Hace años me encontré sin trabajo por primera vez. Era fotógrafa independiente y todas mis posibilidades laborales habituales se habían agotado. Todavía tenía algunos trabajos pequeños aquí y allá que me proporcionaban lo suficiente para pagar el alquiler y las cuentas, pero no quedaba mucho. Pensé en solicitar pagos a la asistencia social, pero sentí que era mejor orar primero respecto a mi próximo paso.
Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo, y ella me recordó que Dios siempre es nuestro verdadero empleador y que el Amor divino satisface todas nuestras necesidades. Sabía que los talentos que Dios nos da nunca podrían ser inútiles. Bajo Su ley de armonía la demanda siempre es satisfecha con la oferta, y viceversa. Poco después de esto, se me ocurrió la idea de que tal vez podría usar mis habilidades fotográficas de una manera algo diferente: podía trabajar para una revista o periódico como editora fotográfica. Esta nueva perspectiva laboral me entusiasmó. Esperaba aprender nuevas habilidades y poner en práctica los conocimientos de fotografía que tenía. El desafío era cómo entrar en una industria popular sin experiencia formal, sin contactos ni ofertas de trabajo.
Comencé haciendo una lista de las revistas y periódicos en los que sentía que me gustaría trabajar. Encontré información de contacto para la mayoría de ellos en línea y envié mi currículum y detalles. Llamé a varios de ellos y pedí hablar con el editor fotográfico; quería saber cómo había progresado en la industria, y ver si había algo que yo tenía que hacer para mejorar mis habilidades y calificaciones. Sin embargo, este esfuerzo no me llevó a ningún lado. Ellos estaban demasiado ocupados con sus fechas de entrega y sesiones de fotografía como para hablar conmigo. Parecía que había llegado a un callejón sin salida, y que encontrar trabajo como editor de fotos sería imposible. Después de algunas semanas sin que me contestaran mis correos electrónicos y llamadas telefónicas, decidí dejarlo todo en manos de Dios. ¡Continué orando, confiando en que Dios tenía un plan para mí y que sería bueno!
Una tarde estaba ayudando en un pequeño trabajo de fotografía. Mientras preparaba las luces para que mi jefe tomara una foto, me llegó un mensaje muy claro: “Tal vez es aquí donde Dios quiere que estés”. De repente, me sentí muy agradecida por el pequeño trabajo en el que estaba, y feliz de usar las cualidades y talentos que Dios me había dado. Me conmoví mucho. Recuerdo que pensé: “Dios, si aquí es donde necesitas que esté, estoy feliz de estar aquí”.
Después de terminar el trabajo, miré mi teléfono y vi que tenía un mensaje de voz. El mensaje era de uno de los editores fotográficos de una revista con la que me había comunicado. Le regresé la llamada y ella me explicó que necesitaban un nuevo asistente de editor fotográfico, ya que el último asistente se había ido inesperadamente. Me dijo que mi llamada no podría haber sido más oportuna. Pensé: “¡Por supuesto, el tiempo de Dios siempre es perfecto!”. Hicimos arreglos para hacer una prueba al día siguiente, y al otro día me ofrecieron un puesto permanente como asistente de editor fotográfico. ¡Yo estaba encantada!
Trabajé en esa revista durante muchos años, aprendiendo nuevas habilidades y expandiendo mi amor por la fotografía. Sin embargo, la lección espiritual —de mantenerme humilde y confiar en Dios— siempre será lo más destacado de esta experiencia. Ahora sé que siempre estamos en nuestro lugar correcto, y que podemos dejar que se desarrolle el plan de Dios para nosotros, porque Su tiempo siempre es perfecto.
Joy Rae-Hughes
Sydney, Nueva Gales del Sur, Australia
