Cuando leí los testimonios del número de enero de 2020 de esta revista, me di cuenta de que era hora de compartir mi propia curación trascendental.
Hace unos cinco años, me apareció un pequeño crecimiento en el centro de la frente. Al principio no me alarmé, pero cuando comenzó a crecer y tuve que vendarlo ocasionalmente, supe que no podía quedarme sin hacer nada y simplemente desear que desapareciera.
Lo primero que hice fue pedirle tratamiento metafísico a un practicista de la Ciencia Cristiana. Determinamos que era necesario que yo alcanzara una mejor comprensión de Dios, la única fuente de mi vida y salud. Sabía que toda acumulación de materia, tal como un tumor en el cuerpo, era la falsificación del crecimiento espiritual, el único crecimiento verdadero, el que proviene al comprender que Dios es Espíritu, y que lo que el Espíritu crea es espiritual, como él mismo, y, por lo tanto, no tiene defecto alguno. El Espíritu, por ser Todo-en-todo, demuestra que la materia, a diferencia de él, es nada; la materia no tiene sustancia ni realidad.
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