Hace dos años, mi querida esposa, con la que había estado casado 23 años, falleció repentinamente. Quedé destrozado. Sentía que mi vida había terminado, que no había razón para vivir. La casa parecía tan vacía sin ella.
Pasé los siguientes meses orando para superar un profundo sentimiento de pérdida, dolor y soledad. Cuando busqué ayuda mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, él me pidió que estudiara dos pasajes de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Uno está en la página 57: “Las ráfagas invernales de la tierra pueden desarraigar las flores del afecto, y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura de lazos carnales sirve para unir más estrechamente el pensamiento con Dios, porque el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo”.
El otro está en la página 266: “¿Sería la existencia sin amigos personales un vacío para ti? Entonces llegará el momento en que estarás solitario, privado de compasión; mas este aparente vacío ya está colmado de Amor divino. Cuando llegue esta hora de desarrollo, aunque te aferres a un sentido de gozos personales, el Amor espiritual te forzará a aceptar lo que mejor promueva tu crecimiento”.
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