Cuando Dios le dijo al patriarca hebreo Abraham que su esposa Sara tendría su primer hijo, Abraham se sintió tan sorprendido que preguntó: “¿A hombre de cien años ha de nacer hijo?” (Génesis 17:17).
Sara también quedó atónita cuando se enteró de la noticia. La Biblia nos dice que al principio se rió como Abraham había hecho (véase Génesis 18:9-15).
Al investigar la palabra hebrea usada para risa, encontré que su significado incluye “reírse abiertamente (de alegría o desdén)” (Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible). Es probable que la pareja estuviera sumamente sorprendida y encantada, y Sara esperaba que “cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo” (Génesis 21:6).
Puedo imaginarme cómo debe de haberse sentido. Mi esposo y yo siempre habíamos esperado tener hijos, no obstante, habían transcurrido doce años de casados, y nunca había quedado embarazada. Había enseñado diez años en la escuela y me encantaba trabajar con niños, así que añoraba tener una familia.
Oraba todos los días, no para tener un bebé, sino para sentir plenitud y paz. Mi comprensión de la oración no consiste en pedirle algo a Dios, sino en reconocer el bien que Él ya nos ha otorgado.
En el Salmo 23 (LBLA), se nos asegura que Dios suministra todo el bien: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. El salmo continúa con la metáfora sobre el pastor que cuida de las ovejas: “En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce”.
“Si Dios es el pastor”, pensé, “yo debo ser una de las ovejas. Esto quiere decir que mis necesidades son respondidas con amor”. Sin embargo, todavía sentía que nos faltaba algo. Yo realmente quería tener un hijo, y pensaba que no podría ser verdaderamente feliz, a menos que tuviéramos hijos.
Pasaron las semanas, y comencé a sentirme muy deprimida y sin ningún sentido de propósito. Luchaba con la ansiedad y el temor a la muerte. Lloraba con mucha facilidad y con frecuencia me sentía sola y temerosa. Sabía que este estado mental no estaba de acuerdo con lo que había aprendido acerca de Dios y Su amor por mí, sin embargo, no lograba liberarme de la sensación de vacío.
Tenía la costumbre de recurrir a la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana para obtener inspiración. Una de las ideas que me ayudaron fue esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261).
Esto me estaba diciendo que, si quería liberarme de los pensamientos depresivos, tenía que aferrarme a los buenos pensamientos. Al principio esto no fue fácil de hacer. Cuando me venían pensamientos de temor, luchaba con ellos como si fueran algo sobre lo que no tenía ningún control. Pero encontré el siguiente pasaje en el mismo libro que me resultó útil: “Tienes que controlar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos te controlarán en el segundo” (pág. 234).
Me di cuenta de que eso era lo que estaba ocurriendo. Cuando dejaba entrar pensamientos de ansiedad, estos dominaban mi mente, así que necesitaba vigilarlos cuidadosamente y hacer lo que Ciencia y Salud enseña: “Toma posesión de tu cuerpo y gobierna sus sensaciones y acciones” (pág. 393).
Recuerdo el día en que decidí estar más alerta y firme al esforzarme por rechazar el temor. Estaba en la pileta lavando los platos, cuando las molestas sugestiones comenzaron a aparecer. Ya había decidido estar preparada con una verdad espiritual para contrarrestarlas. Lo que me vino en aquel momento fue: “Soy una idea inmortal de Dios”.
No creo haberla entendido totalmente en ese momento, pero sabía que era una declaración acerca de mi ser espiritual como Dios me conoce. Estaba basada en el hecho de que Él es eterno, de manera que todo lo que crea debe ser eterno también. Me aferré a esa verdad espiritual, y la repetí varias veces hasta que logré sentir que las temerosas creencias de la muerte disminuían. Ese fue el punto decisivo para mí.
Continuaba progresando a medida que me volvía más alerta para rechazar los pensamientos llenos de ansiedad y reemplazarlos con las verdades que estaba aprendiendo en mi estudio de la Biblia y Ciencia y Salud. Pronto estuve completamente libre del temor y la depresión.
El salmo que cité antes incluye la declaración “confortará mi alma” (versículo 3). La interpretación espiritual de esa frase en Ciencia y Salud aclara más su significado: “[El amor] confortará mi alma [sentido espiritual]” (pág. 578). Esto ciertamente fue lo que ocurrió en mi caso.
Al continuar orando y estudiando, obtuve un sentido más claro de mi individualidad como reflejo de Dios, Su idea espiritual completa y satisfecha. El poder y la presencia de Dios, que Cristo Jesús demostró para nosotros, se volvió más real para mí, y pude confiar en que Él respondería a la necesidad humana de paz, satisfacción y un sentido de familia.
Como comprendí posteriormente, estas fortalecedoras lecciones espirituales me estaban preparando para ser madre. Y no mucho después descubrí que estábamos esperando a nuestro primer hijo. Como Sara y Abraham, me reí de alegría cuando me enteré de la noticia, y sé que nuestros amigos rieron con nosotros.
Nancy Bachmann
Huntley, Illinois, EE. UU.
