Estaba en un campamento de verano, y por primera vez en mi vida, tuve la oportunidad de orar por mí mismo sin ayuda de nadie.
Una vez, desperté en medio de la noche y me quedé despierto durante alrededor de una hora porque no me sentía bien. Finalmente me dormí, pero luego me desperté otra vez sintiéndome más enfermo; como si fuera a vomitar.
Tenía miedo, porque unos días antes había comido una planta con sabor a menta que pensé que era comestible. Pero entonces un chico me dijo que él también había comido de esa planta y había estado enfermo varios días.
Salí de la cama, desperté a mi consejero y fui aI cuarto de baño. Pero él nunca apareció porque no pudo encontrarme.
Así que empecé a orar por mí mismo, como había aprendido a hacer en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Oré principalmente con la idea de que soy hijo de Dios, Su imagen y semejanza. Sabía que Dios hizo todo perfecto, así que me creó perfecto a Su imagen. Dios no me hizo para sufrir daño. Este era el fundamento de mis oraciones, y también mi roca, como dice la Biblia: “El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador” (2 Samuel 22:2, LBLA).
Después de orar con esta idea, mi mente se llenó de buenas ideas acerca de Dios, las cuales bloquearon todos los pensamientos negativos que decían que estaría enfermo durante varios días, y que no podría participar en las actividades del campamento. Saber que Dios es mi protector me hizo sentir confiado en que ninguno de esos pensamientos malos podía ser verdad.
Muy pronto, me sentí bien y regresé a la cabaña. Pero más tarde me desperté sintiéndome enfermo otra vez. Después de orar con las mismas ideas que me habían ayudado antes, pude volver a dormirme después de unos minutos, y me desperté en la mañana sintiéndome completamente bien. Estaba sano. Me sentía lleno de energía y listo para continuar con las actividades del campamento.
Estoy muy contento de haber aprendido a orar por mi propia cuenta y haber sanado.
