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Original Web

Revienta las burbujas de la división

Del número de febrero de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 29 de octubre de 2020 como original para la Web.


En una burbuja hay un elemento inevitable: En solo cuestión de tiempo revienta.

Recientemente, un podcast del Christian Science Monitor señaló la necesidad primordial de estar unidos, en lugar de apegarse a la propia burbuja —ya sean grupos de redes sociales, afiliaciones políticas o fuentes de noticias confiables— ante las épicas luchas nacionales (véase “The day the sports world’s bubbles burst,” CSMonitor.com, August 28, 2020). 

La imagen me recordó las pompas de jabón iridiscentes que tanto nos gustan a mis hijos y a mí. Este verano vimos entusiasmados cómo el viento las movía en direcciones inesperadas, flotando hacia arriba y fuera de nuestro jardín de atrás. Algunas subieron bastante alto.

Pero cada… una… de ellas… reventó.

¿En qué burbujas te sientes cómodo? Las burbujas políticas en las que flotamos aquí en los Estados Unidos tienen nombres como demócrata, republicano, libertario, progresista, conservador, populista, etcétera. Hablando por experiencia propia, sé que identificarse de esta manera puede hacernos sentir seguros y cómodos. Y si somos verdaderamente honestos, también es posible que nos sintamos indignados hacia las personas que están en las otras burbujas. ¡¿Cómo pueden pensar así?! El gobierno, la economía, las escuelas, la atención a la salud, (completa aquí el espacio en blanco), serían infinitamente mejores si “ellos” no estuvieran. Nuestra propia burbuja a veces es arrastrada por una tormenta de pasiones humanas a lugares que de otra manera no hubiéramos imaginado ir solos. Incluso tal vez acusemos mentalmente a otros de no tener idea de lo que pasa, de no tener valor, incluso de “no tener Dios”. 

Pero “La verdad es esta: Las burbujas no existen”. Revientan.

En este período que rodea a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, esta declaración profundamente sencilla, con que concluye el artículo del Monitor mencionado anteriormente, es digna de que una consciencia condenatoria le preste atención. También explica sucintamente lo que yo necesitaba aprender cuando trabajaba a diario con políticos para aprobar una ley importante en el Congreso de los Estados Unidos.

El proyecto de ley tenía que ver con garantizar el acceso de las personas a la atención de la salud que consideraran más eficaz, y años de trabajo de muchas personas dedicadas se habían invertido en el esfuerzo bipartidista. Pero una sesión tras otra seguía enfrentando obstáculos, a veces no era aprobada en el último segundo, a pesar de las indicaciones previas de que sería lo contrario.

¡Qué fácil es enojarse con las personas que frustraron el proyecto de ley! Aún más tentador es dejarse consumir por las teorías de por qué y cómo habían podido detenerlo.

Tenemos la opción y la capacidad que Dios nos ha dado de no dejarnos llevar por las burbujas que provocan temor.

Pero a lo largo de esos años de reunirse con miembros del Congreso y su personal, nuestro equipo oró para ver a las personas que estaban al otro lado de la mesa como la creación de Dios. Reconocimos deliberadamente la unidad espiritual de todos como hijos de Dios, independientemente de sus afiliaciones políticas.

Una alentadora línea del Himnario de la Ciencia Cristiana le pide a Dios: “Ten mis labios, / que serán mensajeros de Tu amor” (Frances R. Havergal, N° 324, © CSBD). Y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, confirma, “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (pág. 284).

El mensaje de Dios para todos nosotros es de unidad y amor. Incluso en un entorno hiperpartidista y hambriento de poder, cada uno de nosotros puede comprometerse a ver a los demás como Dios los conoce, incluso cuando —especialmente cuando— no estamos de acuerdo con la política humana.

Hay una base para hacer esto arraigada con firmeza en el Primer Mandamiento de tener un solo Dios, y en lo que la unicidad y totalidad de Dios implican para nuestras vidas y nuestros gobiernos. La noción de que hay cualquier otro Dios que no sea el Amor, o que este Dios amoroso podría crear “malos actores” dignos de desprecio, es una burbuja a la espera de ser reventada. El hecho espiritual es que todos estamos hechos a imagen del Amor divino único.

El impacto de este tipo de pensamiento y actuación libre de burbujas puede ser transformador. Me deja casi sin aliento considerar el efecto de la explicación que ofrece Eddy sobre lo que significa obedecer el Primer Mandamiento: “Amarás al Espíritu únicamente, no a su opuesto, en toda cualidad deífica, aun en sustancia; te reconocerás a ti mismo como hijo espiritual de Dios únicamente, y al hombre y a la mujer verdaderos, el todo armonioso ‘varón y hembra’, como de origen espiritual, el reflejo de Dios —por tanto, como hijos de un mismo Padre— en lo cual y por lo cual, Padre, Madre, e hijo son el Principio divino e idea divina, sí, el divino ‘Nos’ —uno en el bien, y el bien en Uno” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 18).

Tenemos la opción y la capacidad que Dios nos ha dado de no dejarnos llevar por las burbujas que provocan temor.

Fue crucial que mis colegas y yo entendiéramos algo de este divino “Nos” cuando de repente recibimos noticias de una última oportunidad para aprobar el proyecto de ley. Había poco tiempo, mucha ambigüedad sobre la situación y rumores de una firme oposición. Pero tenemos la opción y la capacidad que Dios nos ha dado de no dejarnos llevar por las burbujas que provocan temor. Cuando en oración tomé esa posición firme y declaré la totalidad de Dios, los numerosos pasos que a continuación era necesario dar se volvieron rápida y sumamente claros.

Durante las próximas horas, las ideas espirituales parecían ser ángeles que nos guiaban:

• El gobierno de Dios, el Amor, siempre está operando, y su “viento” sopla para bendecir a todos. El Glosario de Ciencia y Salud, que incluye definiciones espirituales de conceptos bíblicos, define “Viento” en parte como: “Aquello que indica el poder de la omnipotencia y los movimientos del gobierno espiritual de Dios, envolviendo todas las cosas” (pág. 597).

• “Esta pelea en la que estoy no es de carne y hueso. / Las armas que necesito están en Tu amor”. Esta letra de la canción “Soul's Anthem” (Tori Kelly, Kirk Franklin) resonó en mi pensamiento. Nuestro principal trabajo es reflejar el amor de Dios que todo lo abarca, para llevar cautivo “todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). Realmente no hay lugar donde Dios, el Amor, no esté; ni siquiera un cuarto trasero en el Capitolio. El Amor lo impregna todo. 

• Ningún hijo de Dios puede estar en desacuerdo con Su amor, y no ser receptivo a la verdad de nuestra existencia espiritual. Este es el regalo que revienta las burbujas y que el Amor nos ha dado a cada uno de nosotros. Es más, la agencia del Amor divino no depende de personas individuales, porque el Amor es Todo-en-Todo, y se expresa a través de toda la creación.

Mientras amaba en silencio estas ideas, mi pensamiento cambió. Sentí tangiblemente que el Amor estaba en todas partes, llenando cada rincón y grieta de los terrenos, históricos pasillos, elegantes salas de comités y demás del Capitolio. El Amor es la única actividad y presencia legítimas. Fue una visión gloriosa de la universalidad del gobierno divino. Lo disfruté mucho.

Unas horas después, nos enteramos de que habían incluido el proyecto de ley en un paquete legislativo más grande que tenía un apoyo inusualmente amplio tanto de los republicanos como de los demócratas. Se aprobó casi por unanimidad y el presidente la promulgó poco después.

En un momento en que las pasiones políticas están más acaloradas, el hecho espiritual sigue siendo que Dios, el Amor, es Todo. Este es un hecho que nunca revienta. Somos hijos del Amor. Somos divinamente capaces de ver, expresar y experimentar el amor ilimitado de Dios. Entonces, seamos o no elegibles para votar, tenemos una decisión importante que tomar: ser cautivados o no por las burbujas que nos limitan a nosotros y a los demás, como si en la creación de Dios pudiera haber algo así como “otros”, que no son amorosos, a quienes nadie ama o no pueden ser amados.

Lo que verdaderamente nos identifica a cada uno de nosotros es nuestra naturaleza como idea y reflejo espiritual del Amor. Esta es la verdad unificadora que Jesús vivió para mostrarnos y anhelaba que siguiéramos. Trae un progreso que fluye hacia afuera, sin obstáculos. Esto es lo que garantiza nuestro voto de total aprobación: “… el Cristo siempre presente, la idea espiritual que desde la cumbre de la felicidad vigila el valle de lo carnal, para disipar con un hálito de los cielos las ilusiones de la tierra, e instruir a los sensuales mortales acerca del misterio de la santidad —del Amor inmutable, inextinguible...” (Escritos Misceláneos, pág. 328).

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