Hace unos años, mi esposo y yo tuvimos uno de nuestros mayores desafíos personales. Él es un contratista de construcción independiente, y decidió emprender y administrar un negocio del que prácticamente no sabíamos nada: un centro de bolos de 26 carriles. Nuestra comunidad tenía gran necesidad de algunas actividades recreativas positivas para la familia, y pensamos que esto ayudaría a satisfacer esa necesidad. Mi esposo pasó años investigando y estudiando la industria, y finalmente construyó y abrió el centro, para deleite de la comunidad. Sin embargo, este resultó ser un desastre administrativo y monetario para nuestros socios y para nosotros.
Pronto nos encontramos hasta el cuello de obligaciones financieras, relaciones difíciles entre empleados y clientes, y tensiones en las relaciones entre nuestros socios comerciales. Mi esposo trabajó 15 horas al día, siete días a la semana durante cinco años para mantener la integridad del negocio. Cuando no estaba trabajando, a menudo se sentaba desesperado. Temíamos ir a la bancarrota y que ejecutaran la hipoteca.
Concentré todos mis esfuerzos y energías en mantener a nuestra familia unida, haciendo todo lo posible por guardar un sentido de equilibrio y orden dentro del hogar para nuestras dos hijas pequeñas. Y lo más importante: ¡oré! Establecí un período regular de dos a tres horas por día dedicado al trabajo metafísico específico en apoyo de nuestro negocio y nuestra familia, buscando “seguridad en la Ciencia divina” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494).
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