A finales de la primavera, estaba quitando unos matorrales del bosque donde vivo, y al presionar lo que había cortado para hacer una pila, una rama seca que se había doblado retrocedió con fuerza y me golpeó en el ojo. El dolor inicial y el shock me tomaron desprevenido. Lo primero que pensé fue que me había herido gravemente el ojo y podía haberme dañado la visión.
Entonces recordé una declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).
Esto me aseguró que cualquiera fuera la situación, yo estaba en realidad bajo el gobierno armonioso de Dios. Mis temores se calmaron, y pude seguir trabajando. Sin embargo, más tarde el dolor y la irritación en el ojo se volvieron abrumadores. No podía trabajar ni leer ni siquiera pensar en otra cosa que no fuera en esas sensaciones alarmantes.