Estimados miembros de La Iglesia Madre:
Es un privilegio y una bendición escribirles desde París, Francia, y sentirme tan cerca de cada miembro de nuestra iglesia internacional. Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, explica: “...el tiempo y el espacio no nos separan cuando están circundados por la presencia divina” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 110).
En estos tiempos difíciles, y como centinelas espirituales de la humanidad, necesitamos más que nunca estar unidos, vigilando juntos, y sabiendo constantemente que la Mente divina es la única causa y la única legisladora que gobierna al hombre y a la totalidad del universo de manera armoniosa y permanente. Es alentador recordar que “la tribulación produce paciencia” (Romanos 5:3). En Gálatas leemos: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (6:9). La necesidad nunca es profundizar en los desalentadores problemas mundiales, sino en elevar la vista hacia al Espíritu y no bajar la mirada hacia la materia, reconociendo la totalidad y la supremacía de Dios. Mientras nos apoyamos en la paciencia y la perseverancia sabiendo que la salud divina, la pureza y la perfección llenan todo el espacio, reconocemos que el hombre es espiritual y perfecto, el hijo amado de Dios, completamente puro, libre y seguro.
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