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Buenas noticias

La alegría del Cristo, hoy y siempre

Del número de diciembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 23 de diciembre de 2019 como original para la Web.


Con frecuencia expreso una alegría pura en mi vida, especialmente en la época de Navidad, porque amo a Dios y amo la Vida. Tengo el propósito de elevar a los que me rodean por medio de mi alegría.

Una Navidad, cuando mi familia comenzó a realizar las tradicionales actividades de la época, me di cuenta de que me faltaba la alegría, me sentía triste. Parecía que esa tristeza se debía a que no estaba sintiendo el verdadero significado espiritual de la Navidad a mi alrededor ese día en particular. Cuanto más creía que me faltaba mi alegría acostumbrada, tanto más sentía que no podría encontrarla y finalmente desperdiciaría el Día de Navidad.

Recordé una charla que había tenido con unos amigos cuando estábamos leyendo el libro del profeta Joel en la Biblia, y habíamos hablado detenidamente sobre este versículo: “Se secaron las vides y se marchitaron las higueras. …Y la alegría de la gente se marchitó con ellos” (Joel 1:12, NTV). Yo no quería pasar por alto los “frutos” —los verdaderos regalos espirituales de la Navidad— por no sentir alegría, pero no sabía cómo recuperarla al no comprender la razón espiritual de la felicidad que expresamos.

Mi mamá se dio cuenta de que algo me molestaba, y cuando se lo conté, me explicó que el sentimiento de tristeza en la Navidad (y realmente en cualquier momento) es simplemente una creencia en el anticristo que podía perturbar la celebración de la luz del Cristo en nuestra vida. Yo sabía que el diccionario Webster de 1828 define el anti-cristo como un “adversario del Cristo”. Y puesto que adversario es otro nombre para “el diablo” (1 Pedro 5:8, LBLA), al cual Cristo Jesús definió como una mentira, reconocí que la tristeza que sentía era también simplemente una mentira; una creencia falsa que yo podía eliminar de mi pensamiento de inmediato con el Cristo, la Verdad divina que Jesús representaba.

Luego me fui a mi habitación para estar un tiempo a solas y aprender más acerca del Cristo —lo opuesto del anticristo— y ver la alegría que la idea-Cristo trae al mundo. Decidí que no había mejor lugar para comenzar a aprender acerca del Cristo que la historia del nacimiento de Jesús. Así que fui al segundo capítulo de Lucas en mi Biblia y comencé a leer. Llegué al décimo versículo: “Pero el ángel los tranquilizó [a los pastores]. ‘No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente” (NTV).

Cuando leí este pasaje, pensé que yo era como los pastores, al escuchar los mensajes angelicales de Dios que anunciaban el nacimiento de Jesús, señalando la gran alegría de la presencia del Cristo con la humanidad. Como escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “[Jesús] fue designado para hablar la palabra de Dios y para aparecer a los mortales en una forma de humanidad tal que ellos pudieran comprender así como percibir” (pág. 332). Como el ángel dijo a los pastores hace tanto tiempo, la alegría del Cristo no es solo para cierto grupo selecto de personas, sino, más bien, para que todos la sientan y la expresen en sus vidas a través de todo el tiempo. 

Me sentí muchísimo mejor de inmediato, y decidí ver qué más relataban las Escrituras acerca de la alegría que trae la venida del Cristo. Enseguida encontré en Romanos que “nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (5:11, LBLA). Para mí esto quería decir que Cristo Jesús, a quien celebramos en Navidad, representa la presencia de la alegría que Dios imparte a la humanidad. La alegría de la idea-Cristo está “por siempre cerca y presente”, como cantamos en el poema “Bendita eres, Navidad” de la Sra. Eddy, al que se le puso música en el Himnario de la Ciencia Cristiana (N° 23, según versión en inglés).

Entonces estuve lista para estar con mi familia y participar de nuestras actividades, plena de una renovada alegría espiritual que no podía ser apagada.

Aquel día, descubrí que las oscuras nubes de la tristeza no pueden ocultar la alegría pura del Cristo. Cuando damos la bienvenida al Cristo y celebramos su venida, nos damos cuenta de que la alegría es un verdadero regalo de Dios. Esta idea inspirada hace que cada día sea Navidad. No hay forma de perderse esta celebración cuando reconocemos que siempre que somos elevados por esta alegría pura que trae el Cristo a nuestras vidas, sentimos las bendiciones del verdadero sentido de la Navidad.

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