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Original Web

El arte transformador de la quietud

Del número de octubre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de julio de 2020 como original para la Web.


Quienes hallan los cambios positivos que buscan a menudo los encuentran en un estado de absoluta quietud mental. Los cambios de carácter, la curación y las decisiones importantes de la vida requieren quietud, una tranquilidad mental apacible que aparte activamente las distracciones, incluso lo que a menudo parece ser estática mental.

Puedes leer acerca de la necesidad de estar quieto en casi cualquier texto sagrado. En el libro Primero de Reyes en la Biblia, Elías no encuentra la presencia de Dios y Su bondad poderosa en el viento, el terremoto o el fuego, sino en una “voz callada y suave” (19:12, KJV). Mantenerse mentalmente en calma le permitió escuchar la voz de Dios, la que le reveló cómo derrotar a quienes imponían la adoración a Baal y hacer que el pueblo hebreo volviera a adorar a Dios.

Los sucesos que finalmente resultaron en que Elías escuchara la “voz callada y suave” de Dios no fueron diferentes a nuestra lucha por relacionarnos estrechamente con el Divino en el mundo moderno. Todos podemos encontrar, hoy en día, el poder lleno de la paz, del amor y la guía de Dios en nuestras vidas, por más tumultuosas que estas puedan parecer.

He comprobado esto en mi propia experiencia. He aquí un ejemplo. Había dejado todo lo que estaba haciendo para cuidar a dos niños pequeños cuyo padre había sido hospitalizado repentinamente. Los mantuve ocupados en el patio de recreo y con sus autitos de juguete. Esto le dio a la madre el espacio que tanto necesitaba para atender a su bebé de apenas una semana de edad.

Sin embargo, después de un largo día de intensa actividad, de hornear galletas hasta tarde en la noche y dormir en el sofá de la familia, me desperté a las 5 de la mañana con síntomas de un resfrío fuerte y doloroso. Cuando me senté, supe que, para continuar con mis nuevas responsabilidades, necesitaba sanar de ese resfrío o encontrar a alguien con buena salud para cuidar a los niños. Entonces, antes de hacer otro movimiento, me quedé quieto tanto física como mentalmente.

En esta quietud, sucedió algo muy hermoso: Mi pensamiento se liberó completamente de la distracción de los síntomas. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Para orar correctamente, debemos entrar en el aposento y cerrar la puerta. Debemos cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales” (Ciencia y Salud con Llave de las Escrituras, pág. 15).

Pensé en lo tranquilo y quieto que Jesús debe de haber estado ante todas esas circunstancias, incluso la muerte.

Había cerrado la puerta de mi pensamiento a la evidencia material para escuchar con el corazón. Al acallar el ruido mental, pude orar con toda sinceridad. Sentí una presencia tangible que solo puedo explicar como la presencia de Dios que hablaba con calidez y con palabras que yo podía entender, diciendo: “No te vayas; solo está quieto”. Al recordar la directiva bíblica de “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:10), fue en ese espacio silencioso que experimenté la divinidad pura.

En esa quietud, recordé que Cristo Jesús no se fue de inmediato para ver a Lázaro cuando recibió la noticia de que este estaba enfermo (véase Juan 11:1–44), y permaneció donde estaba durante dos días. Y cuando supo que Lázaro había muerto, Jesús les dijo a sus discípulos: “Me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis”.

Pensé en lo tranquilo y quieto que Jesús debe de haber estado ante todas esas circunstancias, incluso la muerte. Jesús estaba presionado por el tiempo, tenía que recorrer cierta distancia, sabía que los miembros de la familia de Lázaro dependían de su ayuda y, sin embargo, permaneció en calma. Y luego, cuando llegó al lugar donde Lázaro había muerto y había sido enterrado, lo resucitó.

Para mí, la historia de cuando Jesús resucita a Lázaro de entre los muertos muestra la omnipresencia de Dios. Jesús demostró el valor de tomarse el tiempo para experimentar la presencia de Dios al insistir calmadamente en mantenerse quieto y no inquietarse por las circunstancias humanas; al escuchar humildemente a Dios, por medio de lo cual el ruido de la muerte fue silenciado por completo. La quietud que Jesús experimentó fue sanadora.

En el sofá donde había pasado la noche, el sanador discernimiento de esta historia bíblica vino a mi consciencia y abrió mi entendimiento para considerar la espiritualidad que hizo posible la quietud de Jesús. Y esta se convirtió en una experiencia radical para mí: Dios me había hablado. ¡Me levanté del sofá sin rastro de los síntomas de resfrío!

Estaba muy agradecido por el estado espiritual y tranquilo del ser que cambió por completo mi experiencia, de la enfermedad a sentir la hermosa dulzura de la presencia divina. Esta presencia me sanó, pero no solo por mi propio bien; también era por mi “comunidad”, la adorable familia que necesitaba ayuda, y que se reunió poco después de que me sanara de los síntomas del resfrío.

Experimenté la profunda presencia del Divino que me mostró mis cualidades innatas de salud, alegría y solidaridad, cualidades que Dios expresa en nosotros todo el tiempo. Pasé de la enfermedad al silencio y a una historia sagrada que me inspiró y resultó en una transformación física ... ¡y luego experimenté una profunda gratitud!

Para aquellos que buscan un cambio positivo, todos podemos encontrar hoy la voz transformadora, quieta, tranquila y sanadora de Dios.

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