Hace tres años, mi esposo y yo nos convertimos en padres. Como la mayoría de aquellos que se preparan para la llegada de su primer hijo, todo era una experiencia nueva, desde decidir sobre los artículos de bebé que necesitaríamos hasta todas las cosas requeridas para organizarnos y prepararnos para un recién nacido. Como Científicos Cristianos, durante este tiempo nos volvimos de todo corazón a Dios en busca de guía. Si bien la familia y los amigos nos apoyaban con mucho amor y nos daban consejos útiles y prácticos de diferentes libros sobre la crianza, sentimos que todo esto nunca podría reemplazar la seguridad inspirada en Dios de que todo estaría bien y que tendríamos todo lo que necesitáramos. Sabíamos que esa seguridad solo podía venir al comprender que Dios es el Padre-Madre de todos, y confiar profundamente en que Él nos estaba guiando a lo largo del camino.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, y madre ella misma, escribió: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 307). Sentimos que este pasaje nos estaba hablando en nuestra nueva travesía como futuros padres. Parecía una promesa que venía directamente de Dios, asegurándonos que este nuevo capítulo se estaba desarrollando completamente con la ayuda del Amor. No teníamos que preocuparnos por ningún detalle en relación con la llegada de este pequeño. Todo estaría en su lugar correcto. El Amor divino nos estaba proporcionando lo necesario a todos.
Mi esposo y yo nos sentimos afortunados de poder pasar los tres meses siguientes al nacimiento de nuestro hijo en casa con él, lo cual fue un tiempo especial para nosotros. Después, ambos tuvimos que volver al trabajo, y encontrar un lugar donde cuidaran al niño. En aquel entonces, estábamos viviendo en un vecindario que ofrecía muchas guarderías, por lo que pensamos que sería fácil encontrar un buen lugar. Para nuestra sorpresa, la mayoría de ellas ya estaban llenas cuando llamamos. Nos desanimamos un poco, pero esta promesa de la Biblia nos dio mucha paz: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:21). Este pasaje nos habló directamente al corazón. Lo leímos varias veces, y nos ayudó a confiar en la guía divina. Al leerlo, no podíamos dejar de pensar en el hecho de que esa “palabra” proviene de Dios y que confiábamos en Su guía. Esto nos ayudó a esperar con seguridad que todo estaría bien.
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