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Original Web

La comprensión espiritual que nos mantiene a salvo

Del número de diciembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de agosto de 2020 como original para la Web.


Personas de todo el mundo consideran que las primeras páginas de la Biblia, los 31 versículos del primer capítulo del Génesis, son especiales. Pero mientras muchos las ven como el registro de una creación que tuvo lugar en el pasado, la Ciencia Cristiana revela que es una descripción intemporal de la creación como verdaderamente es siempre: espiritual y perfecta.

En consecuencia, a menudo he pensado que dentro de estas páginas se encuentra la respuesta a cada fase concebible de la miseria y el sufrimiento humanos: la creación espiritual de Dios, donde cada necesidad del hombre ya ha sido satisfecha; donde la salud, la armonía, la provisión infinita, la seguridad, el orden y la unidad son hechos establecidos; donde nada está sujeto al azar o al cambio, nada queda por hacer y nada hay que mejorar.

Este registro de la creación revela que el universo espiritual de Dios, incluidos los hijos de Dios hechos a Su imagen y semejanza, está por siempre completo. Un solo versículo al final del capítulo capta la escena con brillantez: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículo 31).

Sin embargo, naturalmente se podría preguntar: ¿Qué decir cuando las cosas no parecen “buenas en gran manera? ¿Qué sucede cuando nuestra vida o el mundo que nos rodea parece estar en crisis? ¿Y si nuestra salud, seguridad o estabilidad están de alguna manera amenazadas?

Es en realidad en esos momentos difíciles cuando una comprensión del primer capítulo del Génesis puede ser muy beneficiosa. Es decir, que este capítulo extraordinario proporciona más que meras palabras e imágenes encantadoras; la verdad que revela es práctica y demostrable.

Permítanme ofrecer un ejemplo. Hace unos años, me invitaron a ser padrino en la boda de un amigo. A medida que se acercaba el gran día, todo parecía ir de acuerdo con los planes, con una notable excepción: La boda era fuera del país, en una ciudad que estaba luchando contra un brote de una enfermedad contagiosa: un coronavirus que los médicos especialistas consideraban potencialmente mortal. Toda la planificación y la complicada logística de la boda se habían concertado firmemente en esa ciudad mucho antes de que comenzara el brote, y como la fecha de la boda se acercaba rápidamente, el lugar no se podía cambiar.

Yo, ciertamente, no quería decepcionar a mi amigo en su gran día, pero consideraba que era prudente asegurarme de cumplir con los requisitos legales que mi propio gobierno podría haber establecido. Descubrí que no había prohibición para viajar ni cuarentena, solo la fuerte recomendación de que las personas que regresaran a los Estados Unidos desde esta ciudad en particular se quedaran en casa durante una semana si podían hacerlo. Mi empleador accedió a mi solicitud de tener un poco de tiempo libre para cumplir con ese requerimiento.

Pasé momentos maravillosos en la boda y volví a casa para disfrutar de una semana tranquila fuera del trabajo. Sin embargo, tan solo dos días antes de regresar a mi empleo, comencé a tener síntomas agresivos de gripe, parecidos a los de ese coronavirus en particular. Supe de inmediato que necesitaba orar, recurrir a Dios para comprender y sentir más Su presencia y poder salvador.

Los siete días de la creación al comienzo del Génesis parecían un buen lugar donde empezar. Cada día, aparece un componente nuevo y maravilloso de la creación de Dios que revela más del orden divino natural, incluido el gobierno completo y perfecto de Dios. Con los años, he descubierto que el segundo día de la creación es particularmente útil para abordar los problemas del contagio. En el segundo día nos presentan la expansión: “Dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos” (Génesis 1: 6–8).

Estos puntos llegaron con un poder sorprendente y derivado de dios.

Esta expansión divide o separa las cosas que vienen de abajo de las que vienen de arriba. Podríamos decir, entonces, que la expansión actúa como una barrera impenetrable, donde las entidades contrastantes nunca pueden mezclarse. Es un lugar donde los opuestos como el Espíritu y la materia, el bien y el mal, la vida y la muerte nunca pueden fusionarse.

Como devota estudiante de la Biblia, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, pasó mucho tiempo estudiando y escribiendo sobre el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, más que escribir sobre ello, demostró reiteradamente que una comprensión más profunda de la creación espiritual de Dios puede tener un vasto efecto sanador. Su propio registro notable de curaciones lo evidenció, y ella ayudó a muchas otras personas a ver que también podían sanar por medios espirituales, fortalecidas por la comprensión correcta de Dios y Su creación.

En el texto principal de la Sra. Eddy sobre la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ella afirma: “La comprensión espiritual, por la cual la concepción humana, el sentido material, está separado de la Verdad, es la expansión” (pág. 505). Y más adelante en la página, continúa diciendo: “El sentido espiritual es el discernimiento del bien espiritual. La comprensión es la línea de demarcación entre lo real y lo irreal”.

Cada uno de nosotros tiene la capacidad de discernir hechos importantes sobre nuestra verdadera identidad como la creación espiritual de Dios. Tenemos el sentido espiritual que Él nos ha dado con el cual distinguir entre lo real y lo irreal. Esta capacidad se vuelve especialmente importante cuando aprendemos que los hechos reales y espirituales de la creación de Dios están completamente en desacuerdo con la información que presenta el mundo material, con lo que informan los sentidos físicos.

Cristo Jesús demostró, sin lugar a dudas, lo que puede hacer una comprensión correcta de la creación de Dios, cuando sanó todo tipo de enfermedades y sufrimientos durante su ministerio, incluso condiciones que se consideraban altamente contagiosas como la lepra. Además, Jesús prometió a sus seguidores que ellos también podían sanar mediante la comprensión espiritual. Él dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

La declaración del Maestro implica que el conocimiento de la verdad respecto a la creación de Dios puede traer total libertad. ¿Libertad de qué? Del temor y el pánico, del pecado y la sensualidad, de la enfermedad y el sufrimiento. ¿Por qué? Porque ante los ojos de Dios, esas cosas no son reales. No se encuentran en ninguna parte de la creación espiritual de Dios descrita en el primer capítulo del Génesis; y al no tener la autoridad de la Mente omnipotente que los respalde, estos llamados elementos destructivos carecen de realidad o poder. La comprensión de la creación de Dios revela estas verdades, y cuando dejamos que se conviertan en realidades conscientes para nosotros, a su vez nos liberan.

¿No es ese siempre el efecto fundamental de la verdad? La verdad corrige cualquier representación errónea de los hechos, y nos libera de la esclavitud impuesta por creer en una falsedad.

Entonces, ¿a qué se asemeja la realidad de la creación espiritual de Dios? El apóstol Santiago ofrece esta idea: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:17, 18).

Por lo tanto, la verdad es que la creación de Dios es de arriba, está por encima de los conceptos basados en la materia, y es espiritual, buena y perfecta. Lo cierto es que no hay incertidumbre, no hay casualidad, no hay falta de seguridad en la creación de Dios. El hombre es creado por la Palabra de Dios y no es de naturaleza material o sensual, sino que, al ser de lo alto, el hombre es realmente espiritual. Como Jesús mismo dijo: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6).

Así fue que me encontré orando con estas ideas al enfrentarme con esos síntomas intensos parecidos a la gripe. Me quedé en casa como solicitaban las autoridades por haber estado expuesto al virus, pero sabía que este estado de sufrimiento no era legítimo. En ninguna parte de toda la creación de Dios descrita en el primer capítulo del Génesis, Dios sanciona, permite o incluso concibe una enfermedad. Simplemente no se encuentra allí. Razonando de esta manera, pude comenzar a comprender que mi ser espiritual verdadero no puede ser contaminado o infectado por un concepto mortal. Si Dios no conocía dicho concepto, el hijo de Dios no podía conocerlo ni mantenerlo.

Comencé a ver que había allí un muro de defensa impenetrable: la expansión. La comprensión espiritual de Dios que se revelaba en mi consciencia no dejaba lugar para que el testimonio de los sentidos materiales presentara una visión confusa y basada en la materia de mi identidad.

Si bien mi curación no fue inmediata, el progreso fue constante y en pocos días estuve completamente bien. Los síntomas habían desaparecido y pude volver a trabajar.

Supe en todo momento que mi recuperación era inevitable. ¿Por qué? Ante todo, porque en la creación de Dios nunca hay un alejamiento de la salud. En la creación de Dios solo existe el bien inmutable, y creo que todos reconoceríamos que es bueno estar sano.

Nuestra comprensión de los hechos espirituales es lo que proporciona seguridad y protección en época de contagio, un poderoso aislamiento e inoculación contra las condiciones desagradables pero ilusorias del falso sentido material. Lo desagradable es desconocido para Dios, y en última instancia Sus hijos no pueden conocerlo o manifestarlo. Cualquier cosa que se oponga a la bondad de Dios —enfermedad, violencia, injusticia de cualquier tipo— no puede existir, y no existe, en el reino espiritual de la creación de Dios, incluida la comprensión espiritual fortalecida que aparece en el desarrollo del segundo día de la creación.

Esta expansión del entendimiento espiritual se revela a través del Cristo; el poder de Dios que Cristo Jesús representó y probó en la experiencia humana. La actividad del Cristo revela la verdad que nos hace libres y trae la comprensión de que la vida en Dios es siempre perfecta, armoniosa y segura. Como declara Primera de Juan 5:20: “Sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para reconocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”. 

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