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Original Web

¡Dar gracias sana!

Del número de noviembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de agosto de 2020 como original para la Web.


Aunque no soy de los Estados Unidos, realmente he llegado a apreciar su tradición de celebrar el Día de Acción de Gracias cada noviembre, así como el hecho de que Mary Baker Eddy, Fundadora de la Ciencia Cristiana, estableció un servicio religioso anual del Día de Acción de Gracias para todas las Iglesias de Cristo, Científico, alrededor del mundo. Además, he descubierto que detenernos un instante en cualquier momento para dar gracias a Dios tiene un impacto sanador en nuestras vidas. Y nuestro corazón se abre a todo aquello por lo que podamos estar agradecidos.

Hace unos diez años, en noviembre, asistí a una conferencia de trabajo en Francia. Una noche, algunos colegas y yo fuimos a cenar a la casa de otro colega, la cual quedaba a cierta distancia de nuestros hoteles y del lugar de la conferencia. Como de costumbre cuando viajaba por trabajo, había estado orando de antemano para que la armonía se manifestara durante todo el trayecto. También tenía conmigo mi ejemplar del Christian Science Journal de ese mes.

En la Ciencia Cristiana me habían enseñado a no quedarme en “las planicies del pensamiento”, sino a esforzarme constantemente por elevar cada vez más mi comprensión de Dios y la demostración de la Verdad divina. En esto había centrado mi oración durante algunas semanas antes de ese viaje. Había sentido que necesitaba extenderme mental y espiritualmente. Un artículo en el Journal de ese mes (Tony Lobl, “Beyond our comfort zone,” November 2010) estaba muy en sintonía con la forma en que yo había estado orando, y animaba al lector a ir más allá de hacer simplemente nuestras vidas más cómodas a preguntarnos si estamos “contribuyendo a promover… la salvación de la humanidad”. El escritor continuaba explicando que salir de su zona de confort y ayudar a los demás a menudo le había brindado “profundo consuelo”.

Compartió ideas sobre lo que significa realmente el “confort”, así como un ejemplo de una situación nada confortable en la que había orado para superar la ansiedad. Después de obtener un resultado favorable, descubrió que había “enfrentado el miedo y obtenido una victoria sobre él”, demostrando así algo del dominio que Dios le ha dado al hombre. Y me encantaron especialmente sus frases finales, las que destacaron que cuando “dejamos ... nuestras zonas de confort y nos metemos en aguas más agitadas”, podemos encontrarnos en “la zona del Consolador” (que es lo único que realmente existe), donde nos rodea el amor de Dios. Esto es la evidencia del Consolador que Cristo Jesús prometió y que la Sra. Eddy entendió que era la Ciencia Divina (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 55). 

Esta noche en particular, mis colegas y yo habíamos disfrutado de una cena muy agradable y nos íbamos a altas horas de la noche en un viaje largo y complicado de regreso al centro de la ciudad; el viaje incluía automóviles y un tren, y terminaba con una caminata de diez minutos hasta nuestros hoteles. Todos mis compañeros estaban listos para partir y se habían subido a los autos y me estaban llamando. Salí apresuradamente de la casa hacia el camino de cemento al costado de la casa. En esa área no había iluminación ni allí ni en la calle, y yo había entrado a la casa de una manera completamente diferente. Mientras me apresuraba hacia lo que pensé que era un camino nivelado, caí dos escalones y aterricé con fuerza sobre el costado de mi cabeza contra el sendero de concreto de abajo, torciéndome también un tobillo. El ruido tan fuerte cuando mi cabeza chocó contra el suelo fue alarmante. Nuestro anfitrión se sorprendió, y dijo que temía que me hubiera quebrado una extremidad o roto el cráneo, y trató de ayudarme a levantarme. Gentilmente le pedí que me dejara permanecer en el suelo por unos segundos. Necesitaba unos momentos para orar.

Aprendí cuán fortalecedora puede ser nuestra propia expresión de gratitud.

El primer pensamiento que me vino claramente a la mente fue: “¡Agradece que Dios es!” Para mí, eso significaba que necesitaba llenar mi pensamiento de gratitud porque Dios es Todo y estaba allí conmigo. También sabía que esa semana las iglesias de la Ciencia Cristiana de alrededor del mundo celebrarían servicios especiales del Día de Acción de Gracias. Esa mañana había estado estudiando la Lección Bíblica de Acción de Gracias que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y me sentí abrazada por la gratitud con que las personas estaban orando y que juntas expresarían en los servicios religiosos. Como dice un salmo en la Biblia: “Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una su nombre” (Salmos 34:3, LBLA). 

En ese momento en el suelo lo único que podía sentir era mucha gratitud. También me vinieron a la mente esas hermosas ideas del artículo del Journal con las que había estado orando. Insistí mentalmente en que estaba en “la zona del Consolador”, así que todo estaba bien.

Me puse de pie con cautela, le aseguré a nuestro aliviado anfitrión que no había ningún hueso roto y me dirigí lentamente hacia un automóvil. Al entrar, continué orando, considerando todo por lo que estaba agradecida en esta experiencia, a pesar de que mi tobillo palpitaba mucho y lo sentía débil, y me dolía la cabeza. 

¿Por qué más estaba agradecida? Estaba agradecida porque estaba tan oscuro que aparentemente mis colegas no habían advertido lo que había sucedido y no podían ver fácilmente mi apariencia. En consecuencia, no expresaban mucha preocupación ni temor por cómo me sentía.

A pesar de que tuve que lidiar con pensamientos agresivos de que el golpe en mi cabeza podía ser bastante grave, pude participar naturalmente en las conversaciones en el auto mientras oraba. Para cuando estuvimos en el tren, el dolor de cabeza se había calmado, al igual que los latidos de mi tobillo. Al llegar a la ciudad, mis colegas se marcharon en una dirección diferente hacia sus hoteles, así que di un paseo tranquilo hasta mi hotel por mi cuenta, otra cosa por la que estaba agradecida mientras caminaba de regreso lentamente pero con seguridad, orando todo el camino.

Una vez en mi habitación de hotel, releí la Lección Bíblica de Acción de Gracias, sintiendo la necesidad de enfrentar el temor de irme a dormir esa noche, especialmente porque estaba tan lejos de casa. Aunque mi anfitrión había comentado sobre la posibilidad de una conmoción cerebral, y al principio me había sentido aturdida, nunca perdí el conocimiento ni la capacidad de pensar y hablar claramente. Estaba muy agradecida de poder orar con claridad, y también escuchar y sentir nítidamente la amorosa seguridad de Dios. Sintiéndome custodiada por el Consolador, disfruté de una noche de sueño completamente ininterrumpido.

Cuando me desperté por la mañana, mi rostro no mostraba ninguna evidencia del impacto y durante ese día pude caminar libremente. Cuando llegué a nuestra reunión matutina, nuestro anfitrión se me acercó preocupado y me dijo que estaba convencido de que estaría en el hospital y que estaba asombrado de verme allí, libre y feliz. Le expliqué que había orado y le dije lo agradecida que estaba por el cuidado inmediato de Dios. Él y mis otros colegas, que ahora estaban al tanto del incidente y escucharon mis comentarios sobre la oración, estaban muy agradecidos de que me sintiera bien.

Al rememorar lo ocurrido, recuerdo haberme sentido muy animada por toda la gratitud en la que los Científicos Cristianos de todo el mundo se concentraron esa semana. Estaba agradecida por haberme esforzado por salir de mi zona de confort, lo que me llevó a la “zona del Consolador” y la curación. Y también aprendí cuán fortalecedora puede ser nuestra propia expresión de gratitud. Pensé en el enfoque de Jesús para sanar, y que a menudo daba gracias a Dios, a veces incluso antes de que ocurriera la curación. Su oración ante la muerte de Lázaro fue: “Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:41, 42, NTV), y luego resucitó a Lázaro. Si alguna vez hubo un ejemplo del poder de la gratitud, ¡fue ese! ¡La gratitud sana! Y podemos abrir nuestro corazón a la gratitud todos los días.

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