Hace aproximadamente un año, me desperté una noche sintiendo un dolor intenso en la rodilla y no podía doblarla en lo más mínimo. No podía poner ningún peso sobre mi pie derecho y cada vez que intentaba moverme, tenía que usar un bastón solo para moverme a una distancia corta dentro del dormitorio.
Me alarmó mucho esta repentina condición física agresiva. También me sentí muy solo y esto realmente me impulsó a orar a Dios sin reservas. Recordé que la noche antes de su crucifixión, Cristo Jesús dijo: “No me ha dejado solo el Padre” (Juan 8:29). La palabra solo proviene literalmente de las palabras todos y uno, “todos uno”. Afirmé que soy uno con Dios porque el hombre es Su reflejo, es uno con Él. Nunca podré estar fuera de Su amor y tierno cuidado.
Siempre que sentía un dolor intenso y no podía dormir, decidía cantar himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. Esto me ayudó a comenzar a sentir la presencia amorosa de Dios a mi alrededor. La primera estrofa del Himno 139 fue especialmente útil:
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