Puede ser tentador sentirse abrumado cuando escuchamos hablar de los líderes mundiales que están en conflicto unos con otros, y a veces en desacuerdo con los ciudadanos que gobiernan. ¿Cómo podemos pensar acerca de los “poderosos” que toman decisiones que podrían tener consecuencias duraderas? Yo he sentido el anhelo de hacer mucho más que expresar sincera preocupación. Deseo traer curación a nuestro mundo.
Me alentó mucho una investigación que hice recientemente en la Biblia de la palabra poder, la que me ayudó a obtener una mejor compresión de cómo gobierna Dios. Fue particularmente útil la idea de que las Escrituras —de principio a fin— constantemente le atribuyen todo el poder a Dios, quien no solo creó todo el universo, sino que también lo mantiene.
Un versículo de Efesios también respondió a mis inquietudes: “Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros” (3:20 NTV). Este versículo destaca la idea de que el poder majestuoso e ilimitado de Dios actúa dentro de nosotros; no tiene solamente un efecto dentro de mi propio círculo familiar o mi propio país, sino que actúa en todos nosotros, incluso en todos los líderes y gobiernos mundiales, así como en sus ciudadanos.
Es reconfortante saber que incluso cuando parece que el avance es lento o que la desunión está a la orden del día, podemos confiar en que la sabiduría infinita de Dios les habla continuamente a aquellos que están en el gobierno y a sus electores y les informa sobre los caminos de la paz y el progreso.
La Ciencia Cristiana ilumina las verdades sanadoras que se encuentran en la Biblia y enseña que todos somos los hijos de un Dios único y bueno, el Amor divino. Aunque podría parecer que nuestro mundo está gobernado por la división y el conflicto de intereses, nuestras oraciones pueden guiarnos a mirar a través de la lente de la espiritualidad para ver la verdadera naturaleza de la creación de Dios.
Podemos comenzar orando para comprender mejor que los líderes mundiales y todos los ciudadanos del mundo son creados espiritualmente por un creador completamente bueno; cada uno de nosotros incluye la honestidad de la Verdad divina, el cuidado del Amor divino y la integridad del Principio divino. Esta perspectiva espiritual nos guía a ver que la verdadera naturaleza de todo gobierno está sostenida por el gobierno benevolente de Dios. Cuando las noticias atraen nuestra atención hacia el comportamiento errado o la inestabilidad en el liderazgo, podemos reconocer en nuestra oración el poder de la bondad de Dios para elevar, salvar y ajustar.
Hace varios años, las noticias estaban llenas de informes sobre la lucha de poder en un país distante, donde los manifestantes a favor de la democracia se oponían a un régimen totalitario. The Christian Science Monitor y otras fuentes de noticias estaban reportando sobre esto, y decidí orar a diario por la situación. Oré para ver el hecho espiritual del buen gobierno de Dios reflejado en la individualidad de todos los “poderosos”, incluso (y en especial) aquellos con los que yo estaba fuertemente en desacuerdo.
Obtuve un sentido más profundo de la esperanza y de la posibilidad de la curación.
Logré contradecir los cuadros agresivos de líderes autoritarios y egoístas que hacían daño a sus ciudadanos. Por medio de la oración, obtuve una percepción inspirada de la verdadera identidad de los personajes de este drama político: que ellos son ideas espiritualmente motivadas e inteligentes de su Padre-Madre Dios. Aferrarme a la perspectiva espiritual de la creación de Dios fue la inspiración que dio forma a mi oración y me llevó a reconocer la eterna presencia de Dios como el verdadero poder en escena.
No siempre es fácil aferrarse a la perspectiva espiritual —ver y confiar en el poder de Dios, el bien— pero me di cuenta de que disciplinar mi pensamiento con persistencia en esta dirección era el camino práctico para la curación. Esta disciplina del pensamiento me llevó a ser más paciente con la gente dentro de mi propio círculo social, especialmente cuando surgían desacuerdos, y me encontré más dispuesta a recurrir al punto de vista espiritual sobre los demás, en vez de reaccionar o sentir resentimiento. Un problema físico por el que había estado orando durante varios meses sanó rápidamente, y me sentí más inclinada a reconocer que la gente ha sido creada espiritualmente y expresa cualidades divinas, en lugar de verlos como mortales regidos por limitaciones y sujetos a la discordia.
Cuando las noticias informaron que la lucha de poder en el país por el que había estado orando se había solucionado, lo que resultó en una sociedad más abierta con un nuevo liderazgo, agradecí por ver el progreso alcanzado. Confié en que las oraciones de muchos, entre ellas las mías, habían contribuido a la paz que se estaba manifestando en esa región. Obtuve un sentido más profundo de la esperanza y de la posibilidad de la curación, incluso cuando las cosas parecen desalentadoras por fuera, confiando en el cuidado de Dios, no solo para esa nación distante, sino también para mi propia comunidad y país.
En la página 340 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”.
Al orar por nuestros líderes mundiales, mantengamos en mente la admonición bíblica de Segunda de Samuel que nos recuerda de dónde proviene el verdadero poder: “Dios es mi fortaleza y mi poder: Y él hace perfecto mi camino (22:33, KJV). Vale la pena reemplazar la aprensión por la oración sanadora y constructiva. Ayuda a traer progreso al mundo, y hallaremos que también trae ajustes llenos de bendiciones a nuestras propias vidas.
