Pregunta: Siento que no tengo fe en Dios.
Respuesta: Cuando tenía veinte y tantos años, me enfermé seriamente. Nuestro vecino, que era médico, me escuchó toser y le dijo a mi esposo que yo debía estar en el hospital; y agregó: “Eso es neumonía”. Preocupado, mi esposo, que en aquella época no estudiaba la Ciencia Cristiana, estuvo de acuerdo. Me dijo que, si no estaba mejor por la mañana, me llevaría a la sala de emergencias.
Antes yo había tenido otras curaciones por medio de la oración, así que toda esa noche estuve orando, o traté de hacerlo. Pero, según parece, lo único que tenía era temor y duda. Y mi fe en todo lo que creía fue seriamente puesta a prueba.
Cuando salió el sol, todavía estaba exhausta y no había mejorado, y estaba lista para tirar la toalla. Le he dado a la oración todo lo que tenía, pensé. Pero entonces, queriendo ser realmente honesta conmigo misma, me pregunté: ¿Es que realmente fue así? ¿Está cada uno de mis pensamientos del lado de Dios, de Su amor y Su cuidado? Un rápido inventario de mis pensamientos de la noche anterior, mostraron que muy pocos lo habían estado; la mayoría habían estado más del lado del temor y la duda.
En ese mismo momento le pedí disculpas a Dios por haberme dado por vencida, y luego agregué esta P.D.: “Pero, Dios mío, hay una cosa en la que yo jamás me daré por vencida: que Tú eres Amor. De eso, estoy segura”.
Cuando dije esto, fue como si las compuertas se abrieran. Comenzando con esa única cosita en la que tenía fe, de pronto todas las pruebas que había tenido del cuidado amoroso de Dios por mí y mi familia inundaron mi pensamiento. En minutos, todo el temor, la duda y la desconfianza habían desaparecido. Mi fiebre también se había disipado. Sentí que me llenaba el amor de Dios por mí, y me levanté. Preparé el desayuno para mi familia, y pude hablar sin toser. En un par de días estaba totalmente bien.
Si bien puede parecer que el punto decisivo de aquella mañana fue el resultado de mi fe —de aquel pequeño pensamiento— ahora me doy cuenta de que cada paso hacia la curación era de hecho el amor de Dios tratando de alcanzarme. En la Ciencia Cristiana he aprendido que Él es la fuente, el origen, el creador amoroso de todo el bien, y nosotros somos Su expresión o reflejo. En otras palabras, somos creados para reflejar toda la bondad y el amor de Dios, pero nosotros no lo generamos. Así que, lo que parecería ser “mi” fe tiene su fuente en Dios. Fue realmente Su lealtad hacia mí reflejada de inmediato y nuevamente en Él.
He aprendido más acerca de esto al estudiar la Biblia, donde al referirse a la fe dice: “Es don de Dios” (Efesios 2:8). Esto significa que todos debemos tener fe, incluso aunque no lo hayamos descubierto todavía, porque proviene de Dios. Y esta fe tiene un potencial ilimitado para elevarnos y hacernos avanzar porque tiene su fuente en el infinito: Dios. Jesús les dijo a sus discípulos: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: ‘Desarráigate y échate al mar’, ¡y les obedecería!” (Lucas 17:6, NTV).
De esto se trataba mi momento de “Tú eres Amor”. Lo primero que aprendí cuando era una niña pequeña en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana fue que Dios es Amor. Muchísimo había ocurrido entre mis primeros días en la Escuela Dominical y aquella noche cuando necesitaba sanar, pero “Dios es Amor” fue mi semilla de mostaza. Comenzó pequeña, pero vino a rescatarme cuando mi fe fue puesta a prueba. Y ha continuado haciéndolo en más instancias de las que puedo contar. Y cada vez, de alguna forma dulce y tangible, esa verdad firme, sólida y dominante de que Dios es Amor —imparable, omnipotente, irresistible— me ha apoyado en conocerlo a Él aún mejor y confiar en Él aún más.
Tal vez, tu semilla de mostaza sea diferente, pero está allí, porque es un regalo que Dios te ha dado y que jamás te pueden quitar. Y por medio de Su amor la encontrarás, y crecerá.