de una forma más amplia para comprender la verdadera libertad espiritual de aquellos que enfrentan dificultades alrededor del mundo, incluso los que viven bajo la sombra de una seria opresión política. 

En mi propio deseo de hacerlo, me esfuerzo por percibir la eterna presencia de la bondad espiritual de Dios, aun donde domine un gobierno humano despótico. Pero he descubierto que se requiere más que eso para tener sinceramente la esperanza de que habrá progreso. También es necesario conocer la naturaleza de aquellos que se oponen a la libertad con tenacidad, y desafiar su pretensión al poder.

En este sentido, me ha resultado útil reflexionar acerca de otro uso del término hombre fuerte. El mismo aparece en un relato de la Biblia que describe la instancia en que Cristo Jesús enfrenta la tiranía de la mala salud. Al responder a las necesidades de un hombre que no podía ver ni hablar, la comprensión que tenía Jesús del poder de Dios restauró de inmediato la vista y el habla del hombre, lo que provocó los celos de los líderes religiosos, quienes lo acusaron de curar por medios diabólicos. Al reprender esa acusación falsa, Jesús describió que para que se produzca la curación había que atar al “hombre fuerte” (Mateo 12:29). Al hacerlo, no se estaba refiriendo ni al diablo ni a una persona. Como señala Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, el texto fundamental de Mary Baker Eddy sobre la Ciencia Cristiana: “La mente mortal es el ‘hombre fuerte’, que tiene que ser dominado antes que su influencia sobre la salud y la moral pueda ser eliminada” (pág. 400).

Esta mente mortal, que la Biblia llama “la mente carnal” (KJV), es el punto de vista limitado y restrictivo de que la vida es material, el cual oscurece nuestra verdadera identidad espiritual. La supuesta fuerza de este hombre fuerte es el poder que afirma tener para persuadirnos a aceptar como reales condiciones que la bondad de Dios no causa ni contempla. El registro de cómo Jesús restauraba la salud y la moralidad mostró cómo el Cristo que lo animaba —la verdadera idea de que no hay sino una sola Mente, Dios— mantenía “sometida” a la mente carnal de tal forma que liberaba de dichas condiciones.

En el fondo, Jesús estaba haciendo más que simplemente someter a la mente carnal. Él estaba probando la totalidad infinita de la Mente única, y la consecuente inexistencia de la mente mortal. Estaba mostrando que este hombre fuerte mental no tiene ni corona ni trono ni reino ni súbditos. Al describir la mente mortal como un mito y declarar que debe ceder a la Verdad divina, Ciencia y Salud dice: “Empuñaría el cetro de un monarca, mas es impotente. La Mente divina e inmortal le quita toda su supuesta soberanía, y salva a la mente mortal de sí misma” (pág-152).

A medida que la humanidad comprenda y demuestre esto cada vez más, el despotismo político y eclesiástico perderá su influencia. Es obvio que esto no ocurrirá de la noche a la mañana, pero nosotros podemos hacer nuestra parte al progresar en esta dirección sumamente deseable. Al afirmar en oración que es el Cristo —no la mente carnal— el que gobierna nuestra consciencia, abrimos nuestro pensamiento para reconocer con mayor claridad y certeza que la mente carnal no tiene poder alguno. Y en la medida en que cedemos a esta verdad, la probamos; entonces, aquellas características cuya fuente no es Dios —tales como el temor, la ira, el resentimiento, la voluntad propia y la hipocresía— pierden su influencia sobre nosotros. 

Este cambio transforma a aquel que ora, y beneficia a aquellos con quienes ellos se conectan en la vida. Pero, también debilita los elementos básicos mismos del gobierno autocrático, el cual necesita encontrar y agitar dichos rasgos negativos en los ciudadanos para evocar el apoyo de una respuesta al hombre fuerte. Cada paso de progreso que damos al demostrar la libertad que reflejamos de Dios y liberarnos de esos rasgos de carácter, prueba que la mente hipotética que respalda los excesos de los hombres fuertes de la política —la mente carnal— no tiene control sobre la idea espiritual de Dios que cada uno de nosotros verdaderamente es. En esta identidad real somos obedientes “a la Mente que [nos] crea” (Ciencia y Salud, pág. 295).

Cuando cualquiera cede su pensamiento a la totalidad de la Mente de esta manera, por más modesta que sea, es una evidencia de que el Cristo nos llama imparcialmente a todos a tomar consciencia de que el cuidado infinitamente tierno de Dios sobre todas las cosas es una realidad.

A medida que este despertar espiritual vaya en aumento, el gobierno autoritario cederá, paso a paso, a la ley humana que mejor refleje el gobierno justo, benigno y universal de la Mente divina. Como promete tan dulcemente la Biblia: “El Señor Dios hará que la justicia y la alabanza broten en presencia de todas las naciones” (Isaías 61:11, LBLA). 

Tony Lobl
Redactor Adjunto

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