Aunque no soy de los Estados Unidos, realmente he llegado a apreciar su tradición de celebrar el Día de Acción de Gracias cada noviembre, así como el hecho de que Mary Baker Eddy, Fundadora de la Ciencia Cristiana, estableció un servicio religioso anual del Día de Acción de Gracias para todas las Iglesias de Cristo, Científico, alrededor del mundo. Además, he descubierto que detenernos un instante en cualquier momento para dar gracias a Dios tiene un impacto sanador en nuestras vidas. Y nuestro corazón se abre a todo aquello por lo que podamos estar agradecidos.
Hace unos diez años, en noviembre, asistí a una conferencia de trabajo en Francia. Una noche, algunos colegas y yo fuimos a cenar a la casa de otro colega, la cual quedaba a cierta distancia de nuestros hoteles y del lugar de la conferencia. Como de costumbre cuando viajaba por trabajo, había estado orando de antemano para que la armonía se manifestara durante todo el trayecto. También tenía conmigo mi ejemplar del Christian Science Journal de ese mes.
En la Ciencia Cristiana me habían enseñado a no quedarme en “las planicies del pensamiento”, sino a esforzarme constantemente por elevar cada vez más mi comprensión de Dios y la demostración de la Verdad divina. En esto había centrado mi oración durante algunas semanas antes de ese viaje. Había sentido que necesitaba extenderme mental y espiritualmente. Un artículo en el Journal de ese mes (Tony Lobl, “Beyond our comfort zone,” November 2010) estaba muy en sintonía con la forma en que yo había estado orando, y animaba al lector a ir más allá de hacer simplemente nuestras vidas más cómodas a preguntarnos si estamos “contribuyendo a promover… la salvación de la humanidad”. El escritor continuaba explicando que salir de su zona de confort y ayudar a los demás a menudo le había brindado “profundo consuelo”.
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