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Original Web

Severo dolor de rodilla sanado y tumor disuelto

Del número de diciembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de septiembre de 2020 como original para la Web.


Hace aproximadamente un año, me desperté una noche sintiendo un dolor intenso en la rodilla y no podía doblarla en lo más mínimo. No podía poner ningún peso sobre mi pie derecho y cada vez que intentaba moverme, tenía que usar un bastón solo para moverme a una distancia corta dentro del dormitorio.

Me alarmó mucho esta repentina condición física agresiva. También me sentí muy solo y esto realmente me impulsó a orar a Dios sin reservas. Recordé que la noche antes de su crucifixión, Cristo Jesús dijo: “No me ha dejado solo el Padre” (Juan 8:29). La palabra solo proviene literalmente de las palabras todos y uno, “todos uno”. Afirmé que soy uno con Dios porque el hombre es Su reflejo, es uno con Él. Nunca podré estar fuera de Su amor y tierno cuidado.

Siempre que sentía un dolor intenso y no podía dormir, decidía cantar himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. Esto me ayudó a comenzar a sentir la presencia amorosa de Dios a mi alrededor. La primera estrofa del Himno 139 fue especialmente útil:

Andando voy con el Amor 
y es día santo el día de hoy; 
ya nada puedo yo temer, 
pues cerca siento a mi Señor; 
de puro gozo lleno estoy. 
¡Con el Amor andando voy!
(Minny M. H. Ayers)

Por la mañana me comuniqué con un practicista de la Ciencia Cristiana. Me pidió que estudiara la siguiente oración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy: “Sé firme en tu comprensión de que la Mente divina gobierna, y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios. No temas que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente de por sí que la materia no puede tener dolor ni inflamarse” (pág. 393).

Me di cuenta de que el título marginal de esta frase era “No hay dolor en la materia”. Pronto comencé a sentir una mayor sensación de paz en mi pensamiento. Podía caminar lentamente, pero subir o bajar escaleras era todo un desafío ya que aún no podía doblar la rodilla. Era miércoles por la tarde y estaba orando sobre si debía ir o no a la reunión semanal de testimonios de los miércoles esa noche en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico.

Al principio pensé en no asistir a los servicios religiosos en absoluto. Estuve tentado a sentirme justificado de quedarme en casa debido a cómo me sentía. Faltar a un servicio de la iglesia de vez en cuando está perfectamente bien, pensé. Pero a medida que oraba más al respecto, supe que estos pensamientos no provenían de Dios.

Cuando la Sra. Eddy fundó la Iglesia de Cristo, Científico, con la vital misión de sanar, también hizo disposiciones específicas para los servicios de los domingos y miércoles. Considero que ambos servicios proporcionan alimento espiritual para quien asiste. Me di cuenta de que no debía perderme las actividades tan importantes que se proporcionan para nuestro crecimiento y nutrimento espiritual. Mientras pensaba en los enormes sacrificios personales que hizo la Sra. Eddy en su propia vida para compartir esta verdad sanadora con toda la humanidad, supe que ir a la iglesia debía ser mi máxima prioridad. Para mi alivio, pude conducir a la iglesia con seguridad a pesar del desafío físico.

A la mañana siguiente, el practicista me dio otra frase de Ciencia y Salud con la cual orar y reflexionar: “El Científico Cristiano, al comprender científicamente que todo es Mente, comienza con la causalidad mental, la verdad del ser, a destruir el error. Este correctivo es un alterante que llega a todas las partes del organismo humano. Según las Escrituras, sondea ‘las coyunturas y los tuétanos’, y restaura la armonía del hombre” (pág. 423). Esta era exactamente la verdad sanadora que necesitaba en ese momento. Pronto pude doblar la rodilla sin ninguna molestia y caminar normalmente.

Estaba muy emocionado con esta curación rápida y agradecí al practicista por su fuerte apoyo metafísico. El practicista me recordó el mandato de Jesús a un hombre a quien había sanado: “Mira, no lo digas a nadie” (Mateo 8:4). Sugirió que apreciara esta curación en silencio hasta que me diera cuenta claramente de que ese desafío había sido tan solo una imagen mental falsa que no era parte de mi ser real como idea espiritual de Dios, quien no está sujeto al pecado, la enfermedad y la muerte.

Un par de meses después, enfrenté otro desafío físico cuando noté un tumor en el muslo izquierdo. Al principio, no le presté atención porque no me molestaba, pero varios días después, fue creciendo y me hacía sentir muy incómodo. Llamé al mismo practicista de la Ciencia Cristiana para pedir ayuda. Oramos con la idea de que nada inmundo o impuro puede entrar en mi pensamiento o experiencia, ya que Dios es el bien omnipresente e infinito y llena todo el espacio. No hay lugar para la creencia en el mal en una consciencia que ya está llena de la verdad y el amor de Dios. Lo que parece un problema físico es la mera sugestión de que hay un poder aparte de Dios. Pero mi identidad espiritual como hijo de Dios no puede ser tocada por tales mentiras.

El practicista me alentó a dejar de observar la condición física y volver, en cambio, mi pensamiento hacia la verdad del hombre de Dios: completo, espiritual y perfecto. Al principio, esto no fue fácil para mí porque el tumor parecía estar cada vez más grande. Cuando mencioné esta preocupación, el practicista me dijo que el único crecimiento verdadero que puedo experimentar es el crecimiento espiritual. Reflexioné sobre la siguiente declaración de la Sra. Eddy: “Ninguna evidencia de los sentidos materiales puede cerrarme los ojos ante la prueba científica de que Dios, el bien, es supremo” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 277).

Persistí en mis oraciones confiando en el poder sanador del Amor divino. En dos días, el tumor comenzó a drenar y luego se disolvió por completo. La afección no ha vuelto a presentarse.

Cuando considero una de las líneas de un amado poema, “¿Sientes del Verbo el poder?” (Escritos Misceláneos, pág. 398), me siento humildemente agradecido por estas curaciones ya que realmente he sentido el poder sanador de la Ciencia Cristiana.

Jae-Bok Young
New Boston, Nuevo Hampshire, EE. UU.

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