Hace unos años, pasé por una situación en la que mis perspectivas se volvieron más desoladoras de lo usual, y no parecía haber una forma obvia de superar el malestar mental que padecía.
Tenía a mano un remedio que conocía muy bien en las verdades espirituales de la Biblia y del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy, los cuales me habían traído muchas curaciones en las dos décadas en las que había estado estudiándolos. No obstante, durante este período me encontré leyendo superficialmente las palabras en lugar de asimilar las ideas. Teóricamente, comprendía que Dios es la Mente divina, que por ser la creación de Dios yo reflejo esta Mente eternamente llena de luz, y que, por lo tanto, esos pensamientos sombríos verdaderamente no eran míos. Sin embargo, en la práctica sentía que, aunque esos pensamientos negativos no me pertenecían, realmente parecían estar apoderándose de mí.
Un día, me sentí particularmente deprimido. Ni siquiera pude abrir los libros. Lo único que me sentí capaz de hacer fue llevar mis pensamientos lúgubres a caminar por un parque cercano. Lo crucé, sin casi notar nada excepto las verdes briznas de hierba debajo de mis pies.
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