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Original Web

Desinfectante para el pensamiento

Del número de febrero de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de noviembre de 2020 como original para la Web.


Hoy en día, hay un montón de estaciones para desinfectarse las manos; pequeñas botellas o dispensadores de autoservicio de una sustancia limpiadora pegajosa. Mientras frotaba una porción abundante en mis manos el otro día, me vino la idea: “Un momentito. ¡Tal vez, además de aplicarme desinfectante de manos, debería aplicarme el 'desinfectante del pensamiento'!”.

Con esto quiero decir que me he dado cuenta de que cultivar pensamientos dañinos y negativos tiene un efecto perjudicial en nuestra experiencia. ¡Y que limpiarlos marca una gran diferencia! Por supuesto, tiene sentido común lavarnos las manos, y debemos hacerlo, pero también es importante reconocer que descontaminar el pensamiento es esencial para la salud y el bienestar. Lo que pensamos se manifiesta externamente en nuestra experiencia. Por ejemplo, si escucharas malas noticias, podrías tener una sensación de desasosiego en el estómago, mientras que, si alguien te dijera algo gracioso, no podrías evitar sonreír.

Una mentalidad que necesita ser purificada, tanto individualmente como en la sociedad en general, son las actitudes hostiles hacia los demás. La hostilidad tiene muchas formas, y a veces parece pasar casi desapercibida en nuestra experiencia.

Pero hay un antídoto: el amor. Y no sólo el amor humano, sino el Amor divino que es Dios. Este Amor infinito es un “desinfectante” potente. Y el Amor se refleja en todos los hijos de Dios. Esta realidad espiritual nos capacita para mantener nuestra consciencia cada vez más libre de los contaminantes de la actitud negativa, como la hostilidad.

Ahora bien, aquí no estamos hablando sólo de la forma positiva de pensar. Estamos hablando de reconocer a Dios, que es del todo bueno, como la fuente y sustancia de todos los pensamientos y sentimientos legítimos. He descubierto que cuanto más dispuesta estoy a ceder al Amor, más naturalmente expreso bondad, tolerancia, paciencia y tengo un pensamiento más receptivo hacia los demás, y menos tendencia a sentir hostilidad, resentimiento, miedo o a sentirme molesta.

Y también estoy mucho mejor físicamente. Cuando me embargan una paz y armonía profundas y divinas, todo en mi vida es mejor, incluida mi salud. Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, describe la salud como “la consciencia absoluta de la armonía y de nada más” (Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 11).

Tener pensamientos de paz, armonía y amor por nuestro prójimo, hombres y mujeres, no es una tarea, es natural para nosotros por ser los hijos amados de Dios. Expresar Su amor es nuestro estado normal de ser.

Cada uno de nosotros puede tratar de desinfectar mejor sus pensamientos. Es en el pensamiento donde comienza todo, ¡y termina!

Una vez sentí incomodidad en parte de mi cuerpo. Pensé que ajustar mis actividades rutinarias ayudaría, pero no lo hizo. Entonces también me di cuenta de que recientemente me había sentido un poco molesta con alguien. 

Oré para ver a esa persona en su verdadera luz como hijo de Dios, y por lo tanto capaz de expresar todos los atributos de Dios, el Amor divino, tal como consideración, abnegación y humildad. Luego, oré para verme a mí misma, también, como Su hija. Dios no nos conoce como mortales fastidiosos o irritados, sino como las ideas puras del Amor divino. Eso es lo que realmente somos.

Estas oraciones, este ceder al mensaje del Amor acerca del cuidado y la presencia de Dios, elevaron mi mente, me embargaron de alegría y me liberaron de la molestia que había estado sintiendo. Pronto mi cuerpo también se sintió mejor, y se ha mantenido así.

Dicha descontaminación del pensamiento por medio de la oración no siempre es rápida y fácil. Puede requerir persistencia en aferrarse al hecho espiritual de que Dios, el Amor, es supremo. Pero a medida que llegamos a reconocer genuinamente esta realidad espiritual, experimentamos un cambio mental que también trae un cambio físico. Cada uno de nosotros puede tratar de desinfectar mejor sus pensamientos. Es en el pensamiento donde comienza todo, ¡y termina! Como dijo Cristo Jesús: “Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mateo 23:26).

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