Era mi primer año en el internado, y también estaba jugando en un equipo de tenis por primera vez. Me sentía un poco abrumada por estar lejos de casa, tener que hacer nuevos amigos y practicar un nuevo deporte.
En el penúltimo día del campamento deportivo de pretemporada, estaba retrocediendo cuando perdí el equilibrio, caí hacia atrás y aterricé sobre mis muñecas. Pude levantarme y seguir corriendo por el resto de la práctica, pero a medida que avanzaba el día, era obvio que me había lesionado una muñeca. Me dolía bastante y no podía moverla mucho.
Las preocupaciones se fueron acumulando. Había progresado mucho cada día en mis habilidades en el tenis y quería seguir mejorando para mi equipo, pero tenía miedo de que, debido a esa lesión, no pudiera participar. Incluso me preocupaba que, si me quedaba fuera demasiado tiempo, perdería todo el progreso que había hecho. También tenía temor porque la escuela comenzaría en tan solo cuatro días, y ¿cómo podría escribir o aun hacer cosas simples como vestirme?
Hablé con mis padres sobre lo sucedido y me animaron a llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Esto me pareció una buena idea porque prefería sanar que quedarme afuera lesionada. Así que al día siguiente la llamé.
La practicista compartió conmigo una línea del Himno 189 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que dice: “Mi entrada y mi salida / corona con Su paz” (Bohemian Brethren). Ella explicó que, aunque estuviera enfrentando muchos cambios, ninguno de ellos podía afectar mi bienestar o mi relación con Dios. Mi relación con Él siempre es segura y jamás cambia, así que sabía que yo estaba a salvo. Consideré que “mi entrada y mi salida” se refería a la nueva y emocionante aventura de la temporada de tenis. Y estar coronada “con Su paz” significaba que el amor de Dios me estaba protegiendo, por lo que, en realidad, nada podía lastimarme. Sentí que mi temor y mis preocupaciones se desvanecían al aceptar que estas ideas eran verdaderas.
Al día siguiente, mi muñeca estaba muchísimo mejor y, aunque otra vez no participé en la práctica, pude hacer todo lo otro que tenía que hacer ese día. La practicista y yo seguimos orando juntas, y me sentí cada vez más segura de que nunca me había apartado del cuidado de Dios ni por un segundo. Me di cuenta de que se estaba produciendo la curación.
Al día siguiente, hubo una mejoría aún mayor, y pude ir a la práctica de acondicionamiento físico y hacer la mayoría de los ejercicios mientras modificaba algunos. El primer día de escuela pude escribir perfectamente, y esa tarde practiqué tenis con el equipo como lo hacía normalmente. Estaba agradecida por haber mantenido casi todo el progreso que había logrado antes de la lesión, y haber podido reunirme con mi equipo.
Alrededor de una semana después, estábamos practicando nuestros saques cuando sentí un ligero dolor en la misma muñeca. Como no quería que este tema reapareciera, inmediatamente oré con esta idea del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Las relaciones de Dios y el hombre, el Principio divino y la idea, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ninguna interrupción de la armonía ni retorno a ella, sino que mantiene que el orden divino o la ley espiritual, en el cual Dios y todo lo que Él crea son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna” (pág . 470). Oré para comprender más claramente que no había habido ninguna interrupción de la armonía (una caída con efectos dolorosos) y luego un retorno a la misma, sino que la verdad inalterable era que Dios siempre me había protegido por completo. Entonces no había nada negativo que pudiera volver a ocurrir o resurgir. Después de orar de esta manera, pude continuar jugando sin preocuparme de que mi muñeca me molestara en el futuro. El ligero dolor disminuyó, y estuve libre de toda molestia el resto de la temporada. También estoy agradecida porque hice buenos amigos y me acostumbré rápidamente a mi nueva escuela.
Lo mejor que obtuve de esta curación fue la comprensión más profunda de que incluso cuando enfrentas un cambio, tu relación con Dios nunca cambia, y siempre está allí para que te apoyes en Él, Ella.