Queridos miembros de La Iglesia Madre:
Desde El Bolsón, una pequeña ciudad en la zona andina de la Patagonia argentina, les envío todo mi afecto y gratitud. Conocí por primera vez la Ciencia Cristiana aquí, donde un pequeño grupo de estudiantes se reunían para leer la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Todavía tengo algunos ejemplares de El Heraldo, el Journal y el Sentinel que compartieron conmigo, y que contienen artículos y testimonios que probablemente fueron escritos por algunos de ustedes. ¡Cuántas bendiciones y cuánto progreso me brindaron! ¡Muchas gracias! Muy pronto descubrí que esto era posible gracias a esta gran familia de miembros de la iglesia alrededor del mundo que eran movidos por el Amor divino, el Cristo en acción.
Este trabajo constante y honesto de estos discípulos cristianos actuando en unidad sigue siendo tan necesario hoy en día como lo fue en el pasado. La iglesia, como organización, aún debe seguir ayudando a la humanidad, dando prueba de su utilidad, pues la situación del mundo parece coincidir hoy con la descripción que Mary Baker Eddy da en el libro de texto cuando dice: “Este mundo material ya está convirtiéndose en la arena para las fuerzas en conflicto. De un lado habrá discordia y consternación; del otro lado habrá Ciencia y paz” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 96). La humanidad debe continuar esforzándose por alcanzar un sentido más elevado de las cosas, hasta que la totalidad del bien, el Espíritu, sea demostrada. En estas páginas ella también nos indica la función que habremos de desempeñar: “…aquellos que disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen. Ayudarán a expulsar el error. Mantendrán la ley y el orden, y gozosamente esperarán la certeza de la perfección final” (Ciencia y Salud, pág. 97).
A medida que nos elevemos en la comprensión de que Dios es Uno, es Todo, sentiremos el sagrado impulso de trabajar juntos como una iglesia. Seamos vigilantes, estemos alertas para reconocer que todo argumento que trataría de separarnos de esta unidad de la iglesia, no procede del Amor divino; son tan solo el materialismo y las creencias falsas centradas en un sentido separado del yo que sugieren que debemos actuar de manera contraria. Nuestra inclinación natural es vivir juntos en paz y hacernos el bien mutuamente, cumpliendo el mandamiento del Maestro, Cristo Jesús, de “amarnos unos a otros” (Véase Juan 15:12).
Cada uno de nosotros está exactamente ahí donde un Científico Cristiano y su iglesia son más necesarios. Con gratitud vemos las variadas maneras en que todos los miembros de La Iglesia Madre están siempre activos y esto es evidencia de su amor por ésta, la más santa de
todas las causas.
Muchas gracias por mantenerse fieles en su puesto cumpliendo sus tareas con tanto amor.
Con profunda gratitud y unidos en Cristo,
Fabián Smara
Presidente
