La paternidad de Dios ha significado mucho para mí a lo largo de mi vida; el Día del Padre y cada día.
Nací en Buenos Aires, Argentina, y nuestra vida de hogar distaba mucho de ser feliz. Mi padre abandonó a nuestra familia cuando yo era muy pequeña, y éramos prácticamente indigentes.
No mucho después de que él desapareciera, mi madre comenzó a asistir a una Iglesia de Cristo, Científico, en Buenos Aires, y mi hermana y yo fuimos inscritas en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Uno de los primeros recuerdos de aquella época fue descubrir que Dios es el Padre y Madre de cada uno de nosotros; que somos los hijos amados de este Progenitor del todo amoroso. Un versículo de la Biblia posteriormente se transformó en uno de mis textos favoritos: “¿No tenemos todos un mismo padre?” (Malaquías 2:10).
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