Unos meses después de que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, mi niño más pequeño enfermó con una alta temperatura y una alarmante afección de la piel en todo el cuerpo. Hice todo lo que una madre haría para cuidar de la mejor forma a su hijo en tales circunstancias, e hice que estuviera lo más cómodo posible.
Durante ese tiempo, las oraciones de una Científica Cristiana que había apoyado mis primeros pasos en la Ciencia Cristiana fueron de enorme ayuda. Su espiritualidad y confianza en el cuidado de Dios me alentaron profundamente. Mi esposo, aunque tenía miedo, me apoyó en mi deseo de apoyarme en esta Ciencia para la curación. Pero después de orar por el niño y ver que no había mejoría, me sentí abrumada por el temor.
Una madrugada me paré junto a la ventana y comencé a orar, pidiendo a Dios que me guiara. Pronto me sentí elevada y llena de inspiración. Entonces me vino la idea de agradecerle a Dios por Su hija, Mary Baker Eddy, porque ella había descubierto, a través de su profundo amor y sistemático estudio de la Biblia, las verdades universales de la Ciencia Cristiana para sanar a la humanidad. De corazón agradecí por su abnegación y amor al compartir este descubrimiento con el mundo. Me vino una gran paz en ese momento.
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